Una semana más, y ya van menguando los días que restan de febrero, seguimos imbuidos en este apéndice de nuestra historia como leoneses. Hemos conocido, a través de los anteriores artículos, la historia de la inauguración de la estatua de Guzmán el Bueno, así como ... los diferentes detalles de la estatua. Ya solo resta conocer el ambiente, el contexto, y el entorno que la rodea y que tanto ha cambiado durante estos años.
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Pero antes de vislumbrar dichos datos, y de permitir a mi amigo, el Flâneur, invadir la presente sección para hacerse con los mandos de las descripciones más arquitectónicas, resta conocer un factor fundamental. En efecto, no se ha vuelto olvidadizo este Odonista, aunque habiendo recorrido ya tantas calles de León, su cabeza ya confunde hasta la plaza de Regla con la plaza de LA Regla. Recuperando el ímpetu, ya entrando casi en ese día regalado que acompaña a los años bisiestos, viajamos en el tiempo hasta el siglo XIII, donde visitaremos la historia, conociendo quién fue Guzmán el Bueno y por qué tiene una estatua en el centro de León.
Permítanme recordarles, amables lectores, algo que seguramente ya sepan. Toda esta información, que con tanta emoción yo les hago llegar, resulta fruto de la investigación de muchos otros autores, como Wenceslao Segura, don Benito Blanco y Fernández o es proveniente de los ilustres Archivos de Andalucía, de cuyo mérito yo nunca pretendo aprovecharme. Gracias a ellos, estas líneas se han confeccionado, y, con su permiso, seguimos explicando la historia de nuestro héroe español.
Aunque muchos expertos no están seguros, las crónicas, sobre todo las de Ortiz de Zúñiga o las de Pedro Barrantes Maldonado, establecen el nacimiento de Guzmán el Bueno en el antiguo Palacio de los Cea, en el centro de León. Lo que hoy es la Audiencia Provincial de León, fue en su día la cuna de Guzmán el Bueno.
No nace ya con el heterónimo de Guzmán el Bueno, sino que sus padres lo bautizan como Alonso Pérez de Guzmán, siendo su familia una de las más nobles de León.
Su padre, Pedro de Guzmán, fue privado de Alfonso X el Sabio, y ayudó mucho a la consecución de una Castilla consolidada. Marchó a Marruecos, donde se hizo con un gran nombre y forjó una leyenda que ya le acompañaría para siempre. Conozcan, si lo desean, la historia de la lucha entre Guzmán el Bueno y el Dragón en este artículo. A su vuelta a la península, participó en la toma de Tarifa, siendo después nombrado alcaide de la misma, conduciéndole este hecho a la más gloriosa de las gestas, siendo acompañada esta por la más terribles de las pérdidas, que hubo de soportar como valeroso y leal soldado al Rey Sancho IV.
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Recuerden a este personaje, el último y más enigmático Rey de León, el Infante Juan de Castilla, que aun compartiendo una amistad muy ceñida al campo de batalla, terminó enemistándose con Guzmán el Bueno, siendo una pieza más del engranaje que construiría la leyenda del orgulloso defensor de Tarifa. Para entender por qué el Infante Juan traicionó a Guzmán el Bueno, debemos conocer lo ocurrido durante la gesta de Tarifa.
Dediquemos este apartado, el más importante históricamente, quizás, a ceñirnos a un devenir de los acontecimientos certero y sin ornamentaciones, en pos de ser lo más fieles al relato real.
Tarifa estaba, a finales del siglo XIII, en posesión de Marruecos, siendo conquistada más tarde por Sancho IV, nombrando, como ya saben, a Guzmán, como alcaide y defensor de la plaza. Pero Castilla, liderada por Sancho, había prometido a Granada Tarifa, y no contentos con el engaño, estos le declararon una guerra en la que intervinieron los reinos de Aragón, Castilla, Portugal, Granada y Marruecos.
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Aparecieron muchos pretendientes para Tarifa, pues se suma la muerte del primogénito de Alfonso X por aquellas fechas, lo que conllevó a Alfonso de Cerda a buscar alianzas en varios de los reinos aledaños. Pero existían, por ejemplo en María de Molina, varios movimientos estratégicos que consolidaban su poder y pretendían evitar la guerra con Aragón.
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Al fin y al cabo, una truculenta guerra de despachos medievales al más puro estilo de Juego de Tronos. Apareció también Enrique, otro infante que tuvo como defensor al hermano de Alfonso X el Sabio, que había estado preso en Italia durante veinte años, y cómo no, se querían aprovechar de la toma de Tarifa. Pero por mucho que las alianzas fueran el pan de cada día, era Guzmán el que poseía la última palabra y, como comprenderán, no iba a rendir la plaza de Tarifa, pues habían soportado casi una década de sitio.
