Diario de una cuarentena: (Parte XI)

Esta cuarentena me está poniendo en contacto cotidiano con muchos amigos que ahora viven fuera de mi alcance geográfico

Ninoska Sánchez Alonso

León

Martes, 14 de abril 2020, 12:17

En esta nueva fase los días van recuperado sus nombres y sus fechas.

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Por un lado, pasan cosas. Hoy, por ejemplo, vuelvo a Zoom para lo que se ha convertido en una cita semanal. Salvadora rutina - acaso todas las rutinas lo sean. Por cierto, que ... tengo que volver a pedir a este grupo de amigos las referencias de libros y películas que me dieron la semana pasada, porque Nala se ha comido esta mañana el papel donde apunté todo.

Por otro lado, hay que coger las riendas del tiempo y organizar todas esas cosas que pasan, dando un sentido a los días. Y al futuro al que nos llevan.

Nala se aburre, diría, pero me parece que es la única. Adolescente tiene sus clases, sus deberes y sus ratos de pantalla donde ve antes de tiempo las películas que me recomiendan más tarde mis amigos; Niño tiene también sus clases, los deberes que hacemos juntos y las horas (¡demasiadas!) de videojuego teleconectado con sus amigos del colegio; Nala va de acá para allá esperando el momento del paseo (los momentos: son dos); y yo no paro. Nunca me habían llegado tantas propuestas, buenas y gratuitas, de ocio y de cultura, pero no me ha dado tiempo a probar ni la primera. No creo ser la única.

Lo más gratificante de recibirlas es el propio mensaje: esta cuarentena me está poniendo en contacto cotidiano con muchos amigos que ahora viven fuera de mi alcance geográfico o que, viviendo cerca, están en unos sitios a la hora en que yo estoy en otros. Y es que, ya lo dije otro día, ahora estamos todos igual de cerca o de lejos. La cuarentena ha eliminado la distancia física como elemento de relación o de falta de relación, lo cual está muy, muy bien. Me llegan revistas españolas vía Francia, música inglesa vía Colombia, noticias de México vía USA e iniciativas escolares vía Australia. Si esto no es una prueba de que la crisis es mundial, que alguien me lo explique.

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En Australia están como nosotros en España: niños en casa, clases online, padres teletrabajando, haciéndose cargo de esos niños y de sus clases. Pero protestan y dicen cosas muy razonables. Traduzco libremente:

«Trabajar, ser padres y enseñar son tres cosas muy diferentes que no se pueden hacer al mismo tiempo. No nos es difícil porque lo estemos haciendo mal, es difícil porque es demasiado. Si hay que elegir, y en algún momento habrá que elegir, elige la conexión con tus hijos; Elige jugar en vez de discutir por una asignatura».

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Dicen más cosas, pero de momento me quedo con esto. De lo que habla, en realidad, es de falta de tiempo. Hasta en el fin del mundo el problema que complica la cuarentena es la falta de tiempo. O de organización de prioridades.

Si algo estoy aprendiendo en esta crisis es a identificar lo esencial. No es que lo dudara antes, pero ahora estoy empezando a «poner primero lo primero». Con la mano en la cintura, que dice otra amiga a la que veo poco, pero quiero mucho. Hasta en el trabajo he decidido elegir y atender lo esencial en detrimento de algunos requisitos administrativos. Lo primero es lo primero. No hay tiempo para más.

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Y el tiempo que de todos modos queda… nada. O todo: pienso. A lo mejor por eso no tengo tiempo de ver películas o series – aunque más me valdría bloquear un poco para hacer algo de ejercicio-.

En esta segunda fase se empieza a hablar de futuro. Y para eso hay estar en forma y pensar un poquito.

Mientras tanto, nuestros sanitarios luchan en el ultrapresente. El futuro aún no llega y ellos no tienen tiempo de pensarlo.

En Australia dicen también: «Estamos en esto juntos».

A las 8, todos a los balcones.

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