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Las bruxas pueden ser de los personajes mitológicos más famosos del imaginario leonés y que más compartimos con el folklore del noroccidente de España. En la tradición popular leonesa, las brujas han ocupado un lugar destacado como figuras poderosas que oscilan entre el miedo, el respeto y la fascinación. Tal como recoge Nicolás Bartolomé Pérez en su libro 'El imaginario tradicional leonés', estos personajes están profundamente arraigados en las creencias locales, representando una conexión entre lo humano y lo mágico. A través de leyendas y testimonios recopilados a lo largo de los años, la figura de la bruja leonesa emerge como un símbolo de la riqueza cultural y mítica del territorio.
En tierras leonesas, además de bruja, tanto en gallego como en leonés tenemos meiga y bruxa, ambas comunes tanto en Galicia como en Asturias y que remiten al mismo personaje. Un refrán asturiano resume a la perfección la identidad de estos seres en el noroccidente peninsular: «Bruxas y meigas andan xuntas», es decir, que son lo mismo.
La literatura destaca la capacidad de las brujas para transformarse en animales, como gatos, ratones y aves, o incluso en objetos cotidianos. Un relato propio de Alija de la Ribera cuenta cómo una bruja se convirtió en un simple adobe de la cuadra para espiar y hacer travesuras. Este detalle subraya su habilidad para integrarse en el entorno, desdibujando la línea entre lo ordinario y lo mágico.
Uno de los elementos recurrentes en las leyendas leonesas es la relación entre las brujas y el vino. En Quintanilla de Sollamas, un relato popular narra cómo las brujas irrumpían en las bodegas por la noche, penetrando incluso por cerraduras, para catar el vino y cantar en mitad de la noche. Este comportamiento se recoge también en procesos inquisitoriales del siglo XV, donde las acusadas confesaron haber bebido y bailado durante sus reuniones nocturnas, una forma de catigar a las mujeres libres y tacharlas de brujas.
Bartolomé Pérez documenta cómo el gusto por el vino se vinculaba a un carácter subversivo y festivo de las brujas, quienes desafiaban las normas sociales con sus actos, reafirmando su libertad en una época marcada por la represión.
El Padre Cesar Mollán en Quintanilla de Sollamas estudió como en León, los remolinos de polvo tienen un significado especial: se cree que son brujas en pleno movimiento.
En Cuevas del Sil (Palacios del Sil) cuando se formaba un remolino se decía «casóuse una bruxa» pues pensaban que ese efecto lo había provocado el casamiento. En Alija de la Ribera, los remolinos que se formaban en las eras eran considerados brujas y para evitar que levantaran el grano en tiempos de trilla se les amenazaba con el ramáu y la horca o simplemente gritando o insultándolos. Incluso en Las Grañeras (El Burgo Ranero, León) el movimiento de la ropa tendida dentro de la casa era considerado como una prueba de la presencia de brujas.
El escritor Leonés Cayetano Ávarez Bardón apuntó que cuando los rapaces veían acercarse un remolino en las eras que elevaba la paja de las trillas creían que era una bruja y besaban la cruz que formaban con el dedo pulgar y el dedo índice de una mano y al ver como se alejaba el remolino decían: ¡La bruja, la bruja, ye la ti fulana!/¡Miráila. Miráila, mirái como fuye!/¡Anda al demoru, ti meiga!
Esta relación de los remolinos con las brujas se da también en otras zonas del norte de España como Palencia y Valladolid, incluso en el País Vasco, al remolino se le llama sorgiñaize (viento de bruja) pero también se llama así en zonas de Suiza o en Francia.
Esta creencia no es exclusiva de León, ya que en otras partes de Europa los remolinos también se relacionan con la actividad de las brujas. Sin embargo, en la tradición leonesa, esta conexión refuerza la idea de que las brujas son fuerzas omnipresentes que habitan tanto el cielo como la tierra.
Lejos de desaparecer, las historias sobre brujas siguen vivas en la memoria popular. Su presencia no solo evoca el miedo, sino también la admiración hacia figuras femeninas que desafiaron los límites impuestos. Bartolomé Pérez afirma que estas tradiciones son «esenciales para entender cómo las comunidades rurales interpretaban y enfrentaban lo desconocido».
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Hugo García González
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A través de estas leyendas, las brujas de León nos recuerdan que la magia no solo habita en lo fantástico, sino también en lo cotidiano. Cada remolino, cada copa de vino o cada objeto extraño en una cuadra puede ser una invitación a mirar más allá de lo visible y a descubrir las raíces profundas de un imaginario colectivo que conecta a León con el misterio.
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Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
Clara Alba, Cristina Cándido y Leticia Aróstegui
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