Lo sé, amables y pacientes lectores. Les pido perdón por dos aspectos necesarios implantados a estos maravillosos artículos sobre la Calle de Carmen. El primero, en referencia a los mapas; sé cuánto cuesta a uno ubicar la zona de investigación, pues yo mismo me peleo ... a menudo con los planos de la ciudad antigua de León, reconociendo pasajes que han desaparecido y sorprendiéndome con su cambio urbanístico, pero esta referencia a los mapas es imprescindible para conocer la Calle de Carmen. Por otro lado, la segunda, se trata de esa espera que les he obligado a soportar. Pero es tanta la información y demasiadas las fotografías que quiero añadir a estos artículos, que preciso de un espacio añadido para poder presentarles una historia redonda, curiosa, misteriosa y atractiva donde las haya.
Publicidad
Como ya bien saben, la calle de Carmen no estuvo dedicada a ninguna Virgen del Carmen, sino que fue nombrada así en honor a Carmen Guisasola Fernández-Ladreda. Pero, ¿quién fue esta mujer y por qué se determinó que la calle, nacida a la orilla del Bernesga y que suponía un brazo de Ordoño II, fuera denominada con dicho odónimo?
Aquí aparece, por primera vez, la figura de doña Carmen Guisasola Fernández-Ladreda. Aquí se expresa lo siguiente, acercándonos a la definición de la calle de Carmen: «La calle del Carmen en León, lleva este nombre en recuerdo de Carmen Guisasola, anterior propietaria de la finca». Aparece, entonces, la distinguida figura del bisabuelo de nuestro entrevistado, son José Severino Rodríguez Añino, quien naciera durante el año 1845 y pereciese a la longeva edad de setenta y siete años, en 1922.
Tal y como se atestigua en este documento, extraído de la Biblioteca Digital de Castilla y León, don Severino fue Concejal del Excelentísimo Ayuntamiento de León durante varios años, aunque su ocupación principal fue la de Médico especializado en Cirugía por la Universidad de Santiago.
«El 24 de marzo de 1881, la buena situación económica de Dr. Rodríguez Añino le permitió realizar funciones de carácter bancario: un comisario del ferrocarril cuyas obras estaban paralizadas por falta de capital recibe de la mano el Sr. Rodríguez en calidad de préstamo la suma de cinco mil pesetas, en buenas y corrientes monedas de oro. El préstamo es por cinco años por un interés del ocho por ciento.»
Publicidad
Suponemos, que a parte de la ganancia que a Severino le traería el interés del préstamo, también encontraría regocijo al ver cómo la estación daba vida a unas tierras olvidadas entre el Hospital de San Antonio Abad y el río Bernesga, que luego se convertiría en Ordoño II.
Don José Severino fue una figura pública muy representativa de la sociedad leonesa, encabezando el grupo de los más activos en esferas políticas y sociales. El 17 de diciembre de 1922, perdía la vida, y así lo reconocía este acta de defunción, que con diligencia nos aporta su bisnieto:
Publicidad
«....ante D. Dionisio Muntado Juez Municipal Suplente y D. Froilán Blanco, secretario Suplente, se procede a inscribir la defunción de D. José Severino Rodríguez Añino, de 75 años de edad, natural de la provincia de Teis, en Pontevedra, hijo de D. Manuel y de Dª Ramona, domiciliado en León. Falleció en su domicilio el día diez y seis de diciembre a las quince y treinta minutos a consecuencia de una bronconeumonía».
A su muerte, dejó a cinco hijos, que le sobrevivieron. Pero su vida no estuvo exenta de desgracias, pues él sobrevivió a otros seis que perdieron la vida demasiado jóvenes. No dejaron de aparecer, durante días, artículos que alababan la figura del médico. Como dueños de los terrenos, Severino y su mujer, Carmen, cedieron al Ayuntamiento una pequeña parte de los mismos para abrir una calle que comunicase el callejero leonés.
Publicidad
Noticias relacionadas
Daniel Casado Berrocal
Daniel Casado Berrocal
Las parcelas, tras la muerte de don Severino, fueron repartidas entre la familia, y en ellas se levantaron varios edificios. Carmen, la dueña de la calle, no llegó a ver su nombre en una placa, pues falleció apenas cuatro meses después que su marido a causa de un coma diabético, un veintitrés de abril.
Uno de sus hijos fue el famoso Enrique Rodríguez Guisasola, quien fuera también facultativo y que dedicase su vida a promocionar la lucha leonesa, deporte que, por lo que parece, fue uno de los primeros que defendió e introdujo en el núcleo de la ciudad de León. Así lo rescatan los artículos que comparto con el lector y que he encontrado en la Biblioteca Digital de Castilla y León.
Publicidad
Aquí, su rostro, como no lo habíamos visto hasta ahora, donado diligentemente por la familia:
Fue en 1934, doce años después de la muerte de Severino y de doña Carmen, cuando la calle se abre oficialmente al público, siendo parte del rico callejero leonés y dedicando una placa honorífica a Carmen Guisasola Fernández-Ladreda. Por aquel entonces, Enrique era la parte visible de la familia, y, aunque muchos, casi la gran mayoría, se dedicaron a la medicina, él era el personaje público, que seguía la senda marcada por su padre, Severino.
