Bienvenidos y bienvenidas, con gusto a un nuevo mes, en el que intentaremos dotar de un colofón digno a la narración de la historia de la Casa Lubén. Como bien ya saben, la maravillosa edificación fue obra del arquitecto Manuel de Cárdenas Pastor alrededor de ... 1918 y 1919, años en los que se datan los planos originales que ya compartió con ustedes este Flâneur amante del arte en anteriores episodios de esta serie.
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Han conocido también a su promotor, don Cirpiano García Lubén, quien con gran ánimo levantaba un imperio en la provincia de León y hoy nos adentraremos en la curiosa historia que sucedió tras su muerte, y que derivó en la desaparición de don Carlos García Lubén, heredero del edificio.
Acompáñenme a conocer, de primera mano y gracias a las aportaciones de Camino y de Marien, la misteriosa historia de uno de los edificios más emblemáticos de León.
Como reconoce Algorri, en la guía arquitectónica de León que les recomiendo consultar, Cárdenas se basa en varios de los elementos que utilizó en la Casa Ciriaco para su nuevo edificio, y resaltan algunos, como son la famosa cúpula, que con diligencia y amabilidad José Ignacio me mostró y que pueden visitar virtualmente en el reportaje de MuresTV, y los balcones volados, que don Cipriano se encargó de colocar bajo permiso expreso de extender su longitud hasta el metro y medio saliente de la fachada del edificio.
Pero centrémonos ahora, abandonando la descripción arquitectónica, en el testimonio de Camino Álvarez García-Lubén, quien nos asegura que, cuando Lubén comenzó a planear su famosa Casa, apenas se levantaba, en Ordoño la casa de Pacita Peña.
Todos esos prados pertenecían a Telesforo Hurtado, el bisabuelo de Camino, y el padre de Eloina. Le tocó, a esta última el terreno citado; aunque no debió hacerle mucha gracia, luego supo que la estación de tren acabaría ubicándose en la localización actual, lo que dotaría a León y a Ordoño II de una vida que antes no tenía.
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Como ya habíamos avanzado en el primer artículo, Cipriano solicitó a Cárdenas la apertura de varios patios interiores para que su mujer, enferma y sin posibilidad de salir a la calle, pudiera disfrutar del aire fresco desde su domicilio junto a la compañía de sus perros.
Gracias al reportaje de Mures, podemos observar la conservación del piso que ahora ocupa Marien, y en el que vivió durante muchos años el propio Cipriano García Lubén. Sobre este, se instala hace doce años, José Ignacio, que ocupa el quinto piso y una adosada parte superior, que es la cúpula de la Casa Lubén.
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Aún se conservan también las famosas y originales vidrieras de la Casa Lubén, que Camino conocería de niña y que hoy aún permiten el paso de luz a través de sus coloridos cristales.
Pero, como saben, todo periodo de esplendor tiene un ocaso. Este llegó tras la muerte de Cipriano padre, que legó sus posesiones a su hijo, Cripriano García Lubén. Por consiguiente, y tal y como nos asegura Camino, todas las hermanas tuvieron que abandonar el edificio, en el que ocupaban cada una un piso.
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Años después y tras otra generación de la que luego hablaremos, la herencia llegaría a Carlos García Lubén que, tras estar casado y después separado, es protagonista de una de las historias más curiosas del panorama leonés.
Carlos hereda, a finales de siglo, el Edificio Lubén al completo. Como su personalidad distaba de parecerse a la de su abuelo, pues decían de él que era curioso y extraño, comenzó a administrar el edificio de una forma lejos de ser competente.
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Dicen que malvendió muchos pisos y que descentralizó el poder de la comunidad, consiguiendo que, en lugar de una comunidad, se convirtiera en una empresa privada gestionada precariamente.
Una de las quejas, que se suma a las anteriores, pertenece a José Ignacio, que nos avisa de las reformas que Carlos intentó promover en el edificio para que en este no apreciara el desgaste común que sufren todas las casas a lo largo del intempestivo paso del tiempo.
Cerró con placas de pladur el techo del hall principal del edificio, ocultando, con un falso techo, un artesonado del que colgaba, anteriormente, una lámpara que hoy han conseguido recuperar, tras descubrir que descansaba en el almacén de uno de los obreros que realizó la obra, encomendada por Carlos.
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Gracias a las labores de conservación del patrimonio, impulsadas por los vecinos, hoy la Casa Lubén goza de un esplendor fuera de lo común, poseyendo elementos originales que ya han superado el siglo de antigüedad. Pero, ¿qué ocurrió con Carlos García Lubén?
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Es el revelador testimonio de una de las vecinas el que nos ayuda a ordenar cronológicamente los hechos de su desaparición. Su contradictoria actitud y su carisma provocaban miradas de extrañeza cuando cruzaba el portal, pero el 5 de octubre del año 2000, Carlos salió de su domicilio, se topó de bruces con Marien, vecina del inmueble, y se saludaron de manera cotidiana, sin que su comportamiento pudiera apuntar a causa alguna de desaparición.
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Se dice que dos meses después, se le vio cruzando la calle, pero escasa es la información para corroborar la veracidad de cualquier testimonio. Los datos apuntan a una desaparición involuntaria, pues la policía aduce que no había ni motivos ni causas para lo contrario. Además Carlos era diabético, y se dejó su insulina en casa, allí donde nunca volvió.
Puede que las amistades que frecuentó durante los últimos años y sus posibles problemas con el juego podrían haber intervenido en la desaparición de Carlos, pero todo son elucubraciones sin rigor ninguno. Diez años después, su hija, procedente de Méjico, heredó las parcelas restantes de la Casa Lubén y se hizo con la administración de las fincas, que se acabaron vendiendo casi en su totalidad.
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La desaparición de Carlos aún sigue siendo un misterio inexplicable, y es parte de la historia de la Casa Lubén. Los vecinos, entre los que incluimos a Marien, fueron entrevistados por Paco Lobatón, pero el periodista investigador de sucesos de desaparición no logró dar con pesquisas suficientes para encontrar rastro alguno de Carlos.
La leyenda de la Casa Lubén es curiosa, anecdótica y misteriosa, pero también es tierna y sensible. Sin lugar a dudas, Cipriano García Lubén padre fue único en su especie, y desde esta sección, rendimos un homenaje al edificio que Manuel Cárdenas construyó y él llenó de vida, siendo esta una de las Casas más importantes de León.
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Agradecer, ya por último, la participación de Jesús Riol en esta empresa, la colaboración de vecinos como Marien, José Ignacio, y Juan Luis, el administrador; y para concluir, a Camino Álvarez García-Lubén, que nos ha aportado la información necesaria sobre su familia y sobre un abuelo que dio su vida por León y recogió los frutos de un laborioso trabajo que terminó por convertirlo en una de las figuras públicas de León.
Pero, como corolario, es necesario destacar una novedad de última hora. La familia, a raíz de los artículos, y el interés de los lectores, ha tenido a bien ponerse en contacto con este Flâneur, que cuenta las historias de León, aportando más información sobre el caso de Carlos, sobre la historia del edificio y sobre la trayectoria de una de las familias más importantes de León. No se extrañen, al encontrar, dentro de unas semanas, un artículo complementario a estos, que desgrane más detalladamente la eterna leyenda de uno de los Edificios más Emblemáticos de León.
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