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Entre dimes y diretes, se van pasando las semanas y ya conocemos la historia de la inauguración de la estatua de Guzmán el Bueno. Pero, ¿conocemos realmente la estatua? En este artículo, más directo e ilustrativo, podrán observar los detalles más insignificantes de la estatua de Guzmán el Bueno, que para el paseante solitario pueden resultar vacuos pero que contienen parte de nuestra historia.
La historia de este pedestal es más curiosa de lo que muchos creen. Está elaborado, en parte por Gabriel Abreu y en parte por Julio del Campo, que recibió mil pesetas por su trabajo. Pero lo interesante no es su construcción, sino las citas que están talladas en sus laterales y su corona de laurel.
En 1956, se celebra el VII centenario de la ciudad y se rinde homenaje a don Pedro de Guzmán, hijo de Guzmán el Bueno y que dio su vida por la plaza de Tarifa, siendo este sacrificio el más famoso entre los soldados, por la valía del caballero y por la sangre fría y el patriotismo del mismo.
Se reunieron los leoneses, en dicha fecha, alrededor de la figura de Guzmán, para colocar en su pedestal, una corona de laurel que ha de estar ya siempre con todos los oriundos y los visitantes de la ciudad.
En cuanto a las leyendas grabadas en sus laterales, resulta muy curiosa la historia de cada una de ellas. Parece ser que la Comisión de Monumentos de León, tomó la determinación de investigar el pasado del héroe para elegir tres frases que representasen su gesta:
Preciosa respuesta de Guzmán el Bueno ante las prerrogativas de don Juan. Pero resulta que esta frase, tan valerosa y atribuida a Guzmán el Bueno por la Comisión de Monumentos de León, fue obtenida, no de la Historia, sino de un libro que había escrito Manuel J. Quintana sobre la figura del Héroe de Tarifa. La segunda, que eligieron, fue:
Estas fueron las palabras que Guzmán pareció citar cuando observó que don Juan tenía preso a su hijo y, a las puertas de la muralla, se lo enseñaba como gesto de buena fe, siendo esa la última vez que nuestro héroe lo viera con vida. Muchas otras frases citó el gran Quintana sobre la vida de Guzmán, y otras recogidas en el artículo de Blanco (1900), pero es Wenceslao Segura, el que con tanta emoción ha estudiado la figura de Guzmán el Bueno, y de cuyo trabajo bebe mucho este Odonista entusiasmado, el que nos presenta la última de las frases y la resolución de la Academia de la Historia, que también tenía algo que decir:
Sancho IV había condenado a Guzmán, por su condición de sabio y de bueno, a llevar por siempre dicho apelativo, que le acompañaría hasta nuestros días. Pero don Juan no pudo aprovecharse de su bondad, pues reusó el héroe de salvar al hijo entregando la plaza. Wenceslao nos cuenta, en su artículo, al que animo a todos a leer, «Las lápidas conmemorativas de Guzmán el Bueno», que la Real Academia de la Historia, dilatándose en el tiempo, respondió a los miembros de la Comisión de Monumentos de León, aprobando los lemas pero haciendo modificaciones que acercasen la figura de Guzmán a su vocabulario medieval. Como observan, esas variaciones etimológicas son sutiles y muy superficiales. Pero pusieron como condición que se añadiese, a su cara delantera, la que mira hacia la estación, la siguiente leyenda, propuesta por Eduardo Saavedra y Fidel Fita:
Ya han conocido ustedes todas las partes de la estatua. Ahora resta la verdadera historia del personaje, el héroe y todo cuanto aconteció en la época, que lo dotaron de renombre y de gloria. Conozcan, en el siguiente artículo del Odonista, la vida, la muerte, el sacrificio, y así como alguna que otra curiosidad, de Alonso Pérez de Guzmán, más conocido como Guzmán el Bueno.
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Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
Clara Alba, Cristina Cándido y Leticia Aróstegui
Javier Martínez y Leticia Aróstegui
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