Dicen que fue el primer bandolero leonés y su historia acaba siendo el germen de un pueblo de la provincia de León. La leyenda de Vaca Moca es muy conocida en la montaña central leonesa, en especial en la localidad de Villasimpliz, con la que explican cómo se originó esta localidad.
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Y es que este bandolero, descendiente de los astures, era un joven fuerte y alto que se quería rebelar contra la invasión romana de estas tierras. E hizo la guerra por su cuenta. En una zona escarpada, montañosa y con multitud de escondites entre peñas y valles, Vaca Moca encontró el lugar ideal para asentarse y poder vigilar la calzada romana que transitaba por esa zona.
No era un lugar frecuente de paso de las caravanas romanas. Eso le permitiría pensar bien cada asalto y planificarlo, para lo que contaba con su inteligencia y destreza, pero también con un conocimiento sin igual de este valle. En una cueva, que los vecinos de Villasimpliz aún son capaces de ubicar, se escondía este bandolero.
Todos los asaltos eran igual. Desde su guarida divisaba a lo lejos la caravana romana. Ensillaba a su caballo, aliado imprescindible de Vaca Moca, para planear el asalto en apenas media hora y acercarse. Cuando la caravana estaba a apenas 200 metros de adentrarse en la zona más angosta del valle, el bandolero descendía a toda velocidad, con la cara pintada con unas rayas, al asalto de la caravana.
De esta manera, sembraba el temor de los romanos que dirigían la caravana, lo que ocasionó que nunca se opusieran a él. Es más, era habitual que huyeran, lo que facilitaba a Vaca Moca la tarea de desvalijar la caravana y desaparecer a continuación, en dirección contraria a la ubicación de su guarida.
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No era un lugar frecuente de paso, pero sí lo suficiente como para planificar asaltos con dedicación. El primero de estos asaltos data de finales de siglo I y, durante un lustro, cometió unos cuatro robos al año, amasando así un cuantioso botín. Pero un buen día, su actitud cambió: no se llevó nada material de su último asalto, si no a una joven, Lucretia, hija de un viejo soldado romamo llamado Simplicius.
El legionario rogó a Roma que le entregasen ese valle, una práctica habitual como pago a los soldados veteranos por su servicio al Imperio. Y le fue concedido, sin excesivo problema, construyendo allí su casa donde, más allá de la incuestionable belleza del paisaje y la fertilidad de las tierras, buscaba volver a ver a su hija.
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Este fue el primer asentamiento de lo que hoy se conoce como Villasimpliz (Villa-Simplicii)con la mirada de este viejo soldado puesta en el horizonte, en busca de los ojos de su hija. Su deseo tardaría tres años en cumplirse. En una tarde de verano, divisó a lo lejos cómo se acercaba una pareja y, a cada paso, su esperanza crecía.
Era su hija. Y el abrazo fue eterno, intensísimo. Pero no venía sola. A su lado caminaba Vaca Moca y entre ellos había surgido el amor, fruto del que habían tenido un hijo. Con alegría, pero con cierta resignación, Simplicius aceptó la situación: la felicidad de volver a ver Lucretia pudo con todo.
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La pareja construyó su casa en la otra orilla del río Bernesga que cruza esta localidad y, meses después, levantarían un puente - que hoy se presume en unos vestigios romanos - para unir ambas viviendas.
Así explica la tradición oral cómo se fundó este pequeño pueblo leonés, fruto del amor de un padre y la esperanza de volver a ver a su hija, víctima colateral de la guerra individual que mantuvo el primer bandolero leonés, Vaca Moca, con los romanos.
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