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Si alguien le dijera a la Ana de hace diez años que iba a estar cumpliendo uno de los sueños que plasmó en un pequeño cuaderno, seguro que no se lo creería. O puede que sí, porque Ana Pascual (León, 2002) ya soñaba alto. En esa lista de cosas que quería cumplir en la vida, en la primera posición, escribió ganar un Oscar, cosa que ahora ve más lejos que nunca, pero la segunda aún puede hacerse realidad: ir a Harvard y ganar el Nobel.
«No estoy en Harvard pero estoy en el MIT, que es equivalente, y ya no necesito ganar el Nobel porque yo con saber que mi trabajo puede tener un impacto en la sociedad me sirve», reconoce Ana, una joven leonesa que actualmente está cursando una beca en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), una de las mejores y más prestigiosas universidades a nivel mundial.
Por sus pasillos, aulas y laboratorios han pasado algunas de las mentes más brillantes, algunos de los últimos premios Nobel como Moungi Bawendi, Daron Acemoglu, Simon Johnson o James A. Robinson y, desde septiembre, también lo hace Ana.
«Estar en la misma universidad que dos premios Nobel que son profesores de aquí... pero es que no sólo eso, por ejemplo, conocí a una chica que trabajó en un proyecto con Bawendi que es el último de Química y me paré a pensar que estaba a una persona de distancia de un premio Nobel, es que eso es una barbaridad», afirma emocionada.
Y es que a Ana, el gusto por la ciencia le viene desde que era pequeña. Estudió en el Colegio Divina Pastora donde descubrió que le gustaba la biología pero también la física y las matemáticas. Quería ser médico, comno su madre, pero no le gustaba atender pacientes, ella prefería descubrir cosas: «Empecé a valorar opciones como Biotecnología porque me gustaba mucho la biología pero no tanto las mates hasta que me empezó a dar clases un profesor en el instituto, Manuel, que no sé qué hizo que me enamoré de la física y las mates» y así llegó hasta la carrera que conseguía combinar todas sus pasiones, la Ingeniería Biomédica.
Así, dejó su León, su Boñar natal y se fue a estudiar a la Universidad Politécnica de Madrid dónde ha pasado los últimos cuatro años, pasando uno en Finlandia de Erasmus hasta que una beca se cruzó en su camino: «Estaba haciendo el Trabajo Final de Grado y pensando qué hacer al acabar porque ni quería hacer un máster ni empezar directamente a trabajar y encontré una beca que ofertaba la Universidad para irte seis meses al MIT a hacer investigación», reconoce.
La pidió, se la concedieron y comenzó así un sueño para ella: «Estoy trabajando con ultrasonidos. Mi jefe me ha metido en un proyecto cuyo objetivo principal es detectar el flujo sanguíneo en la carótida usando ultrasonidos». Un proyecto en el que aún está aprendiendo a utilizar el instrumental y los chips que permiten detectar el flujo de la sangre.
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Reconoce estar muy contenta con todo lo que está aprendiendo y con toda la gente que está conociendo: «Esto es investigación de verdad, es muy práctica porque te ponen en contacto con lo que aquí llaman el 'industry' que es la empresa. Hay un trato muy cercano con ellos y el 'networking' es muy importante. Entonces yo aquí, además de aprovechar para aprender, trabajar y formarme, también quiero conocer a cuánta más gente mejor».
Unos contactos que le servirán para labrarse un futuro que pinta prometedor aunque su idea, a corto plazo, no es volver a España: «Mi idea es quedarme todo el curso aquí y luego hacer el doctorado. Aprender lo máximo posible y dentro de muchos años poder volver a España, volver a León y poner en práctica todo lo que he aprendido aquí. Me parece un poco egoísta no devolverle a mi país y a mi ciudad todo lo que me han dado».
Pero por ahora vive su sueño en un campus en la ciudad de Cambridge (al otro lado del río Hudson), una zona de estudiantes que le recuerda mucho a La Palomera: «Está muy bien y es muy seguro, y Boston es de las ciudades más bonitas de Estados Unidos en las que he estado».
Rodeada de un gran número de españoles, a Ana no le falta tiempo, además de para trabajar y aprender, para disfrutar del ocio y la multitud de actividades que ofrece la ciudad. Desde talleres de pintar calaveras a eventos académicos o comidas de hermandad: «Es un poco como en las películas».
Reconoce la oportunidad que la vida le ha brindado y, pese a su juventud, es plenamente consciente de la responsabilidad que conlleva aprovechar al máximo este privilegio. Ana no duda en agradecer a sus padres el esfuerzo que siempre han hecho por ella desde el poder irse a estudiar a Madrid como a Finlandia como ahora a Estados Unidos: «Es que sin el esfuerzo de ellos y de mis abuelos, yo no estaría aquí».
Una historia de cómo los sueños, a base de esfuerzo y dedicación, se pueden llegar a cumplir.
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