Cruz nos espera en la puerta de su facultad. Lo hace acompañada por Ludi, una de sus mejores amigas de la carrera, y deshaciéndose en elogios hacia cada compañero que recorre el hall. También tiene buenas palabras para los conserjes y profesores, aunque no todos la han tratado como le gustaría. Ha estado toda una vida cotizando, «43 años, ocho meses y seis días», nos recuerda. De joven hizo Comercio y Enfermería y no fue hasta los 50 cuando quiso regresar al aula, a través de la Uned, para estudiar Antropología. La muerte de su madre la llevó a volver a coger los libros y ni la pandemia le ha hecho colgar la mochila.
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Su nombre completo es María Cruz Álvarez Blanco, aunque todos la conocen como Cruz en la Facultad de Filosofía y Letras. Empezó en 2019 la carrera de doble grado de Historia e Historia del Arte y actualmente ejerce el máster de Pensamiento y Cultura Europea. «Las dos cosas eran mucho y he decidido acabar las cuatro asignaturas que me quedan del máster y luego hacer el TFM. No sé si me matricularé de algo más de Historia del Arte porque tendré que andar a carreras y ya no está una para esos trotes», reconoce siempre con una sonrisa.
El arte siempre le había suscitado interés y se decidió por cursar estos estudios. Con 72 años a sus espaldas, la universitaria confiesa que se veía «muy desentrenada» y con carencias ante las nuevas tecnologías. «Me matriculé y lo disfruté. He encontrado profesores de todo tipo».
No sabía que era una de las más veteranas de la Universidad de León y es que, con sus compañeros, se siente «que me quitan años» por ser gente «muy maja y agradable» que siempre le echan una mano. «Me ayudan a coger apuntes porque con esta mano -derecha- dos horas seguidas no puedo; luego no sé ni coger el bolso», bromea. Y es que en la facultad «no veo ni el dolor, solo hay alegría», salvo en la época de exámenes: «Es horroroso y recomiendo un protector gástrico porque hasta me ruge la tripa». Un periodo en el que ha llegado a tener pesadillas, algo que nunca le había ocurrido.
Ha tenido asignaturas de todo tipo y se lamenta de lo complicado que resultó para ella, previa advertencia de compañeros, la del Arte en el Islam. «Ya no sabía ni dónde colocar las 'haches' en esos nombres».
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Sobre sus profesores, prefiere quedarse con los mejores y critica, sin dar nombres, a algunos que «están como un escabel» y se creen «un poco superiores», explica desde el punto de vista que le dan sus años. Tampoco le gustan los profesores que «ni te miran», como le ocurrió con uno al que reclamó y le dijo que lo hacía por su futuro laboral: «¿Mi futuro laboral? ¿Pero tú me miras? Que yo ya tengo canas. Eso duele más que un cero». Más que un cero, pero no tanto como un 4,9, que le ha llegado a generar «taquicardias» y con los que trata de tirar para adelante o pedir revisiones. «No puedes decir que sean malos profesores, quizá es que no has llegado donde tenías que hacerlo».
Muchos años la separan de Ludi Muñoz, compañera de aula en el doble grado y con la que ha ido de excursión. Llevan juntas varios años, explica la joven, «sufriendo en clase y fuera de ella» y ya ve a Cruz como una más de la familia. «Yo siempre he dicho que de mayor quiero ser como Cruz. La fortaleza que tiene, la lucha por todo y por todos... Para mí, es un ejemplo de persona».
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Ana G. Barriada
Misma sensación tiene María del Carmen Rodríguez, profesora titular de Biblioteconomía y Documentación, a la que Cruz se empeña que conozcamos por ser «muy buena». Nos acerca a su despacho y allí se reciben con un abrazo. «Como alumna es muy buena y como persona acudimos a ella por sus conocimientos en enfermería -profesión de la veterana universitaria-». La profesora ha detectado que su alumna con más experiencia «ha hecho clase» y valora que «se nota» que disfruta con lo que ha venido a estudiar. «Ayudan mucho, aparta sus intereses y coopera con los más jóvenes; y ellos están encantados con ella».
A Cruz le gustaría que siguiéramos visitando con ella Filosofía y Letras, pero en el hall de Veterinaria lleva varios minutos esperándonos Inmaculada, la alumna de más edad que tiene matrícula en la Universidad de León. A sus 73 años, cursa la asignatura de Iconografía Religiosa, también en Historia del Arte, aunque sus vínculos siguen estando con los animales.
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Fue veterinaria y profesora de esta facultad. Tras jubilarse, sigue dando algún curso y apoya en clases de la reconocida carrera de la ULE. Sin embargo, su pasión por los viajes y su necesidad de seguir aprendiendo la han llevado a volver al aula, aunque esta vez lo hace como oyente y alumna. «Estas asignaturas me ayudan a ver las cosas, los monumentos o los cuadros, de otra manera».
Si bien es cierto, y ella misma lo reconoce, que la veterinaria y el arte son disciplinas muy aledas, Inmaculada Díez Prieto siempre ha tenido aficiones dispares: «Soy veterinaria, pero también profesora de piano; me gusta mucho el deporte, pero también jugué al ajedrez».
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Como estudiante, su intención no es hacer la carrera completa. No quiere agobios y su reto es ir haciendo alguna asignatura por cuatrimestre. «Siempre que puedo y me veo capaz, me presento al examen». Procura asistir a clase siempre y también hace los trabajos que le mandan porque «me gusta lo que estoy haciendo, nunca pensé que me fuera a gustar tanto».
Junto a estas dos mujeres, otros cuatro estudiantes -todos ellos de 72 años- completan la terna de matriculados de mayor edad en la Universidad de León para el curso 2024-2025.
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