Bajo las majestuosas vidrieras y la imponente arquitectura de la Catedral de León, se esconde una leyenda que ha unido a generaciones: la del topo maligno. Este relato, nacido del folclore popular, tiene tantas versiones como leoneses que la cuentan, mezcla la realidad y el mito, dotando a la Pulchra Leonina de un halo de misterio que la hace aún más fascinante.
Publicidad
El origen de esta leyenda, la más famosa de la provincia de León, nos lleva al siglo XIII, cuando comenzó la construcción de la catedral. Según cuenta la tradición, cada noche, todo lo construido durante el día (desde muros a cúpulas dependiendo de la versión) era destruido. Al amanecer, los canteros encontraban su trabajo arruinado. Los rumores se extendieron rápidamente, y los habitantes, incapaces de explicar el fenómeno, culparon a una criatura mítica: un topo gigante que emergía del subsuelo para sabotear la construcción.
La desesperación llevó a los constructores a buscar una solución. En algunas versiones del relato, se menciona que fue un sabio hombre de las montañas quien ideó el plan definitivo. Usando campanas que hicieron vibrar el suelo y captar la atención del topo, logró atraerlo hacia una gran trampa, donde fue finalmente capturado y aniquilado.
Para demostrar que habían vencido a la criatura, los constructores decidieron exhibir su «pellejo» dentro de la catedral. Este acto, además de ser una advertencia simbólica por si otro ser pretendía atacar la gran catedral, devolvió la confianza a los trabajadores. Sin embargo, siglos después, estudios realizados sobre la supuesta piel revelaron algo sorprendente: no era una piel de topo, sino el caparazón de una tortuga laúd, una de las más grandes del mundo.
¿Cómo llegó ese caparazón hasta la Catedral de León? Nadie lo sabe con certeza. Algunas teorías sugieren que podría haber sido traído como ofrenda por algún peregrino o comerciante. Otras, más románticas, lo ven como una pieza colocada a propósito para alimentar la leyenda y atraer la curiosidad de los visitantes antes de contarles, de nuevo, esta historia.
Publicidad
La historia del topo maligno tiene múltiples interpretaciones, y cada una añade un matiz distinto. Algunos creen que simboliza los desafíos reales de la construcción, como la inestabilidad del terreno o las dificultades a la hora de cimentar la catedral. Otros ven en ella una metáfora de las adversidades que siempre surgen en la creación de grandes obras e incluso un enviado del demonio para detener la obra de Dios.
Lo cierto es que la leyenda ha sobrevivido al paso del tiempo y se ha integrado en el rico patrimonio oral de León. El caparazón, que aún puede verse sobre la puerta de San Juan, es un recordatorio tangible de esta historia, un puente entre la realidad y la imaginación de todos los leoneses.
Publicidad
La Catedral de León no solo es un monumento que fusiona piedra y luz, sino también un contenedor de relatos, una bonita caja de sueños que, como la leyenda del topo, conectan con el alma de la ciudad.
Estas historias, aunque nacidas del mito, nos hablan de las personas que sueñan y cuentan historias para dar sentido a la realidad. Porque, al final, la magia de León no está solo en sus calles, está en sus gentes y en las historias que siguen latiendo bajo su suelo esperando ser escuchadas.
Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Te puede interesar
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.