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Aún entre los vecinos de San Bartolomé de Rueda, localidad ubicada entre La Ercina y Gradefes, esta historia crea cierta inquietud. Tiene más de 100 años de vida, pero el recuerdo y las habladurías de sus gentes son allí conocidas, teniendo siempre presente la leyenda de la cabra loca.
Todo nace, tal y como relata el escritor leonés Julio Llamazares en 'Leyendas de León', a inicios del siglo XX, en torno a 1914. Un tendero de Gradefes volvía San Bartolomé de Rueda y, llegando a esta población, vio un corral negro, calcinado.
De repente, escuchó un balido entre las paredes de la edificación. Su caballo se paró en seco, inquieto y nervioso, aterrado ante ese sonido que, bien es cierto, expresaba profundo dolor y desesperación.
El tendero volvió a escuchar el balido, ahora al otro lado del camino. Pero, por más que miraba y se afanaba en encontrar de dónde provenía ese sonido, no veía ninguna oveja ni ninguna cabra. Pero su caballo seguía sumido en el pánico.
Acostumbrado a transitar por este camino de noche, la oscuridad no le aterraba. Pero ahora sí empezaba a tener miedo al tiempo que el balido volvió a escucharse en otra dirección. Y luego en otra, más tarde en otra diferente y por último en la lejanía. Tan pronto se escuchaba en el interior del corral como en uno de los márgenes del camino como en mitad del monte.
Pudo llegar a San Bartolomé y, cenando con sus parientes, ya descansando, relató lo que había sucedido. Y el abuelo, un viejo pastor de la localidad, tomó la palabra. Contó que tiempo atrás, ese corral, que era propiedad del ganadero más rico de la zona, Jeromón Urdiales, había ardido.
Las llamas fueron tan veloces que no dio tiempo a sacar a las más de 500 ovejas y cabras allí resguardadas, ni a los perros guardianes. Además, en esa zona no había agua.
Los berridos de las criaturas se oyeron a kilómetros y, cuando los vecinos llegaron al corral, la grasa de las ovejas y las cabras corría por las laderas de la montaña. No se podía hacer nada por apagar aquello: Jeromón Urdiales perdió su rebaño y el corral quedó abandonado.
El tendero solo atinó a preguntar acerca del origen del fuego. Y la respuesta fue clara: «Fue intencionado». El abuelo aseguró que Jeromón Urdiales mantenía varios conflictos por montes comunales con pastores de Garfin y «el principal sospechoso acaba de ser enterrado hoy».
La historia se difundió y todo el pueblo, personas de localidades cercanas e incluso de la ciudad de León se acercaban a escuchar aquel estremecedor espectáculo, atraídos por la rumorología. Se expandió el dicho de que el balido provenía de una cabra que había sobeviviedo al cruel incendio, pero se había vuelto loca y seguía vagando por aquellos montes. Pero nadie la había visto y los crucifijos y los rezos llegaron a este punto.
Durante meses, se escuchó aquel doloroso balido. Pero tal y como surgió, sin explicación ni previo aviso, desapareció. Y todavía hoy sigue siendo un misterio para las gentes de San Bartolomé de Rueda.
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Álvaro Soto | Madrid
Jon Garay y Gonzalo de las Heras (gráficos)
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