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El testimonio de Cipriano García Lubén y los orígenes de la Casa
Edificios Emblemáticos de León

El testimonio de Cipriano García Lubén y los orígenes de la Casa

Una conversación con el promotor de la Casa Lubén, que nos sirve para conocer la historia de un Edificio Emblemático de León y a las familias que lo habitaron

Lunes, 5 de febrero 2024, 08:07

Bienvenidos, como siempre, a esta nuestra sección, en la que con nostalgia navegamos por el pasado de León.

He decidido rescatar del olvido un extenso artículo cedido por una de las diligentes descendientes de don Cipriano García Lubén, Camino Álvarez García-Lubén. Ya han conocido la historia arquitectónica de la maravillosa Casa Lubén, pero resta por conocer a su promotor, quien diera rienda suelta a su imaginación para traer a la olvidada zona repleta de campos diáfanos de Ordoño II unos almacenes que serían el motor del barrio.

Poco sabrán de este Flâneur durante la lectura del artículo, que aportará pequeñas y breves pinceladas sobre su contexto histórico. Disfruten, por lo tanto, de la narración de don U. Vigil-Escalera, que encumbró la figura del empresario leonés y cuyas líneas leemos hoy con pleitesía y exacerbada nostalgia.

Conversación con Cirpiano García Lubén

Extraído del artículo «Gentes de León y Gentes en León»

Lo primero que me dice don Cipriano García Lubén, cuando me enfrento periodísticamente a él, es lo siguiente:

—Lo único de lo que yo presumo es de gusto.

Y añade con una sonrisa cordial:

—Quizás algún día su supiese escribir, escribiría sobre esta casa, aunque tan solo sea por aquello de que «de gustos no hay nada escrito».

Este gusto se revela en el primer reflejo de la personalidad de don Cipriano García Lubén. Todo en él —el vivir y el hablar— se desliza fluidamente. Con una elegancia y una sencillez que dan tono y presencia al gesto y a la figura. Hasta los detalles son todo un tratado de gracia que acusan personalidad. Y al final marca el compás de su chaqueta el dedo de con Cipriano, que al límite de su mano izquierda, va y viene subraya su frase y ampara la ceniza, limpiamente gris, de ese cigarro habano que compendia los mejores gustos y los mayores gestos de don Cipriano García Lubén.

Factura de Cipriano García Lubén.

La vida del hombre corre paralela a la vida de León. Crecen y se engrandecen la ciudad y el hombre. En un ambiente de principios de siglo, en el empalme agónico del siglo XIX, León se cierra en torno a las agujas de la Catedral y a los dientes mellados de sus viejas murallas. Un aire familiar y recogido llena las calles y las casas. León se recoge sobre sí mismo. Es una línea corta que arranca de las vidrieras florecidas y que no se atreve a pasar el Rubicón.

Concesión a García Lubén para construir una fábrica de juguetes de madera en la finca Villa Eloina. Biblioteca Digital CyL.

En los cuarteles de Lubén, como primer orgullo, está un pedacito de la Tierra Maragata de Castrillo de los Polvazares. De allí salió un día, ante los adobes de las casas más pobres del pueblo, un muchacho trabajador y decidido que se llamaba José García González. Era el padre de don Cipriano García Lubén. Este nace en León y hasta los 16 años su vida es la de todos los chicos de su edad. Juegos y estudios. La vida obliga a dejar unos y otros un año más tarde y se lanza a los pueblos de la provincia leonesa, con un muestrario bajo el brazo. En 1872 su padre se había establecido en la calle Cardiles y el calor de esa muestra, luce el hijo sus primeras armas comerciales en 1902. Su nombre, y su esfuerzo marcan tiempos de actividad en la calle de la Paloma. Apenas hay vida en esa calle. Solo un café y el comercio de Lubén. Tampoco es gran cosa el nervio del vivir en la antañona capital del reino de León. Todo languidece. Es un cuadro familiar en el que no hay más inquietud que la de la política. De nada de eso se entera el joven comerciante de la calle de la Paloma. No hace otra cosa que trabajar incansablemente e implacablemente. Solo tiene un dependiente y él mismo se ocupa de todo.

Boda de Cirpiano García Lubén y Eloina Hurtado. 1905. Pepe García

(Flâneur) Resulta curioso ubicar a García Lubén en la calle Cardiles, y en la Calle Paloma, pues, por aquella época, aún poseía el negocio de la imprenta y los talleres la familia de la Imprenta Moderna, que comenzaba su andadura en la ciudad de León. Me hubiera encantado poder observar la interacción entre esos jóvenes inexpertos que luego serían grandes empresarios, don Joaquín Chamorro Cadenas y don Cipriano García Lubén. Seguimos con la narración:

De un salto va de su establecimiento hasta la plazuela del Conde, Después ya se coloca en el extremo de la ciudad, en lo que es hoy el Café nacional y antes guardaba los misterios del Suizo. Todos se extrañan del rumbo de Lubén. Vendía, como mayorista y sus clientes se lamentaban.