Así, con cariño y nostalgia, recordaban a Enrique en el libro El cinto de Honor de la Diputación Provincial:
Noticia Patrocinada
«El activo Enrique R. Guisasola, no paraba ni un momento de idear nuevas cosas que pudieran revitalizar los aluches, dándoles más interés. Con este propósito reunió a todos los componentes de la Comisión Provincial en el Café Bar Victoria, en una balconada que sus propietarios, don Máximo y don César, amantes de las viejas costumbres leonesas, cedieron gentilmente para esta reunión. En ella se aprobó traer a León un grupo de selectos luchadores, veinticuatro de la Ribera y otros veinticuatro de la montaña que lucharían en dos categorías.»
Enrique, abuelo de nuestro entrevistado, llegaría incluso a arbitrar los combates de lucha leonesa y sería muy querido en la zona de León y, sobre todo, en la Sobarriba.
Triste como ninguno fue el día de su fallecimiento, el 6 de septiembre de 1963, cuando los periódicos se llenaron de artículos alabando la figura del hijo, al igual que hicieron en su día con la del padre. Personajes ilustres, como Antonio González de Lama, expresaron así su dolor:
Publicidad
«Ha muerto Enrique R. Guisasola. En el León actual su nombre no bastará a muchos. Para los que vivieron aquí antes de la muerte de Enrique es una pérdida tremenda. Porque con él se nos va uno de los pocos hombres cabales que se pueden encontrar en el mundo y uno de los leoneses más puros, más serios y más enraizados en la tradición leonesa. [...] El, que nunca deseó alabanzas ni homenajes, recibirá seguramente ahora el homenaje de todos los leoneses. Un homenaje sincero, que será el reconocimiento de las virtudes excepcionales que siempre supo practicar humildemente, en silencio».
Otros escribieron también en sus periódicos, como el cronista oficial de León, Victoriano Crémer, o el narrador, del que ya hemos hablado en otros capítulos, Lamparilla. También el Gobernador Civil se apenó por la marcha de Enrique. Todos coincidían en lo mismo. Don Enrique R. Guisasola fue un hombre de excelentes cualidades médicas, pero con unas cualidades humanas extraordinarias fuera de lo común, que dejaron su impronta en las personalidades de la época, que lo despidieron tal y como se merecía.
Publicidad
Su hermana, Carmen Rodríguez Guisasola, que muchas personas confunden con su madre, dueña del Odónimo de la calle, se casó con el famoso arquitecto Manuel de Cárdenas que levantó gran parte de los edificios de León durante la época del boom arquitectónico. Su familia, está emparentada con personajes como la mujer de don Alberto Núñez Feijóo, presidente del Partido Popular.
Debemos corregir, para seguir adelante, el anterior artículo, en el que afirmé que los chalés de Cárdenas, que miran a Ordoño, eran gemelos, lo cual es falso. En realidad, el nº1, en el que vivía el arquitecto, junto a su mujer, era chalé. El otro era un edificio de viviendas.
Publicidad
Recorramos, gracias al bisnieto de Carmen, la historia de las casas, que antes poseía la familia, y que acabaron vendiéndose con el paso de los años.
El ya citado Enrique poseía el número 12 de la calle de Carmen, mientras que su hermana, el número 6. A su hermana, Ramona, le correspondió el 4, a Manuel el 10, y a Matilde el nº8, dueña también del chalet que adquirieron los hermanos Quijano.
¡Qué alegría para unos padres, que consiguieron lo que supongo que desean todos, mantener a sus hijos unidos y a su vera, para ver cómo crecen y comprobar que se convierten en personas de provecho!
Noticias relacionadas
Daniel Casado Berrocal
Daniel Casado Berrocal
La esquina entre calle de Carmen y San Agustín perteneció a Maria Luisa Rodríguez Guisasola y el nº1, que tenía su entrada por Ordoño, perteneció a Manuel de Cárdenas y a su mujer, Carmen.
Todos los demas solares, desde la calle de Carmen, hasta Juan Lorenzo Segura, se vendieron paulatinamente.
Otra de las hijas de Severino y Carmen, María Luisa R. Guisasola, se casó con Luis Díaz de Otazu, otra personalidad de la ciudad. La calle de Carmen se fue transformando, hasta que los descendientes abandonaron las inmediaciones, habiendo transformado un solar vacío en viviendas en las que habitaba el regocijo, y donde los recuerdos se agolpaban, habiendo estos sido testigos de la evolución de una ciudad al completo.
Hoy, la calle de Carmen, que no «del» Carmen, es transitada por todos los leoneses. Y me acerco, paulatinamente a las faldas de lo que entonces fueron los Almacenes Benavides, para asomarme al pasado, y ver toda la calle, ahora colorida por la vitalidad, con los tintes característicos del Blanco y el Negro que arroja el doloroso pasado.
Publicidad
Allí oigo jugar a los niños, recorriendo una avenida que antes tan solo era polvo. Y me doy cuenta, cuando paseo por su rectilíneo entramado, que a mi paso se asoman, a las balaustradas, los habitantes de aquellas Casas, que dotaron de vida a una avenida. Al fondo, me reencuentro con Severino y con doña Carmen, que observan henchidos de orgullo una ciudad que, junto a otros muchos personajes de la historia, han ayudado a moldear.
Esta historia no podría haber sido contada sin la ayuda de mi ya buenos amigos, N. y N., que con tanta amabilidad han ayudado a este Odonista a investigar el pasado de León. A ellos les estoy eternamente agradecido, pues han aportado toda la información y les han hecho también a ustedes partícipes, los lectores, del recorrido histórico por una de las calles más importantes de León.
Me despido, con una reverencia, de los dueños originales de la Calle de Carmen, llamada así en honor a Carmen Guisasola Fernández-Ladreda, contento también de haber narrado su historia y feliz de haber compartido con ustedes un viaje emocionante hacia el pasado de León.
Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.