Emilio junto a un amigo en los bailes de Viena.

De las cañas de León al café de Viena: «La gente aquí es más casera»

Emilio Manuel Casanova, el biólogo que encontró su ritmo en la ciudad de la música, comparte cómo una oportunidad de trabajo lo llevó a convertir la capital austriaca en su hogar

Diego Nicolás Alonso

Domingo, 1 de septiembre 2024, 09:14

Hace casi dos décadas, un joven biólogo leonés decidió cambiar el rugido de su tierra por el suave murmullo de una ciudad a orillas del Danubio. Emilio Manuel Casanova, entonces un recién doctorado, cruzó las fronteras de España con una maleta llena de sueños y una invitación inesperada: un puesto en un equipo de investigación en Viena. «Salí de España tras acabar el doctorado. Soy biólogo y tenía unos amigos aquí en Viena que estaban haciendo un estudio sobre el cáncer y necesitaban a alguien con unas características específicas, y fui para allá», recuerda Emilio.

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La música y arte de Viena

Viena, una ciudad que respira música y arte en cada esquina, abrió sus brazos a Emilio en el 2006. Lo que comenzó como una aventura profesional se transformó en una historia de amor con una capital donde el pasado y el presente bailan una sinfonía inigualable. «La adaptación fue muy buena, me gusta mucho Viena. Es una ciudad muy tranquila, tiene de todo: cultura, buenos salarios, y está muy bien organizada. El servicio público funciona muy bien, a mí me parece una ciudad muy agradable», confiesa Emilio, mostrando un entusiasmo y felicidad que revela su aprecio por cada rincón que pisa.

Emilio junto a su madre y su tía.

Pero, como toda buena sinfonía, la adaptación tuvo sus notas más bajas. «Igual lo que más cuesta al llegar es el idioma», admite, refiriéndose al alemán, una lengua que puede parecer impenetrable para el oído leonés. Sin embargo, Emilio no estaba solo en esta odisea. «Aquí en Viena había siete leoneses registrados», comenta, sugiriendo que, incluso en el corazón de Europa, el espíritu leonés encuentra su lugar.

Una fusión de culturas

Viena, con su mezcla de precisión germánica y calidez mediterránea, ha sabido conquistar a este leonés. «Aunque sean austriacos no dejan de tener una vertiente alemana, pero también tienen una vertiente mediterránea. Saben vivir, las terrazas y eso también lo hacen. Pero bueno, igual la gente aquí es un poco más fría, pero no mucho», reflexiona Emilio. Esta fusión de culturas, donde «las reglas se respetan con la misma devoción que los placeres sencillos de la vida», ha enseñado a Emilio a valorar la libertad personal en un entorno donde «la crítica social es casi inexistente».

Sin embargo, no todo es armonía en la vida vienesa. Emilio destaca una diferencia que, para un leonés acostumbrado a la vida nocturna, resulta más que notable: los horarios. «Aquí en invierno a las 17:00 está todo muerto», describe Emilio, pintando un cuadro de barrios silenciosos que contrastan con el «bullicio» invernal de León. «Los fines de semana también se notan mucho, cuando los mercadillos de comida a las 13:00 se vacían, los barrios quedan desiertos. La gente es más casera que en España», añade, dibujando la rutina de una ciudad que, aunque culturalmente rica, prefiere la calidez del hogar al jaleo de las calles.

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«El café y la ópera les gusta mucho»

A pesar de estos contrastes, Emilio ha encontrado su propio compás, siguiendo un ritmo de vida que mezcla lo mejor de ambas culturas. «Llevo un horario medianamente austriaco. Entro a trabajar a las 9:00, como sobre las 12:00 o 12:30, y salgo sobre las 18:00 o 18:30, pero tengo un horario muy flexible. Salir entre semana como se sale en León aquí es raro, no se toman cañas después de trabajar, pero el café sí que gusta mucho», explica, revelando cómo ha tejido su rutina alrededor de las costumbres locales, sin perder de vista sus raíces leonesas.

Y es que, si algo ha aprendido Emilio en estos años, es a apreciar la vasta oferta cultural de Viena, una ciudad que vive y respira arte. «Gusta mucho la ópera y el ballet. Están muy enfocados en la música, arquitectura, arte, los museos. El museo de ciencias es una pasada y el de arte contemporáneo o clásico. Los edificios del centro de Viena son impresionantes», enumera con la emoción de un turista que aún encuentra maravillas en cada lugar. Esta devoción por la cultura, casi «palpable en el aire vienés», ha sido una de las claves para que Emilio se sienta como en casa, aunque siempre recuerde con cariño el ruido de León.

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«Fuera de España no se comen a nadie»

Pero, a pesar de todas las bondades que ofrece la vida en Viena, Emilio nos deja con una reflexión que invita a pensar más allá de las fronteras. «Fuera de España no se comen a nadie, se vive bastante bien en muchos sitios. Los horarios suelen ser bastante buenos y la calidad de vida también es bastante buena», concluye, dejando claro que, aunque la vida en el extranjero tiene sus desafíos, también está llena de oportunidades para aquellos que se atreven a dar el salto.

Emilio Manuel Casanova es, sin duda, un ejemplo del espíritu indomable de los leoneses que han encontrado su lugar en el mundo, sin importar lo lejos que esté de su tierra natal. Desde Viena, este biólogo ha tejido una historia que mezcla ciencia y cultura, trabajo y placer, en una ciudad que lo ha acogido como uno de los suyos. Su vida es un recordatorio de que, en cualquier rincón del mundo, un leonés siempre encontrará la forma de vivir.

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