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Amancio Viñayo Álvarez, durante su testifical.

«Vi una luz que venía tambaleándose entre el polvo, cogí al compañero y apenas respiraba»

Los segundos se hicieron eternos, todo sucedía a tal velocidad que la distancia entre la vida y la muerte era una bocanada de aire | El minero Amancio Viñayo Álvarez, que logró sobrevivir tras ser reanimado de su para cardiorrespiratoria, narra en los autos todo lo sucedido mientras su mente podía percatarse del entorno

J. Calvo

León

Viernes, 2 de abril 2021, 09:08

Aquel 28 de octubre la vida se evaporaba demasiado deprisa en la planta 7 el macizo 7, en el Pozo Emilio. A 694 metros de profundidad el cielo y el infierno se acercaban demasiado.

El testimonio de quienes vivieron aquellos momentos así lo evidencian. ... El minero Amancio Viñayo Álvarez, que logró sobrevivir tras ser reanimado de su para cardiorrespiratoria, narra en los autos a los que ha tenido acceso leonoticias todo lo sucedido mientras su mente podía percatarse del entorno.

«Vi una luz que venía tambaleándose entre el polvo, cogí al compañero y apenas respiraba», remarca en sus declaraciones.

Dos paradas en la corriente

Aquel día Viñayo Álvarez recuerda que «en ese momento estaba comiendo el bocadillo». «Entré a las ocho de la mañana como todos los días y entré a la rampa de la planta séptima», recuerda durante la testifical.

«Sin poder precisar las horas hubo dos paradas al marcharse la corriente», también advierte. Paradas que obligaron a que se detuvieran «las turbinas y el páncer y salieron todos al transversal».

«Una vez se recuperó la corriente y arrancaron las turbinas se esperó a que ventilase y entramos», añade. «En la segunda vez también que se paró la ventilación y los páncer» y de nuevo «cuando se volvió a reanudar la ventilación volvimos a entrar, y yo salí a arrancar los pánceres primero desde el taller».

Un soplido

«Como había una avería en la cinta no arrancaron los páncer y creo que Abel avisó que iban a tardar un poco, y entonces salí a córner el bocadillo al transversal y cuando llegué justo detrás de mí llegó Javier Cabello«, recuerda.

Aquellos minutos fueron la antesala de una situación crítica: «Comimos el bocadillo y Javier marchó para el taller. Cuando él estaría a mitad de la galería sentí como un soplido, como si hubiera aumentado la ventilación de retorno unas tres veces. Al principio sin polvo y después acompañada del polvo».

La bóveda y la reanimación

Las sensaciones fueron terribles: «Yo sabía que había pasado algo y entonces fuí hacia la galería del Este y ví el polvo y una luz que venía tambaleándose entre el polvo. Entré a por él (Cabello) y lo cogí del brazo y ví que no era capaz de respirar«.

«Cuando llegamos allí me puse el autorrescatador y Javier también, y volvimos a entrar por los compañeros y ya no recuerdo más hasta que me reanimaron, esto me han dicho», sentencia.

Amancio Viñayo Álvarez también recuerda que «el viernes anterior al día del accidente observamos una bóveda en la parte derecha del taller (entre el páncer y el techo). El carbón era duro y salían bloques de carbón a veces muy grandes, lo que hacía que en la parte de techo que era donde salían los bloques más grandes fuera difícil sutirar».

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