#Heroesdehoy | Aurelio, enterrador: «Ahora la gente graba con el móvil los funerales para mostrarlo a los que no han podido venir»

El sol calienta en este domingo atípico. Escoba en mano, Aurelio se mueve por un cementerio que conoce a la perfección. Ahora, en plena crisis del coronavirus, nunca hubiera imaginado ni por asomo que pondría este final a su vida laboral.

En su día a día no faltan tareas por hacer, desde el mantenimiento de jardines hasta las labores propias de las inhumaciones. El coronavirus ha trastocado los planes de este veterano trabajador, que asegura que todo ha cambiado desde que comenzó la pandemia. «Nunca se había visto una cosa así, tan fea ni tan mala», explica modestamente mientras su mirada se va al suelo, ese en el que reposan los que algún día fueron vecinos de León. «Ahora vemos que las familias no pueden despedirse de sus seres queridos en condiciones; vienen y te preguntan si de verdad el que está dentro del ataúd es su familiar», asegura en tono triste. Hace escasos días, una mujer le pidió abrir el féretro. «Todo está súper controlado y bien hecho, los familiares deben saber y tener la confianza en que se hace correctamente».

En un domingo normal, el sol invitaría a muchos a visitar a sus familiares en el Cementerio de León. Con las visitas suspendidas, el camposanto vive una tranquilidad forzada y muy poco habitual. Tan forzada que se ve alterada más de lo acostumbrado. «Las inhumaciones han podido aumentar entre un 30 y un 40%, ayer hubo siete, hoy tres, mañana ya hay previstas dos... Así es el día a día», señala resignado.

El día comienza a las ocho de la mañana pero Aurelio Ibán ya no va al tanatorio para la reunión de organización de cada jornada. Ahora va haciendo algunas tareas hasta que llegan los dos operarios. «Siento mucho que las familias estén muy tristes, porque la gente que acude, las tres o cuatro personas que vienen, les veo muy fríos porque esto no es como antes», explica el enterrador, mientras señala sorprendido que ahora «la gente saca su móvil y graba y hace fotos del responso, como un recuerdo para aquellos familiares que no han podido venir».

Hay un pensamiento que no se separa de Aurelio. «La gente al no ver al difunto se queda con la duda y con la angustia, pero por eso procuro decirles, después de darles el pésame, que no se preocupen ni tengan duda alguna de que ese es su familiar, porque está todo muy controlado y en León nunca hemos metido la pata en ese sentido».

El protocolo obliga ahora a ponerse mascarilla, bata, guantes y demás indumentaria para inhumar a fallecidos por el coronavirus. «Hacemos un pequeño responso para el que lo solicita, ya que no se puede hacer funeral», recalca el trabajador, que confirma que en estos casos «todo va sellado y desinfectado cumpliendo las normas».

Aurelio y el resto de la plantilla sacan fuerzas de donde se puede. «Nos da ánimo la experiencia que tenemos acumulada y el hecho de que todo el mundo está colaborando para frenar la pandemia», confiesa, incidiendo humildemente en que «nosotros al fin y al cabo somos el último eslabón, nuestro trabajo llega cuando ya se acaba todo».

Sobre si se consideran héroes, nada más lejos de la realidad. «No, ni muchísimo menos lo somos, yo cumplo con mi trabajo y tengo un horario flexible para hacerlo», sentencia Aurelio.

Encargado de trabajar en el punto y final de la vida de muchos leoneses durante estos 38 años, su trayectoria se encaminaba hacia la jubilación en un momento que nunca imaginó que fuera a ser así. Toca ahora poner el hombro para ser el apoyo en días en los que su trabajo, injustamente invisible en muchas ocasiones, sigue siendo fundamental.