Diario de una cuarentena (XVI)

Combiné tres métodos para medir mis pasillos: tiempo en el reloj, 65 pasos por vuelta y contar las vueltas sacando un frasquito de esmalte de la bolsa al terminar cada una

NINOSKA SÁNCHEZ ALONSO

León

Martes, 21 de abril 2020, 17:36

Esta mañana he vuelto al pasillo con la única duda de qué método escoger para no perder la cuenta. Ya no tengo en casa canicas ni ábacos de colores pero, necesidad obliga, hay otras cosas.

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En los sitios más variados de mi casa pueden aparecer ... los objetos más originales. Aunque a veces, en lugar de aparecer desaparecen: hace dos días Nala tenía una pata pintada de rosa, y una oreja. Salvo que la sangre de los perros sea magenta y no se oxide, no era sangre. A Nala le gusta birlar y morder bolígrafos, lápices y rotuladores, y nunca sabremos cuál cogió, ni de dónde. A Adolescente, cuya joven edad conlleva una cierta tendencia al desorden, también le gustan los colores: los busca y los aplica a todo lo que toca. Y a veces los deja en cualquier sitio: esta mañana su bolsa de esmaltes de uñas estaba en el silloncito de la entrada.

Combiné tres métodos para medir mis pasillos: tiempo en el reloj, sesenta y cinco pasos por vuelta y contar las vueltas sacando un frasquito de esmalte de la bolsa al terminar cada una. Y así, con la cabeza libre, empecé a andar.

Os lo recomiendo. Encarecidamente os lo recomiendo.

Al principio Nala se vino conmigo dando saltos de contenta, pensando que iba a algún sitio. A las dos vueltas asumió que no y abandonó el pasillo.

A ver, cómo lo digo. En su cabeza de perro yo no iba a ningún sitio. Pero en mi cabeza de humana (sapiens sapiens) sí iba. Y sí voy, a cada paso. Concentrada y creativamente, pienso, coordino movimientos que seguro que coordinan neuronas (o viceversa, qué más da) y fabrico fuerzas para convertir en hechos lo que esas neuronas, despertándose, planifican. Porque obras son amores, que no buenas razones.

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En la bolsa había cuarenta y cinco frasquitos de esmalte, todos distintos. Lo sé ahora: saqué todos.

Caminar potencia la creatividad incluso si se camina por interiores. No sé si Steve Jobs lo sabía cuando caminaba, ni qué influencia han tenido sus productos en el comercio electrónico actual. Lo que sí sé es que esta cuarentena habría sido muy otra sin los intercambios que, pese a todo, tenemos. Online, por supuesto.

Cuando tantas cosas tradicionales se están viniendo abajo, otras florecen. Por ejemplo, están manteniendo el tipo las tiendas online puras mucho mejor que las versiones adaptadas de los comercios físicos tradicionales. Y sospecho que el comercio es solo un ejemplo. Desde luego, Amazon e e-Bay funcionan.

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Acaba de llegar mi bicicleta.

Mientras tanto, nuestros sanitarios siguen al pie del cañón. Leo noticias contradictorias de UCIs más disponibles, de respiradores insuficientes, de falta de homologación de algunos que sin embargo funcionan y salvan, de militares en permanente servicio y de los que se habla poco, de datos que empiezan a ser esperanzadores y de pueblos que han decidido pasar a la acción: se han unido para confeccionar batas, mascarillas, lo que haga falta. Cito uno en homenaje: Escañuela, en Jaén.

Detrás de todas y cada una de estas noticias están nuestros sanitarios. Detrás de cada material y de cada ausencia de material, están ellos, que no cejan.

Como cada día, a nuestros héroes, gracias.

Y a todos los que me acompañáis en estas crónicas desde el confinamiento, igualmente gracias.

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¡Besos, ánimo y esperanza!

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