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Laurentina García, vecina de Mena de Babia y Emilio Manuel Martínez, alcalde de Cabrillanes. L.G
Apagón masivo en León

La vecina rescatada por su alcalde en una Babia incomunicada: «No sabía cuánto iba a aguantar»

Durante el gran apagón, sin luz ni cobertura durante horas, los pueblos de la comarca tiraron de leña, velas y solidaridad

Miércoles, 30 de abril 2025, 14:32

El apagón del pasado 28 de abril dejó a la comarca leonesa de Babia sin suministro eléctrico durante 23 horas y sin comunicaciones durante más de 15. Para muchos vecinos fue una jornada atípica, que incluso se vivió con resignación e ingenio: «Solo cambió la hora de irnos a la cama», contaban desde algunos pueblos. Las cocinas de leña evitaron comer en frío, las linternas salieron de los cajones y, como en otras ocasiones, las velas volvieron a iluminar salones.

Sin embargo, en un territorio rural y envejecido como Babia, la falta de luz puede tener consecuencias mucho más serias. En pueblos donde la mayoría de los vecinos viven solos, lejos unos de otros y con necesidades médicas, la noche se convirtió en una amenaza silenciosa.

Laurentina García, vecina de Mena de Babia, una pequeña localidad con apenas 43 habitantes, es una de esas personas para las que la electricidad no es un lujo, sino una necesidad vital. Padece una enfermedad pulmonar crónica (EPOC), y depende de un respirador que debe estar conectado a la red para funcionar.

Un momento de tensión e incertidumbre

«Las primeras horas no me preocupaban. Pensé que volvería pronto, como otras veces ha podido ocurrir», explica. Pero a medida que pasaban las horas, la angustia crecía. «No sabía si igual me duraba, porque tengo una botella para salir a pasear por si acaso, pero tampoco sabías hasta cuándo se iba a alargar esto». Sin luz, sin teléfono y sin nadie cerca, vivió momentos de verdadero miedo. «Estaba sola y no podía pedir ayuda».

«Fueron ellos los que se preocuparon de venir a mi casa»

Laurentina García

Vecina de Mena de Babia

La situación dio un vuelco cuando, avanzada la noche, alguien llamó a su puerta. Era el alcalde de Cabrillanes, Emilio Manuel Martínez, que había decidido salir a recorrer las casas del municipio en busca de personas vulnerables. «Fueron ellos los que se preocuparon de venir a mi casa y preguntarme. Me dijeron que no me preocupase, que ya traían solución», recuerda emocionada.

El alcalde había llevado un generador portátil para recargar el respirador. «Estuvimos pendientes toda la noche para que no le faltara en ningún momento y aguantó bien hasta por la mañana», explica Martínez. La electricidad no volvió hasta las 11:20 del día siguiente, pero Laurentina pudo respirar tranquila gracias a esa ayuda directa.

Una operación coordinada de urgencia

El rescate fue parte de una operación improvisada pero eficaz. Emilio Martínez, viendo que la situación no se resolvía con el paso de las horas, movilizó a Protección Civil de Cabrillanes y a un grupo de voluntarios. Aunque conocía bien a los vecinos, no disponía de una lista actualizada de quién requería atención médica urgente.

Intentó acudir al Centro de Salud, pero la falta de conexión y la protección de datos le impidieron obtener la información necesaria. También pasó por la farmacia, donde logró algunos datos. Finalmente, recurrió a lo más efectivo: el boca a boca y el método tradicional de ir puerta por puerta.

«Por la noche necesitan el respirador conectado a la red»

Emilio Manuel Martínez

Alcalde de Cabrillanes

«Conforme fueron pasando las horas ya vimos que la cosa se complicaba. Sobre todo, por las personas mayores que viven solas y que dependen del oxígeno», explica el alcalde. «Durante el día pueden arreglárselas con botellas portátiles, pero por la noche necesitan el respirador conectado a la red».

Los puntos débiles y la solidaridad

En zonas donde muchas familias guardan la matanza o sus cosechas congeladas en arcones eléctricos, el temor a perder todo lo conservado durante meses era real. Lo mismo ocurrió con los ganaderos, especialmente los de leche, que necesitan electricidad para el ordeño y la refrigeración del producto.

A pesar de ello, la respuesta vecinal fue rápida y solidaria. «En los pueblos hay mucha humanidad. La gente se vuelca. Se apoyan unos a otros y cualquier necesidad se soluciona rápido», afirma el alcalde.

En algunos hogares, como el de Laurentina, la vuelta de la luz fue también un alivio emocional. «Ahora que ha vuelto, tengo todo cargando», dice con una sonrisa.

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