-Su casa está demasiado lejos. Hasta ahí no baja nadie. En esa esquina se cierra León.

Artículo a Cirpiano García Lubén. Nada que ver con el que estamos trascribiendo. Archivos Santos Flórez

Pero Lubén está preparándose para abrirlo. Para enseñarle nuevos caminos y amplios derroteros. Vende al detalle y León ya empieza a entregarse a la sonrisa amable y a la voluntad de este trabajador indomable que avanza apoyándose en una fe ciega en sí mismo, en el nervio de sus fuerzas propias. Y así, su voluntad se trabajo es voluntad de triunfo. Ya se ha casado y ya quiere volar en su empresa, formar la vida de un hombre, la vida de una casa y la vida de sus hijos. León está sorprendido del rumbo de Lubén. Su suegro, Telesforo Hurtado, le dice:

-En León, de la Casa Lorenzana para la Catedral, lo que quieras. Pero en sentido contrario, no hay nada que hacer.

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Todos le dicen lo mismo. Y Lubén contesta con un gesto que define su temple y su carácter. Atraviesa campos y en 1914, al empezar la guerra europea, principia las obras de su casa en el eje de lo que es hoy arteria principal de León. Fija su casa y ya nunca ha de abandonarla. Allí vivirá mientras su comercio y su nombre llenan los gustos y el entorno trabajador de la ciudad, crecer a León, agrupándose en torno a una línea moderna, bella y atrevida. En 1916 todo León se reía de él. Un concejal carlista comenta el hecho en su tribuna municipal., y Grita:

-Lo que hace Lubén, de ir al sitio al que va, es una barbaridad. Llorará lágrimas de Sangre.

Publicidad de Cirpiano García Lubén en Ordoño II. Archivo Santos Flórez

Cuando nos cuenta esta anécdota, un relámpago de buen orgullo y alegría satisfecha empaña los ojos de don Cipriano. La ternura flota sobre los recuerdos de la lucha. Y el triunfo y la plenitud de la vida de este hombre cabalgan a galope tendido sobre los prejuicios de la gente que simboliza la frase tribunal del buen don Cayetano. Y es que Lubén no cesa de caminar toda su vida. Y el éxito –un éxito sin precedentes ni comparación- es su sombra adorable y leal. Todas las noches reza ante el altar. En ese altar de su conciencia está un hombre recto y trabajador que salió un día, cara al mundo, de la más pobre casa de Castrillo de los Polvazares. Cuando habla de su padre, Cipriano murmura:

Todavía le sigo ofendiendo. Cuando ante mí surge una dificultad o una encrucijada, suelo decir: «Padre tú qué harías». Y hago lo mismo que él. El me enseñó a ser leal conmigo y con los demás, a dar el valor máximo a los juicios de mi propia conciencia, a no reñir ni discutir nunca, procurando transigir siempre, salvo en los casos en los que transigir ofendiese el honor o la dignidad.

Anécdota del Padre Paciencia

El Padre Paciencia era un beneficiado de la Catedral. Bueno, santo, con una bondad a prueba de travesuras de monaguillos y de impertinencias de beatas. No reía nunca. Nadie recordaba haberlo visto enfadado. Y un día, uno de sus monaguillos apostó a que hacía perder su seriedad beatifica al padre Paciencia. Al decir este su misa, el monaguillo empezó a contestar cantando. Era misa de doce en la Catedral, misa de Perifellos, de señorío y de miradas a la salida que apuntaban noviazgos. Unos se asustaron. Otros, los que estaban en el secreto de la broma, sonreían. El Padre Paciencia nada dijo. Siguió celebrando mientras su acólito cantaba. Llegó a la sacristía. Y con él entró una turba de curiosidad deseando ver la jornada en la que el Padre paciencia perdería por primera vez el sentido plácido de su nombre de guerra y de paz. Lentamente, el beneficiado se fue quitando las ropas sagradas. Al terminar, se volvió con la mejor de sus risas y dijo al monaguillo revoltoso:

-Oye, hijo mío, a mí me dan treinta duros por rezar diariamente la misa de las doce. La rezo siempre. Pero cuando a ti te apetezca que sea cantada, me lo dices y la cantamos los dos. Lo que tú quieras, hijo, lo que tú quieras.

