Siguen las declaraciones de los testigos en el juicio de la Hullera Vasco Leonesa y se mantienen las contradicciones con las palabras de los acusados. Alfredo Fernández García era ayudante de picador y trabajaba en el macizo noveno planta quinta oeste, pero con anterioridad ... estuvo en el taller de la séptima, recuerda que durante ese tiempo «había que parar por el gas» ya que había picos de 1,5% y de 2,5% de metano. «Unos días más y otros menos», relata Alfredo que insiste en que «los problemas empezaron cuando se sutiraba».
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En este sentido, uno de los abogados le pregunta por una conversación entre Cabello (uno de los sutiradores de la séptima) y Martínez Rico (subjefe del Grupo Tabliza en el primer relevo): «Cabello le dijo a Martínez Rico que había bóveda y el otro le decía que escarbase un poco más que había que seguir sutirando. Al final Cabello no le hizo caso y cerró la alambrera, a pesar de que el capataz le decía que siguiera».
Tras el accidente y el aviso por el teléfono de la mina, Alfredo Fernández García acudió a la séptima «cuando llegué al lugar al primero que vi fue a Viñayo con los ojos en blanco y la lengua fuera», recuerda el testigo mientras relata cómo entró con los compañeros para seguir rescatando al resto, tras la orden de Carlos Conejo de entrar. En este sentido, recuerda que en aquel momento «Manuel Conejo iba a entrar y su hermano le dijo que no entrase».
Alfredo también recuerda una reunión, «unos dos días después» del accidente, que tuvo con Conejo en la rampa, porque «habían subido un vídeo a internet» en el que se hablaba de los despidos en seguridad y también se decía que «el capataz no entraba en la mina». En ese momento, el testigo recuerda que «yo le dije que eso era cierto (lo del capataz) y Conejo dijo que Toribio sabía todo lo que pasaba en la mina y que él era sus ojos».
Una situación que más tarde retomó el abogado de Carlos Conejo que preguntó quien estaba en esa reunión a lo que el testigo recordó que «Rubén Robles, Agustín, Cabanillas y alguno más estaba» y en la que insistió que «Carlos Conejo nos dijo que había sido un accidente, que estuviéramos tranquilos».
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El testigo recuerda que «no es normal sutirar en bóveda», pero insiste en que «algunas veces vio cómo se hacía así». En este sentido, ha reconocido ante alguno de los abogados de la acusación que «en la Vasco primaba más la producción que la seguridad».
En este sentido, recuerda que el viernes antes del accidente coincidió en el aseo con Alberto Fernández Díez, delegado minero de seguridad que está dentro de los acusados, «yo le dije que cómo abrían el séptimo con los problemas que estaba dando, él me miro y se encogió de hombros como diciéndome 'qué quieres que haga'. Tampoco era nuestra decisión».
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«Uno de los días fue exagerado; apenas se trabajó. Todo el mundo sabía lo que había, pero si quieres pagar la hipoteca», comentó antes de referirse al recorrido semanal del comité de seguridad como «el paripé de los jueves» y de asegurar que existían los castigos y las represalias en la empresa y que eso provocaba «miedo» frente a posibles denuncias.
Otro de los testigo de esta jornada fue Alfredo Álvarez Fernández quien recordó que «la bóveda no había hundido» en el tiempo que el estuvo trabajando en el taller de la séptima y explica que el día 28 de octubre vio «como estaba aquello» y se fue a pedir la baja. El testigo era barrenista de tercer relevo y ha relatado en esta jornada que tuvo un accidente el viernes anterior al accidente y que «tenía pensado aguantar, pero viendo cómo estaba el taller decidí irme de allí».
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En este sentido, durante las declaraciones de los acusados, algunos de ellos acusaron a Alfredo de «estar más tiempo de baja que trabajando». En relación a estas preguntas, el testigo ha finalizado asegurando que «miedo no tenía, yo lo que tenía era temor por lo que finalmente pasó», relata el testigo que asegura que «en la espalda tenía algo, yo hubiera aguantando si el taller estuviera en condiciones, pero cómo estaba así decidí irme».
El testigo de esta jornada aseguró que «allí había problemas de gas de atrás, no era de esa noche» y mantiene que «hablaba con el vigilante, las tres semanas anteriores, le dije lo que había».
En cuanto a la ventilación, Alfredo ha recordado que «teníamos las lonas de ventilación más grandes y allí seguía todo igual» y es que los el gas seguía siendo elevado y a pesar de ello «se seguía sutirando a diario».
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