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La muerte del papa Francisco, el cónclave y la elección de León XIV como nuevo pontífice han copado las portadas de todos los periódicos y de todos los informativos de todo el mundo. Roma se ha convertido en un lugar de peregrinaje para miles de personas ansiosas por conocer los entresijos del Vaticano.
Unos entresijos que hace más de 500 años ya descubrió el personaje que ocupa esta sección esta semana porque se codeó con cardenales, clérigos y papas, entre ellos Alejandro VI, el papa Borgia; Julio II, el papa guerrero o León X, el papa Médici al que «le encantaba cómo cantaba».
Su primer curso fue en 1846 como Instituto Provincial de Segunda Enseñanza y en 1901 pasó a denominarse Instituto General Técnico. Hasta 1907 fue masculino, luego mixto y a partir de 1938 femenino. En 1947 cambia de nombre y en 1968 de ubicación volviéndose mixto de nuevo. Desde 1970, la avenida Ramón y Cajal alberga uno de los centros educativos con más tradiciión de la ciudad, el IES Juan del Enzina.
50 años de historia entre sus paredes que esconden muchos más si se profundiza en la relevancia del hombre que le da nombre. Y es que la vinculación de León con la curia vaticana no viene sólo por León XIV.
Pero, ¿quién fue Juan del Enzina y por qué un instituto de León lleva su nombre?
Nacido en Salamanca en torno a 1469, Juan del Enzina o Juan de Fermoselle fue un clérigo, músico, poeta y dramaturgo que vivió a caballo entre España e Italia en la época de los Reyes Católicos, corte en la que tuvo un papel muy relevante.
«En música ha quedado a la altura de algunos otros grandes maestros de la época como Mateo Flecha o Juan de Anchieta» comenta Luis Hernández, director del Instituto Juan del Enzina, mientras que en el mundo de la poesía, asegura, quedó en el escalón intermedio entre Jorge Manrique y Garcilaso de la Vega, destacando en el teatro como uno de los primeros iniciadores del teatro español y de lo que luego será el entremés de Lope de Rueda.
Se graduó en Leyes y cursó estudios universitarios al mismo tiempo que se ordenaba de menores y se formaba musicalmente en la capilla de la Catedral de Salamanca: «Él va a iniciar su carrera de músico, que para entonces estaba muy asociado al tema de la iglesia y de las capillas que tenían las catedrales», afirma Hernández.
Aspiró a dirigir el coro de la capilla de la seo salmantina pero al no conseguirlo «da un salto al mundo de la nobleza, el otro poder que tenía dinero para financiar una carrera musical», reconoce el director. Así, se pone al servicio de los Duques de Alba destacando en su corte y no sólo como músico sino también como poeta y dramaturgo.: «Va a ser de los primeros en realizar las églogas, unas representaciones teatrales en el ámbito doméstico», destaca Hernández.
Tanto llegó a ser su éxito que acabó en la corte del príncipe Juan, hijo de los Reyes Católicos que residía en Salamanca: «Es su etapa de mayor producción y hará una poesía un poco variada que va desde lo religioso a los temas más serios, desenfadados e incluso pincantes. Es un personaje que parece que plasmaba en sus obras sus vivencias», reconoce el director.
Se convierte así, Juan del Enzina, en «una especie de poeta y músico oficial de la corte del príncipe Juan hasta la muerte del heredero a la corona en 1497 quedando así sin oficio ni beneficio», afirma Hernández.
Escribió por aquella época su célebre «Triste España sin ventura, todos te deben llorar. Despoblada de alegría, para nunca en ti tornar», lamentando la muerte del infante «aunque en realidad es él que se quedó sin ventura», reconoce Hernández.
Con esta muerte, el músico toma una «decisión radical y se va a ir ala Italia del Cinquecento, a Roma, a vivir en las grandes cortes de los grandes papas de la época». Allí gozó de la protección de diferentes papas como Alejandro VI, Julio II o León X, siendo con este último con quién tiene más relación porque «le encantaba cómo cantaba», reconoce Hernández.
En Italia siguió haciendo composiciones, pero de una manera más madura. Tras diferentes viajes entre España e Italia por órdenes de la curia vaticana y cumplidos ya los 50, Juan del Enzina se ordenó finalmente sacerdote viajando a Jerusalén a oficiar su primera misa.
Enmendada así su vida y limpio de pecados, Enzina busca un lugar de jubilación y obtiene de León X el priorato de la Catedral de León: «En otoño de 1523 fue cuando llega a nuestra ciudad en un cargo que no tenía unas obligaciones demasiado amplias y le permitía tener una especie de retiro o de jubilación», afirma Hernández.
Juan del Enzina murió a finales de 1529 y su cuerpo fue trasladado a Salamanca para ser enterrado bajo el coro de la catedral.
Un espíritu inquieto, preocupado por su ascenso social y, como buen artista, por su fama y su prestigio que vivió en la corte de reyes y papas para pasar una vejez tranquila en un León que a día de hoy aún le recuerda con diferentes testimonios de su paso por la ciudad: «Hay una placa colocada en la esquina de la plaza de Regla con la calle Ancha, y además se sabe que tuvo casas de alquiler en la calle Cardiles con las que completaba sus ingresos», reconoce Hernández.
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