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Diario de una cuarentena: (Parte IV)

Diario de una cuarentena: (Parte IV)

Ninoska Sánchez Alonso

León

Jueves, 2 de abril 2020

Hoy he vuelto a la fecha oficial para hacer gestiones. 25 de marzo del año del coronavirus. O del confinamiento.

Nos encantó 2020. Sonaba redondo, veinte veinte. Ahora me doy cuenta de que desde hace un par de semanas no he vuelto a ... oír su nombre, uponiendo que los años se llamen por sus dígitos. Lo que es seguro es que el virus ha bautizado a éste.

Es inesperada la rapidez con la que nos hemos adaptado los que lo único que tenemos que hacer es ralentizar el contagio.

Hoy he tenido dos reuniones por Zoom (nombro la aplicación por puro agradecimiento, me está permitiendo mantener tanto mi actividad profesional como alguna relación personal importante). Ambas fueron, en sí mismas, un ejercicio de vida normal. Confinadamente normal. Las dos van a repetirse en breve como quien se cita naturalmente para mañana a la misma hora o para el próximo miércoles. Porque hoy es miércoles.

En mi caso y en mi casa los días empiezan a diferenciarse. Las mañanas de los martes y los jueves son complicadas por mis clases, lo cual deja mañanas alternas complicadas por las clases de mis hijos. Las tardes se llenan, en cambio, de cosas pendientes.

Hay un nuevo rito: los aplausos de las 8. Cada día más debidos. Cada día más fuertes, más tempraneros y un poco más largos.

En una de las cajas que he revuelto estos días buscando cosas que antes no hacían falta -un cable Lan, que no he encontrado- ha aparecido una castañuela. Una, no un par. Viene del traslado de Francia, al sacarla de la caja saqué también el recuerdo de haber decidido no abandonarla. Ahora suena, y se me cansa el antebrazo de tocarla, mezclada con los aplausos.

El primer día grité: ¡Gracias! No fui la única, pero no se repitió. Vivo en un vecindario discreto, de menos músicas de las que me gustaría, y la gente no grita. Yo tampoco.

Pero a las 8 de la tarde, estructurando y normalizando el confinamiento, suena mi castañuela trashumante más fuerte que mis manos.

Mañana, como antes, será jueves.

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