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Diario de una cuarentena: (Parte XII)

Diario de una cuarentena: (Parte XII)

Ninoska Sánchez Alonso

León

Miércoles, 15 de abril 2020, 12:03

A medida que avanzamos por la fase 2 la vida se vuelve cotidiana. Normal. O normal solo a medias, porque la calle sigue estando fuera y nosotros dentro.

Por las redes circulan menos chistes que antes (aunque no se paran del todo, ... genio y figura) y empiezan a aparecer preguntas que cuestionan todo menos la entrega de nuestros sanitarios.

Si miro atrás, y mira que me gusta más mirar hacia delante, llevo una docena de días haciendo de cronista de circunstancias. Empecé sin darme cuenta y de repente estas pequeñas crónicas desde el confinamiento empezaron a dar forma a mi manera de vivirlo. Día tras día, porque cada día era una confirmación de que lo que nos está pasando no es un (mal) sueño.

Ayer decía que se empieza a hablar de futuro. Eso significa que empezamos a aceptar lo que tenemos encima. Hubo un momento en el que las conversaciones eran más una negación o un interrogante, pero ahora sabemos todos dónde estamos. Y tenemos dos tareas. Una, vivirlo; Y otra, sobrevivirlo.

Quizá lo que yo llamaba 'Fase 2' no es otra cosa que el presente, que encuentra su sitio. Un presente extraordinario y efímero (por favor, que lo sea) pero presente simple.

En Gramática se estudia que el presente se utiliza sobre todo para expresar futuro: mañana voy al cine, por ejemplo. O, más acorde con los tiempos: mañana me quedo en casa.

Este presente acotado y pasajero es el camino a un futuro para el que estamos buscando fecha de inicio. ¿Mayo, aunque sea a finales? Porque este abril se da ya por empleado, y pensar en llegar a junio entre cuatro paredes se hace inconcebible (no digo yo que lo sea del todo).

En situaciones normales el presente es todo menos urgente. El presente es y está simultáneamente, sin prisa. Pero en esta normalidad a medias el presente bascula entre tiempo detenido y urgencia por que acabe. Y es ahí donde las cosas cotidianas se hacen sitio.

He conseguido empezar una clase de gimnasia en un directo de Instagram. Solo el calentamiento, porque el directo me pilló entre clase y clase de las mías, pero ya puedo decir que he empezado.

No me han entregado la bicicleta estática que había pedido hace diez días a los grandes almacenes más fiables del país. Justo antes de la primera clase me llegó el email de confirmación de entrega y al final de la segunda me llegó otro tramitando su devolución. Ya sé que estamos en un período excepcional – justo por eso necesito esa bicicleta de manera excepcional- pero la decepción y el enfado no entendieron de excepciones.

En mi planificación diaria no tengo margen de error, y mientras estaba en el salón -fuera de horario- peleándome en el ordenador y por teléfono con el servicio de atención al cliente e intentaba buscar ¡a estas alturas! un sitio de venta online con stock de bicicletas, Nala se comió el salmón al horno en la cocina.

Dejó un trozo.

Hoy es el cumpleaños de una amiga muy amiga. Y de otra. Y del hijo mayor de otra. Tengo que encontrar tiempo para hablar con ellas. Y de volver, ya mañana, a Mercadona a comprar más pescado.

No sé si estas crónicas van a espaciarse a medida que encuentre, en este presente detenido y urgente, inspiración y tiempo para cimentar el futuro. Se han convertido en un lugar de encuentro de amigos que se pasan por aquí cuando les cuadra, y no me gustaría cerrar este bar del que soy la principal cliente.

Si algún día cierro por inventario -pasan tantas cosas que voy a tener que ordenarlas- abriré al día siguiente.

Mientras tanto nuestros sanitarios no cierran, no descansan en su presente definitivamente urgente. De sus cuidados salen cada día muchas personas camino de un futuro recuperado.

A las 8, y siempre, gracias.

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