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Un viaje de un año a Estados Unidos tras acabar la carrera universitaria y continuar formándose cambió el rumbo de Lucía García Cadenas, una orgullosa berciana que hace su vida en Estados Unidos desde hace dos años.
Se fue a raíz de un programa de intercambio de la Univerisad de Valladolid, donde cursó sus estudios de Educación Primaria, conocido como Amity Institute, donde se da «oportunidad a jóvenes docentes de todo el mundo de transmitir la lengua y la cultura española en Estados Unidos». Y a eso se fue Lucía.
Con el título ya debajo del brazo y tras un arduo proceso burocrático para arreglar papeles y varias entrevistas, Lucía aterrizó en el estado de Minnesota, al noreste del país americano. En mayo se graduó y a finales de agosto ya había cruzado el charco. Cuatro meses después, en diciembre, ya sabía que quería quedarse cuando finalizase el programa. «Menos mal que supe que quería quedarme en diciembre porque el proceso es eterno y muy complicado», explica, a lo que añade que tuvo que cambiarse los permisos del visado.
Desde agosto de 2022 Lucía da clases de castellano en el sexto grado en una escuela de inmersión al español, lo que equivaldría a sexto de primaria. «Estoy muy feliz y muy contenta aquí», dice. La vida estadounidense le encandiló por un motivo en especial: sobrevivir económicamente es más sencillo que en España. Y además, mientras esté allí no tiene que opositar, algo que quiere evitar a toda costa y en León puede que no le quedase otra. De hecho, eso es lo primero que responde a la pregunta de por qué está allí. «No me apetece nada opositar, nunca me apeteció estar dos años encerrada en una habitación y me sigue sin apetecer, así que mientras esté aquí no voy a tener que hacerlo y eso es todo lo que busco», señala.
Para Lucía, poder llevar una buena y cómoda vida es imprescindible. Es algo en lo que incide a menudo. «Aquí te puedes labrar un futuro, yo es que veo a la gente de León trabajar mucho y no conseguir todo lo que quieren, van muy pillados a finales de mes», apunta, «y luego veo que aquí, sí, trabajas mucho también, pero puedes tener casa, viajar, salir a comer...». En definitiva, el sueño americano, digamos, sí que se puede cumplir con relativa facilidad. O al menos con más facilidad que en España.
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Sin embargo, y a pesar de que le esté yendo bien, echa de menos lo que define a la cultura española y más concretamente la de la provincia leonesa: el tapeo. «Echo de menos la vida social de allí y estar hasta las dos de la mañana tomando tapas», aunque la mayoría de sus amigos son hispanos, de modo que la cultura que «fluye» entre ellos se acerca mucho a la de España. «Por eso tengo la suerte de contar con ellos», reconoce.
Pero antes de todo eso, mucho antes, Lucía se había mudado de Ponferrada a León en sexto de primaria, justo antes de empezar el instituto «porque mis padres no quería que lo empezase sin tener amigos aquí, y funcionó», señala riéndose. Ni marcharse León tan temprano, ni mucho menos Estados Unidos, le han quitado el cariño que le profesa al Bierzo. «Mi sueño siempre fue trabajar y vivir en El Bierzo, pero la situación económica no es muy favorable y tengo que comer, así que de momento me quedaré hasta que ellos (los de su colegio) quieran», dice mientras vuelve a incidir en lo «a gusto» que se encuentra en tierras americanas.
Ella sentía que ni León ni Palencia, ciudad en la que estudió por el campus que tiene allí la Universidad de Valladolid, eran su sitio. El destino quería que su sitio fuera Minnesota. «Aquí me encontré muy bien después de muchos sitios y me pregunté que por qué no me quedaba», advierte. Y eso que el día que cogió el avión lloró, algo que no se esperaba. «Me decía que qué estaba haciendo yéndome a Estados Unidos», recuerda.
Allí está bien, está claro solo con escucharla. Pero su vida, su familia y sus amigos están aquí. Lucía vuelve cada verano a León, aunque dice que si el viaje no fuese tan caro y tedioso lo haría más a menudo: «Si estuviese en Europa y me costara 200 euros pues iría cada dos meses, pero es que un vuelvo de ida y vuelta barato me sale por 1.200», se lamenta. Aún así, cuando vuelve lo primero que hace es ir a tierras bercianas, no sin antes parar a comer en el Restaurante Ezequiel con su madre. «Nos gusta mucho y siempre la intento llevar cuando vengo».
Si El Bierzo buscase embajador, Lucía sería perfecta para el puesto a muy buen seguro. Esos diez años que estuvo viviendo en Ponferrada hicieron mella y le marcaron intensamente en su vida. Dice que su sueño siempre fue hacer vida allí. A sus 25 años vive a casi 7.000 kilómetros. Machado escribió que el camino se hacía al andar y, quién sabe, si eso forma parte de su camino para acabar allí, donde ella quiere.
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