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En ocasiones, las placas a la entrada del edificio pasan desapercibidas, para otros ya forman parte de la estética de la calle o el barrio y los más despitados nunca se han fijado. Pero están, y cada vez más. «VuT. Vivienda de uso turístico». Es azul con letras blancas y marca, a la entrada de un bloque, que hay, al menos, un piso que está destinado a alquilarse como vivienda vacacional por días. Los inquilinos suelen ser grupos de amigos que prefieren esta opción a las habitaciones separadas de un hotel o hostal y recurren a una opción más económica que la de un apartamento turístico.
«Molestan, aunque donde vivo está muy aislado y no se oye nada. Sales y notas que hay gente extraña, distinta, que te tocan a los timbres a cualquier hora y te piden si saben dónde tienen que ir, que les indiques». Ana viene de comprar algo. Va a entrar en el portal de su calle, del barrio con nombre de la santa con la que comparte nombre, con apenas veinte números. En uno de ellos hay un hostal que ocupa una planta, un edificio entero de apartamientos turísticos, dos portales con algún piso turístico suelto y otro con todo el bloque con este tipo viviendas cada vez más común.
«Aunque sólo hay un cartel está todo el edificio. Si te fijas hay un cajetín y otros con código. En unos no admiten niños ni mascotas, en los otros sí. Es una calle tan pequeña con tantos... En uno de ellos hay dos dueños distintos. Es que somos muy pocos pero si el Ayuntamiento concede las licencias nos tenemos que aguantar». Ana entra en su portal para ayudar a una vecina. Por la misma acera viene Raúl, jubilado, que sólo comenta: «No he notado nada ni a favor ni en contra, no he notado nada».
No es el único que desconoce que haya cada vez más alojamientos turísticos en la zona: «La zona está tranquila, no veo una presencia turística que pueda molestar. Conozco bien el barrio y lo veo como siempre. A mí no me han llegado quejas de vecinos», comenta Carmen, jubilada.
Opinión que contrasta con la de Ana María, que vuelve a su trabajo en casa tras hacer la compra: «Vivo en Arquitecto Lázaro y no tengo ninguno en el portal, pero cerca sí. El ambiente en el barrio no es el mismo. Llevó muchos años en Santa Ana y no sé... No es tan cercano. Ha cambiado, ya no hay ese trato cercano con los vecinos».
Al otro lado de la calle Telvi camina con una bolsa de la farmacia. Está casi sin voz pero relata su experiencia con esta nueva forma de hacer turismo cada vez más extendida: «El aire acondicionado lo dejan todo el día y en invierno no es tanto porque con todo cerrado no se oye pero en verano es un ruido tremendo, y además cuando hace calor dejan las ventanas abiertas y entra más ruido». A pesar de ello, lo compara con otras situaciones pasadas en las que las molestias a los vecinos eran mayores: «¿El ambiente ahora? No muy mal. Nos molestaban más los que tiraban para el Húmedo a las tres, cuatro de la mañana pitando y dando voces».
Carlos camina con Teresa y dice tranquilo: «Tampoco he notado mucha afluencia de gente. Hay margen, todavía está empezando el tema». Ella añade: «Por la zona donde vivo no veo y pensaba que era más en el centro, no sabía que hubiera en esta calle». Antes de irse se acuerda de algo y apostilla «¡Ah! Yo alquilo un piso, mes a mes, pero sé de un compañero que lo tiene así por temporadas pequeñas y días en La Chantría».
Aunque muchos pisos turísticos pasan inadvertidos, a pesar de que la ley obliga a que se distingan, muchos leoneses de todos los barrios comienzan a ser conscientes de su existencia. Conchita va hacia el centro desde el Polígono X y allí convive con ello «Muchas veces son grupos de despedidas de soltera o de soltero. Los ves entrar con la maleta para entrar y salir pero poco más».
Diferentes visiones de una misma realidad que a unos molesta, extraña o asumen con recelo; otros apenas conocen o entienden qué ocurre. Pero todos, en mayor o menor medida, son conscientes de que apartamentos y pisos turísticos han venido para quedarse en León. Y es que, si la progresión de los últimos años se mantiene, en 2025 se puede superar el millar de viviendas dedicadas a alojamiento temporal en la ciudad. Un hecho que añade más presión a un mercado del alquiler con cada vez menos oferta y más demanda.
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