Tal y como les prometí la semana pasada, cuando presentamos el problema de la inauguración de la famosa estatua de Guzmán, hoy exploraremos el origen de los problemas que derivaron en la ya conocida situación que supuso la eliminación del manto que cubría al héroe ... de Tarifa, con la Luna como único testigo y con la rebelión de un pueblo que se sintió defraudado, después de más de ocho meses tapada.
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Hoy indagaremos un poco más en esa historia, conociendo, antes de nada, el soneto de Lope de Vega, dedicado a Guzmán el Bueno, del que tanto les hablé en el artículo anterior. Su presentación, nos viene precedida por la investigación de Carmelo Lucas del Ser, que nos abre un nuevo horizonte en cuanto al monumento de Guzmán el Bueno, del que hoy hablaremos.
¿Será este Odonista algún día tan recordado como Guzmán o Lope? Ni lo espera, ni lo desea, pues bien deseo dedicarme a mi función de divulgador, que para las artes ya hay otro espacio, y hacerles llegar esta historia que podría haber copado los informativos de la época, y cuya polémica se debatió con bastante vehemencia en los periódicos.
Vemos, al fondo de la instantánea, la famosa Casa de los Picos. ¿Quieren conocer su historia? No se impaciente, pues mi homólogo, el Flâneur que recorre los Edificios Emblemáticos de León está trabajando arduamente en el misterio de la Casa Lubén. No se lo digan, pues luego me amedrenta con su tenaz rectitud, pero les desvelaré un secreto.
La casa de los Picos ya no existe; su nombre original fue el de Casa de doña Flora González del Ron, aunque popularmente se denominó «La de los Picos» por la clara referencia a la terminación de sus tejados. También se llamó la de Cóndor, pues en sus bajos habitó la Cafetería Cóndor durante sus últimos años en pie. Han caído en poder del Flâneur unas bellas imágenes de la Casa, que compartirá con ustedes a finales de este mes.
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Empecemos por los orígenes. No se impacienten, no se trata de la historia de Alonso Pérez de Guzmán, que exploraremos durante la cuarta semana del mes de febrero, sino de los orígenes de la escultura, que se remontan al 23 de julio de 1894, cuando se publica en La Gaceta de Madrid, firmada por María Cristina de Austria una semana antes una orden anunciando la construcción de una estatua con unas medidas de tres metros y medio, que habría de fundirse en la Fábrica de Cañones de Artillería de Sevilla con bronce deshecho y sería un homenaje a Guzmán el Bueno, el héroe de Tarifa, en la ciudad de León.
Se abrió un concurso público de escultores al que se presentaron varios famosos artistas, y que ganó el ya conocido Aniceto Marinas, creador también de la escultura de Velázquez, del Museo del Prado en Madrid. En 1898, el 18 de Julio, la revista Madrid Cómico publicaría un artículo ilustrativo de la obra de Marinas, en el que se podría observar el trabajo del escultor, que preparaba la entrega para comienzos del nuevo siglo. La revista afirmaba lo siguiente:
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«La figura de Guzmán el Bueno es grandiosa: el heroico soldado y padre infeliz muéstrase al espectador en actitud severa, grave, imponente, abre la mano derecha para dejar caer el famoso puñal, mientras crispa nerviosamente la otra a impulsos de un dolor que no debe de tener semejante; en el rostro feroz de aquel indomable guerrero, se refleja la tempestuosa agitación de su alma, que en vano la voluntad pretende vencer para mostrarlo sereno ante el sanguinario enemigo.
En la estatua de Guzmán ha sabido Marinas contenerse dentro de aquellos justos límites señalados por la estética a lo que ha dado en llamarse movimiento estatuario, y que muchas veces perjudica grandemente a la belleza y dignidad de la figura».
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La historia se comenzó a complicar, pues el bronce no fue fundido en Sevilla, sino en los talleres catalanes de Masriera y Campins, por la ausencia de trabajadores en la fábrica Híspalis.
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Daniel Casado Berrocal
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Se confirma, el 24 de febrero de 1900, según la Comisión Provincial, que la estatua está ya colocada en el pedestal, encargado al ya conocido por todos ustedes Julio del Campo, escultor que da nombre a una maravillosa calle y edificio en el que paso largas horas consultando los Archivos Municipales. Y cuya famosa placa de la Avenida Palencia ornamenta la esquina con el Paseo de Salamanca. El pago que la Comisión dio a Julio del Campo fue de mil pesetas por el pedestal.
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De las inscripciones en la peana que sujeta a Guzmán, hablaremos en el siguiente artículo, donde exploraremos en profundidad la figura del héroe en la plaza que le rinde honores, pues hubo de entrar incluso en el conflicto la Real Academia de la Historia, con intención de solucionarlo.
Pero a finales del siglo XIX, no debía de haber muy buena relación entre las partes interesadas en «la cosa», que llamaban al acto los compañeros de El Provincial, pues hubo problemas incluso para pagar la envoltura, que desde finales de 1899 cubría a Guzmán el Bueno. El Diputado, Sr. Morán, impugnó la sesión del 4 de mayo, para que no se pagasen las 22 pesetas y doce céntimos que había costado la tela. También se creó una pequeña discusión en torno a la verja y zócalo que pretendía rodear a la estatua, avisando el arquitecto municipal, Manuel del Busto Delgado, que de hacerlo, parecería que se estaba levantando un abrevadero, en lugar de un monumento.
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Otra de las discusiones: ¿Hacia dónde mira Guzmán? Que condujo a varios quebraderos de cabeza a los de la citada Comisión que, supongo terminarían cansados de tantas discrepancias. El pleno de la Diputación Provincial solicitó la diligente opinión de la Real Academia de la Historia sobre el asunto, posicionándose esta hacia la postura que ahora impera en la estatua. El puñal del héroe miraría hacia el sur, hacia la ciudad de Tarifa, mientras que su frente lo haría hacia el lado contrario.
Hubo de haber tanto revuelo, por saber quién se llevaba el mérito de destapar a Guzmán, que tanto el Alcalde, como los miembros de la Comisión Provincial bien hubieran deseado que Genarín se hubiera atribuido el indecoroso acto en el que se vieron envueltos. Amaneció, el 16 de julio de 1900, la estatua descubierta, y los periódicos clamaban al cielo por una elegancia que se había perdido nada más empezar el nuevo siglo.
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Observen La Condesa, ¡cómo se extiende hasta San Marcos sin árboles que nublen la vista! Guzmán el Bueno ha sido testigo del crecimiento de León, de sus cambios, de sus barbaridades urbanísticas y de sus creaciones más modernistas.
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Daniel Casado Berrocal
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Exploremos, a continuación, el análisis de la estatua de Guzmán, ampliando todos sus detalles para que conozcan, de primera mano, la historia de una estatua más longeva que cualquiera de los oriundos ciudadanos de León. Conoceremos la leyenda real del hombre y veremos cómo ha cambiado su entorno, la plaza de Guzmán el Bueno, cuna de El Sanatorio Miranda, la Casa Arce, la Arriola, la de los Picos… que son ya eternos Edificios Emblemáticos de León.
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Como siempre, les convido a aumentar su conocimiento sobre Guzmán el Bueno, de la mano de Wenceslao Segura, de Carmelo Lucas, o de leoneses atrevidos que han investigado la arquitectura de León.
Sigamos, una semana más, a la sombra de la estatua que marca nuestro caminar, de la mano de este Odonista, y del Flâneur, que me ha chivado que va a celebrar una gran celebración en conmemoración de un aniversario muy esperado.
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