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Observamos con asombro en los últimos tiempos, como desde ciertos movimientos que se dicen «feministas» y algunos partidos políticos de la izquierda extrema, se intenta normalizar el uso del hiyab o velo islámico en espacios públicos y académicos. La polémica del hiyab, es un asunto histórico ya muy viejo en España. En 1556, Francisco Núñez Muley, notable de la comunidad morisca de Granada, será elegido por los suyos como procurador para representarlos en su nombre, y argumentar contra las ordenanzas de la Audiencia de Granada que proscribían los usos y costumbres de los moriscos españoles. Una de aquellas ordenanzas, vetaba los atuendos musulmanes masculinos, también el tapado integral y el hiyab o velo de las mujeres.
El argumento principal de Francisco Muley, para que se permitiese el uso del hiyab y otras prendas usadas por los moriscos, es que estas vestimentas eran trajes regionales, comparables a los diferentes trajes usados en otras regiones de la monarquía hispana: Castilla; Aragón; las Vascongadas etc. Argumentación inteligente, fina y sutil la de Francisco Muley, pero, que obviaba la pertenencia de esos usos a un ciclo cultural distinto al de los cristianos hispanos.
En el Islam, usos y costumbres van unidos a una religión que todo lo legisla y controla. Estos atuendos de tapado integral, también fueron comunes a las cristianas españolas. André Jouvin, viajero francés, decía lo siguiente en 1672: «las mujeres españolas envuelven todo el cuerpo con un gran velo de tela negra y no dejan ver más que el ojo derecho….». Esta indumentaria femenina hispana, reconocida también por los nombres de «tapadas de un ojo, cobijado o encubiertas», fue objeto de diferentes prohibiciones mediante distintas pragmáticas dictadas en los siglos XVI y XVII por los Austrias y en el XVIII por los Borbones.
La última prohibición, llega con la segunda República, en el año 1936, argumentando que el uso del tapado integral podía enmascarar actos delictivos. Aún en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado se podían ver tapadas o encubiertas en algunos pueblos de Andalucía (ver: La Sierra Maldita. Antonio del Amo 1954). Es chocante, que ante el laicismo ramplón y militante que vivimos en España, sobre todo, en contra de la Iglesia Católica, las autoridades sean tan permisivas con el uso del hiyab –velo que cubre todo el cabello- o el nikab –tapado integral de la cara y cabeza-. Las feministas de la izquierda extrema, justifican el hiyab como diversidad cultural que hay que respetar. Esta, es una actitud falsa y peligrosa. Falsa porque ellas y sus hijas nunca se pondrían un velo; peligrosa porque después del velo viene la segregación y otras interdicciones aún más lesivas para las mujeres.
Existen musulmanas que se dicen feministas, argumentan ellas, que se ponen el velo en el uso de su libertad. El llamado feminismo islámico, no es más que propaganda religiosa, propaganda ejercida sobre todo, por algunas conversas españolas más mahometanas que el propio Mahoma, lo único por lo que trabajan es para que las reformas que afectan a las mujeres estén dentro del Islam y sean aceptadas por los Ulemas. La presión y control social ejercidos en los guetos europeos musulmanes por el Islam salafista, promocionado con los petrodólares cataríes y saudíes, es lo que obliga y somete a las mujeres a llevar el hiyab.
El ejemplo de las muchachas que se manifestaron hace un mes en Parla, para poder llevar el Hiyab en escuelas e institutos, es un insulto, un agravio escandaloso, hacia las mujeres de Irán o Afganistán asesinadas por mostrar su cabello; un insulto hacia las mujeres del Magreb: marroquíes; argelinas, tunecinas que luchan a diario contra el asfixiante control social ejercido sobre la mujer en los espacios públicos.
Es un sin Dios, que en España, las jóvenes musulmanas reivindiquen el hiyab, y en sus países de origen, otras luchen contra el repudio; la poligamia: el hiyab y el tapado integral, imposiciones del Islam radical salafista. Nuestros gobiernos, sean del signo que sean, deben vigilar y estar atentos a una realidad que se impone en Europa, la del Islam político salafista. La salafía, ahora apoyada por feministas de la izquierda extrema española, utiliza la religión contra la democracia y la mujer, auténtica obsesión para estos criminales que pretenden el control de la Umma.
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