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Diario de una cuarentena: (Parte VI)

Diario de una cuarentena: (Parte VI)

Ninoska Sánchez Alonso

León

Sábado, 4 de abril 2020, 17:44

Pensaba yo hablar de datos, de los que nos dan y de los que son, y del paternalismo insoportable de que no coincidieran al principio, pero me he preparado un té para acompañarme y al ir a coger la taza he dudado.

No solo ... por la taza - para escribir buscaba una que me fuera muy propia- sino por los propios datos.

Hablar o no de números. No lo haré.

En mi caso tomé contacto con la preocupación del coronavirus bastante antes de que explotara oficialmente en España. Mi sobrina estaba de Erasmus en Italia y sus padres, en primera línea de información, empezaron a mandarnos mensajes cada vez más alarmados de precaución extrema y de aislamiento (que la niña se resistiera a repatriarse y que acabara saliendo en el último avión que voló de Italia a España es otra historia, y acabó bien. Un día la cuento). La cuestión es que ya entonces una cosa era la situación clínica en Italia y otra muy distinta el relato que se hacía aquí. O más bien el no-relato.

Un poco por vieja y otro poco por oficio, identifico bastante bien los códigos de las declaraciones públicas (en ocasiones veo la Matrix). Y el guion, las formas, la expresión entera de mucha «información» (con muchas comillas) que hemos recibido es de un paternalismo que solo inspira desconfianza. Como si no fuéramos capaces de gestionar el conocimiento. O como si fuéramos más fáciles de manejar sin ese conocimiento.

En la prensa de hoy aparecen artículos de matemáticos cifrando en cantidades sideralmente distintas a las oficiales el número de contagiados por este virus que nos enclaustra (ya he dicho que no hablaría de números, en este momento eso ya es solo una cuestión técnica) y hablando sobre todo de la información que sí dan otros países. En Italia, por ejemplo, se publican a diario estadísticas de afectados por franjas de edad y de letalidad en cada una de ellas. En España no se dicen, y esto no solo me molesta: me hace desconfiar.

Pero, por su mayor trascendencia, me molesta mucho más que el paternalismo oficial llegue a no informar con transparencia, insistencia y didáctica de la propia naturaleza del virus. O si lo hace, a mí no me llega. He tenido que enterarme por una infografía en whatsapp del porcentaje de lejía y agua en la mezcla barata y casera que desinfecta todo (2% de lejía, 98% de agua); de que el virus se desactiva al lavarlo con agua y jabón, o con cualquier mezcla con alcohol a más de 65%, porque disuelve la capa de grasa externa que lo protege; de que ,en fin, el virus no es más que una molécula de proteína protegida por una capa de grasa, y si desintegramos esa grasa, pues fin del virus.

Ya dije en otro momento que no soy científica, pido perdón de antemano por la simplificación extrema de todo esto. ¿Pero no hubiera sido más fácil contarlo? En todos los hogares sabemos deshacernos de la grasa. ¿No hubiera sido más efectivo informar a la población de la razón por la que es tan, TAN efectivo lavarse las manos para protegerse del contagio?

Confianza. La confianza combate el miedo. O, dicho a la inversa, la desconfianza lo provoca.

Hemos pasado miedo. Yo lo he pasado, al menos. Miedo y niños a mi cargo. Miedo y padre octogenario. Miedo e incertidumbre alimentada por el teatro de las declaraciones públicas. Y eso que soy de naturaleza racional.

Qué miedo inútil y, sobre todo, qué ineficaz en una lucha que precisa del máximo rendimiento de cada recurso movilizado. Y nosotros, la población, antes que víctimas somos el primer recurso.

Al final resulta que es esa población desinformada la que ha transformado Ifema en un hospital de 1500 camas, construyendo sus entrañas en tres (3) días; la que se organiza para abastecer a mayores aislados; la que alienta a unos sanitarios, los nuestros, que -sin defensas- luchan en primera línea de batalla.

Yo ya había elegido la esperanza y la corresponsabilidad antes de que estas noticias hicieran imposible acobardarse en cualquier otro campo. Por eso ahora los números son solo una cuestión técnica y yo he decidido no hablar de ellos.

Pero sí demando información para que nosotros, la población, podamos organizarnos. Esta misma tarde el Primer Ministro francés ha anunciado que el confinamiento durará en Francia, como mínimo, hasta el 15 de abril. Los franceses podrán organizarse, aunque solo sea psicológicamente, para vivirlo. Y nosotros, ¿qué sabemos del nuestro?

En el día a día en el que vivimos al día (sic) hoy hemos vuelto a salir a los balcones y a aplaudir. Los españoles aplaudimos a la parte de los nuestros que siguen luchando por nosotros.

¡Va por ustedes!

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