Don Cipriano Lubén me cuenta que él siempre rezó su misa. Pero cuando otros se empeñaron en que fuese cantada, no tuvo inconveniente en cantarla.

La última lección

Su última canción es un juego primeroso de instalación comercial, en su viejo solar, remozado en armazón y restro, de la calle de Ordoño II. Todas las líneas son perfectas. Desde los trabazones y estanterías del almacén hasta el reflejo primordialmente acristalado de los escaparates. Lubén, fiel a su narrativa, vende de todos y para todos.

Al llegar a este punto, don Cipriano me dice:

-Todas las tardes, a las seis y media, me voy al Casino a jugar una partida de Tresillo. Y allí el general Vierna, el doctor Barthe (padre), don Santiago Equigaray y don Rafael Otero me llevan encantadoramente lo que aquí gano por la mañana.

Al fondo, cuadro de Cirpiano García Lubén. En primer plano, su hijo, Cripriano García Lubén. 1955. Modesto Llamas Gil

Se ríe satisfecho de su broma, matizando su diversión favorita. El resto del día lo encierra don Cipriano en el recinto de colores de su palacio comercial. Recorre los almacenes, da una ojeada a la tienda, recuerda pasos y cambia abrazos con un viejo cliente, contempla su rostro hecho carne y continuidad de su hijo, comprueba el funcionamiento de su motor de energía. La casa Lubén es un pequeño mundo. Y este hombre lo contempla todo, sin poder reprimir un movimiento de orgullo emocionado. El señalando la calle entera de su pequeño reino, puede decir:

-Cuando yo llegué hasta lo que hoy es esta calle, todo era campos y prados.

Cuando se oye hablar de su vida y de León a don Cipriano García Lubén se siente uno cautivado por esa simpatía que solo es patrimonio de los elegidos. Su sonrisa amplia es el puente tendido a la amistad y escudo contra los mismos movimientos. En el final de su día, después de su trabajo, de sus charla su partida, en la hora del balance de conciencia, en el silencio de la alcoba, entre las nubes grises de humo del último cigarro, don Cipriano García Lubén ve la historia bendita del mozo que saliera un día de la casa más pobre de Castrillo de los Polvazares. El hombre pregunta, para juzgarse a sí mismo.

-¿Está bien, Padre?

Y el silencio florece una respuesta.

-Está bien, hijo.

Don Cipriano se duerme, tranquilo y feliz. Como un niño, y la sombra, antes de volar, a los cielos en la última vedija del humo despierto, hace sobre la frente dormida –suavemente con una ternura infinita- la señal de la cruz.

(Flâneur) Tal y como versa el artículo de Vigil-Escalera, Lubén fue un gran hombre por todos los leoneses conocido, que encontró la muerte años después, despuntando en el panorama vital de León y dejando una impronta intangible en el corazón de todos los oriundos.

Lubén ha muerto

León tiene que llorar hoy la pérdida de uno de los hombres que más ha trabajado en silencio pero eficazmente, en su engrandecimiento.

A don Cipriano García Lubén no se le ha visto en actos de relumbrón. Era un hombre modestísimo, que huía de toda teatralidad. Esto fue un motivo más para que todo león lo apreciara. Comerciante de un talento práctico, envidiable, no se aleó del trabajo y entregó a un bien merecido descanso, cuando la fortuna, que así solemos llamar al talento unido al trabajo, le dio medios para ello.

Esquela de don Cirpriano García Lubén. Cedida por la familia.

León necesita nuevos hombres como Lubén, que ganando dinero, empujen a la ciudad por las vías de su grandeza. No es un comerciante más el que hoy ha muerto, es el arquetipo de lo que conviene que sean todos los que se dedican al comercio. A la doliente y distinguida familia acompañamos en su dolor y a los lectores suplicamos recen por el descanso eterno del inolvidable don Cipriano García Lubén.

(Flâneur) Espero que hayan disfrutado con la narración de este artículo. El objetivo de compartir con ustedes este gran tesoro que con amabilidad nos ha prestado Camino, es preservar, de forma digital, un artículo que con el tiempo, quizás, se hubiera acabado perdiendo. Y como he encontrado bellísima la forma en la que Escalera proyecta la vida de Cripriano en él, he creido conveniente no mover ni una sola coma ni intentar hacerlo mejor.

Hoy, nos despedimos de Lubén, para comenzar a narrar lo que ocurrió tras su marcha. ¿Quién heredó el edificio, y cómo se repartieron las viviendas? ¿Creó, esta división, un cisma irreparable en la familia? ¿Qué misterio rodea la desaparición de uno de los descendientes de Lubén, del que nunca se volvió a tener noticia y que convierte a este edificio en uno de los más curiosos de todo León?

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