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En 1303, Guzmán participa en las negociaciones de Tarifa, y Granada finalmente firma el tratado de paz con Castilla, quedándose esta con Tarifa y saliendo Guzmán como el henchido vencedor de tal gesta, siendo dotado de varios terrenos, más de mil soldados y una riqueza inmensa. Pero Guzmán, aun habiendo ganado más de lo que hubiera podido imaginar, perdió algo que amaba más que a su propia vida y que bien han adivinado ustedes, hizo que su sacrificio fuera conocido en todo el mundo y su estatua fuera colocada seiscientos años después en el centro de León.
Muchos son los investigadores que han tratado este acontecimiento, ocurrido en 1294, pero vamos a tomar como referencia al gran don Benito Blanco que dedica su investigación sobre Guzmán el Bueno a Policarpo Mingote, más conocido como Policar, historiador granadino afincado en León que murió en 1919. Blanco hace alusión al episodio del sacrificio del hijo de Guzmán, que rescataremos de su libro: Reseña Histórica de la Defensa de Tarifa (1900).
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«A principios de 1294 creyó a Ben Jacob que le prestaba la ocasión más propicia de recobrar a tarifa porque el infante don Juan expulsado de la Lusitania en virtud del requerimiento de Don Sancho al monarca portugués para que no contraviniese el pacto de no admitir en sus dominios al desterrado por las continuas correrías que esta hacía por tierras de León. Se le ofreció como vasallo prometiéndole recuperar tan anhelada plaza si gente y recursos le prestaba para ello. Pero el áspid del despecho había clavado su venenosa dentellada en el infame corazón de don Juan que en su impotencia para dominar a Tarifa maquinaba con instintos de hiena infinidades satánicas con los deseos de la venganza. Sintió correr por sus venas los escalofríos del más espantoso crimen, y en su cabeza sintió el martilleo de pensamientos siniestros que cruzaban por su mente con las fulguraciones del rayo. Entonces, sólo entonces, pudo apoderarse del primogénito de don Alonso (Guzmán) y prestándolo maniatado ante los muros de tarifa dijo:
-«Este es el niño que me diste para llevarle al rey de Portugal»
A lo que exclamó don Alonso:
-»Conozco que es mi hijo mayor el más amado y querido. Pésame mucho verle en vuestro poder y no él en el de a quien yo lo enviaba.»
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Entonces el niño empezó a llorar diciendo:
-«Padre méteme allá que me quieren matar estos moros»
Y este respondió:
-«Hijo, holgara meterte en mis entrañas para que si te hicieran mal pasar a primero por mí».
Y vieronle las lágrimas a los ojos al ver la cosa que más amaba en poder de sus enemigos. Creyó entonces el inicuo don Juan llegado el momento de poner precio a la entrega de la plaza en la vida del inocente niño y así le dijo a don Alonso:
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-«Que me entregues la villa hoy en todo el día y si no, os mataré vuestro hijo sin piedad alguna».
Guzmán al oír esta proposición le responde:
-«La villa de tarifa yo nos la daré que es del rey don Sancho mi señor y le hizo homenaje por ella pero yo os daré por mi hijo lo que pesare de plata o las doblas que vosotros queréis.»
Más al replicarle de infante que no estaba bien aquel partido y que si no entregaba a la plaza, degollaría a don Pedro Alonso delante de sus mismos muros. Guzmán, en el paroxismo del amor paternal arrasados de lágrimas los ojos y el corazón oprimido pero con el alma sublimada y la razón despierta al cumplimiento de un deber sagrado le dijo:
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-«No engendré yo hijo a mi patria para que fuese con los enemigos de ella. Si don Juan le diese muerte a mí dará gloria, a mi hijo verdadera vida y a él eterna infamia en el mundo y condenación eterna después de muerto. Y porque no penséis que osé de entregar la villa por las amenazas de la muerte de mi hijo, ves ahí un cuchillo con el que degolles por si acaso os faltara arma para completar la atrocidad.»
Y echando mano al que llevaban el cinto lo arrojó a los enemigos diciendo:
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-«Antes quiero que matéis ese hijo y otros cinco si los tuviere que dar la villa del rey mi señor de que le hice homenaje.»
Y dicho esto se retiró de las almenas y entró sin mostrar su ánimo alterado en el castillo donde estaba su mujer doña María ignorante de lo que había pasado.
