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El tapeo por el Húmedo, la Noche Larga de Astorga, encontrarte con viejos conocidos... todo eso echa de menos Carlos Vázquez González, un maragato que desde hace nueve años vive en la capital de Polonia, Varsovia. Conoció a su actual mujer estando de Erasmus y desde entonces su vida no ha parado. Madrid, Logroño y Varsovia son las tres ciudades por las que ha pasado junto a Eva, la madre de sus dos hijas que se vino a España para trabajar y estar con él.
No fueron fáciles los primeros pasos de Carlos como universitario. Aprobar selectividad y la casi repentina libertad que te da la Universidad provocaron que su primer año en la ULE saliese «su modo rebelde», que le acabaría llevando hasta Madrid para centrarse. «Eso fue mi culpa, la asumo toda y por eso me fui, allí sí que pude sacármela», afirma.
A Carlos le pasó lo que le pasa a cualquier leonés: puedes salir de León, pero León no sale de ti. «Lo echo mucho de menos, sobre todo el ambiente de allí y volver siempre se agradece porque ves a gente conocida», explica, «y eso en Polonia no lo hay». «Recuerdo cuando salía a tomar algo con los amigos por el Húmedo, que salías para tomar una y cuando mirabas el reloj eran las cinco de la mañana», recuerda entre risas.
«He tenido la suerte de haber nacido en la mejor ciudad de España, no me olvido de mis raíces y siempre hablo de la gastronomía», comenta al tiempo que reconoce que lleva León «por bandera». Pero la vida, o el amor, más bien, le ha dirigido por otros derroteros muy diferentes. Fue primero su mujer Eva la que se vino a España para encontrar trabajo aprovechando su relación, donde no tardó en entrar en el Jardín Botánico de Madrid. «Después le salió trabajo en un doctorado en Logroño y yo no tuve problemas para encontrar trabajo allí, así que nos fuimos», relata, «pero a los tres años ella no estaba muy contenta y decidió probar suerte en Varsovia buscando otras cosas. A los 15 días le salió una buena oferta y nos fuimos los dos».
Carlos lo resume a la perfección: «Primero cedo yo y luego cedes tú», así es «como funciona una relación». «Si uno no cede, mal», sentencia. Su vida en Polonia la define como «tranquila». Vive a las afueras de Varsovia y reconoce que hace una vida muy casera, al igual que los polacos, una de las cosas que más le chocan culturalmente: «Depende mucho de la edad, pero aquí la gente más que salir fuera invita a la gente a su casa. En España somos mucho más sociales». Y tampoco son tan «cotillas»: «En León nos conocemos todos y aquí todo el mundo va a su bola, nadie te mira raro ni comenta sobre cómo vas vestido».
Nostálgico de su «tierrina», como él la llama cariñosamente, vuelve «menos de lo que me gustaría». Y es que con dos niñas de seis y dos años la cosa se complica para viajar, si bien «la mayor ha ido ya seis o siete veces a España y la pequeña dos». Bien enseñadas están: «Siempre les hablo de León y les intento explicar de dónde soy yo». «Les hablo de la Catedral, de las Médulas, del palacio de Gaudí...», advierte. Cuando vuelve a sus raíces tiene dos sitios de parada obligatoria: las patatas de Las Torres y El Flechazo. «Son un must, una obligación», señala.
Trabajador del departamento de ciberseguridad en un banco americano, lleva ocho años trabajando allí y desempeñando funciones que en España hubiesen sido imposibles: «La carrera profesional que estoy teniendo aquí no podría haberla realizado en España por diferentes razones, he tenido la oportunidad de hacerlo en Polonia y con esfuerzo y sacrificio he llegado a donde estoy».
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Por eso no se plantea volver «a corto o medio plazo». «Soy de las personas que piensa que si algo va bien para qué cambiar», explica. Con su mujer y sus dos hijas, que hablan «perfectamente» castellano y polaco (él les habla en castellano y su mujer, polaca, en su idioma nativo), tiene una vida asentada, «aunque nunca puedes decir que de este agua no beberé». «Tal y como están las cosas por esta zona con la guerra de Rusia y Ucrania no sabes qué va a pasar, pero a día de hoy no tengo pensado volver», advierte Carlos.»Tenemos de todo, trabajo, casa, las niñas están creciendo bien... a mí me gustaría volver a León en un determinado momento, pero al final lo importante es que tengo familia y que independientemente de todo estén felices», reconoce.
Amante de la gastronomía de la provincia leonesa, por tierras polacas se ha encontrado dos veces con productos leoneses: la primera fue en el supermercado, donde vio chorizo de León. «Lo compré y no duró ni un día en casa», dice. Y la segunda, en una tienda local de productos en la que se topó de frente con garbanzos de Castrillo de los Polvazares: «El precio sería dos o tres veces mayor, pero a los polacos les gusta mucho la comida española», cuenta a modo de anécdota sorprendente.
Con su cuenta de TikTok, 'Yo en Polonia', Carlos vive al máximo su tranquila y templada vida en Varsovia. Echando de menos León, su ambiente y sus tapas, especialmente las de patatas, desarrolla una buena carrera profesional con la esperanza de algún día volver a ser vecino de su ciudad, de la que tanto presume y tanto le habla a sus hijas.
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