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Manifestantes en una concentración en favor de la autanasia. AFP
La desesperación de Sara: «Nos llamaba preguntando si había salido una cura»

La desesperación de Sara: «Nos llamaba preguntando si había salido una cura»

La asociación de enfermos de ELA recibía llamadas recurrentes de la leonesa fallecida preguntando dónde recibir un tratamiento

A.ARCE

Oviedo | León

Domingo, 15 de agosto 2021, 09:21

La ELA (Esclerosis Lateral Amiotrófica) es una enfermedad neurodegenerativa incurable. Puede terminar provocando parálisis, afecta a la voz, a la deglución y a la capacidad de respirar, y la mayoría de personas que la sufren terminan falleciendo de un fallo respiratorio entre dos y cinco ... años después del diagnóstico. Sara F.-L., la ingeniera leonesa de 35 años afincada en Cangas del Narcea que se quitó la vida en compañía de dos amigos en la madrugada del pasado miércoles en la habitación de lujo de un hotel del centro, la padeció durante el último lustro y sabía que su trayecto vital se estaba agotando. Sin embargo, trató de encontrar una salida hasta el último momento y buscó la ayuda de neurólogos de toda la geografía nacional y asociaciones -formaba parte de Derecho a Morir Dignamente y defendía la aplicación de la eutanasia-. «Era una chica joven y llamaba muchas veces preguntando si había salido algo o si se había encontrado alguna cura, intentó encontrar un tratamiento incluso fuera del país, preguntaba a dónde podría ir».

Así lo explicó ayer la presidenta de la asociación ELA Principado, María José Álvarez, uno de los colectivos a los que no pertenecía pero sí contactaba recurrentemente. No lo consiguió. Y su caso no es el único. La unidad del HUCA especializada en esta enfermedad tenía a 125 pacientes diagnosticados de ELA hace un mes. «Estos enfermos sufren un abandono entre comillas», abundó Álvarez. En parte, «de la Seguridad Social, porque no asume la rehabilitación ni la logopedia y con ello sí les podría ayudar, aunque no a curarse, sí a mejorar su calidad de vida».

Los enfermos de ELA, en ese sentido, piden una cosa, sentenció: «Que nos ayuden a vivir y a que no nos sintamos un estorbo para nuestras familias, porque así duraríamos más tiempo, pero con la condición de que cuando yo diga 'hasta aquí', me ayuden a morir», expresó, al tiempo que reivindicó la «necesidad» de poder utilizar el «hospital para neurodegenerativos de Langreo».

«Enfermedad terminal»

La lucha de la leonesa fue larga, pero al final ya casi no salía de casa. Hace un año, en un grupo de apoyo 'online' para pacientes incurables, ella misma se presentaba de esta forma: «Hola, tengo 33 años y padezco una enfermedad terminal».

Su vida terminó para siempre hace tres días, a las cinco de la madrugada, tras ingerir un bote de barbitúricos y dejarlo todo grabado en vídeo para el juez y eximir a sus amigos, también de DMD, de toda posible culpa.

La Policía Nacional la encontró sobre la cama, y fuentes de la Jefatura aseguraron después a este diario que «es el primer caso de este tipo que recordamos en Oviedo». La mujer había reservado la habitación un día antes, el lunes, y se registró acompañada de un hombre de 70 años. Nada hizo presagiar a los empleados del hotel que esa noche se quitaría la vida en compañía de dos personas.

Tras las preguntas, mientras los funcionarios de la brigada de la Policía Científica terminaban de recabar todas las pistas en la habitación, una pareja acompañó a los amigos de la fallecida hasta el lugar donde habían aparcado el coche. El caso está en manos del juez.

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