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Ya ha retomado este Odonista la narración de los hechos, y espero que hayan encontrado tan ilustre y atractivo como lo he hecho yo, este texto de Blanco (1900) que nos traslada a la Tarifa de hace siglos para sentir cómo Guzmán tiraba el puñal sobre la vida de su hijo. Después de esto, siguió hasta 1303 en Tarifa hasta que la guerra terminó y salió de la ciudad, acudiendo a Granada. ¿Cuál fue la causa de la muerte de Guzmán el Bueno, seis años después?
Tras la toma de Algeciras y la de Gibraltar, al que fue acompañado Guzmán por el arzobispo de Sevilla, Juan Núñez de Lara, el héroe de Tarifa fue enviado, por Fernando IV, a las tierras aledañas para comprobar por qué las comunicaciones entre el ejército habían caído. Toman, de camino, el castillo de Gaucín, que ya había sido tomado por El Abbas y en una reyerta ocurrida en las inmediaciones del Castillo, encontró la muerte en 1309, don Alonso Pérez de Guzmán, informándonos Wenceslao Segura de su fallecimiento a través de la carta de Jaime II: «gentes del rey de Granada embaratáronse con ellos y mataron allí a don Alonso Pérez y a cuatro caballeros con él, y de la otra agente como iban en algara comenzaron a derramar a cada parte y mataron hasta treinta de caballo y mil hombres de a pie«.
Para cerrar ya el círculo de la vida de Guzmán el Bueno, es necesario hablar sobre su sepultura, en la Iglesia de Santiponce, que mandó construir él mismo en vida, para albergar los restos de su linaje, junto al yacimiento de Itálica, a las afueras de Sevilla. Guzmán el Bueno no fue trasladado allí, según el Archivo Provincial de Andalucía, hasta trescientos años más tarde, abriendo su tumba en 1570, alegando uno de los testigos que «estaba el cuerpo entero embalsamado y tenía una camisa de tafetán blanco y envuelto en un dosel de brocado verde labrado y una almohada en la cabeza, la misma tela y tenía sus cabellos y sus barbas».
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En 1872 la tumba de Guzmán el bueno sufre un robo, en el que se sustraen la cota de malla, la espada, la daga y el anillo. Aunque una curiosa historia aparece ahora en escena. Hallan, en la colección del fondo documental de Georges Bonsor, en el Archivo General de Andalucía, un pequeño papel plegado que contenía un tejido extraño acompañado de una nota.: «Fragmento del sudario de Guzmán el Bueno». y una referencia bibliográfica que hace alusión a la obra de José Gestoso, historiador de Sevilla.
Como si se tratase del Código Da Vinci, en la nota aparecía una pista «Sevilla Monumental, T.III, p. 579». Los archivistas acudieron al tomo citado, que era obra de Gestoso, y encontraron un pasaje dedicado a la apertura del sepulcro de Guzmán el Bueno, a la que él mismo había asistido durante la reforma de la Iglesia del Monasterio.
Llegaron a la conclusión, los investigadores, de que Gestoso, en un acto de rebeldía o de alevosía, pero con una intención, suponen, de insigne erudito, recogió parte del sudario y lo guardó, para compartirlo después con el arqueólogo Georges Bonsor, que lo habría recibido con tanta ilusión. Tenían, en su poder, parte de la historia, no de León, ni de Sevilla, ni de Tarifa, sino del mundo.
Se confirmó, por la acción del Carbono 14, que la tela pertenecía al mismo periodo en el que había habitado Guzmán el Bueno, y aseguran, por lo tanto, que pertenece al sepulcro del héroe. Ha sido intervenido y restaurado por el Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico y han garantizado que se pueda conservar de cara al futuro.
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Da el Odonista, con esta historia tan especial, fin a la vida y a la muerte de Guzmán el Bueno, que ha esperado siete siglos a ser compartida con todos ustedes. Muchos, seguro, ya la conocían. Otros seguro que están familiarizados con la historia, que nos hace llegar muy diligentemente Wenceslao, o el Archivo General de Andalucía.
Y otros, como yo, habrán quedado sorprendidos por su profundidad y su importancia, así como por las curiosidades y los datos vertidos sobre el asunto. Se despide de ustedes, pero solo hasta la semana que viene, este amante de la literatura, del arte y de la historia, que en León prolifera, y que espera a ser contada por un cronista humilde que les hace llegar las historias de las calles de León todos los miércoles. Pero, si por el contrario, no les gusta León... Ya saben cómo continua la frase.
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