david s. olabarri
Miércoles, 22 de septiembre 2021, 22:52
Vicente Soler es el vulcanólogo principal del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Fue este científico el que propuso elevar a nivel amarillo el semáforo de riesgo volcánico después de que detectase un fulminante ascenso del magma de 20 a 10 kilómetros en las entrañas ... de Cumbre Vieja. Apenas tres días después de su advertencia, el volcán entró en erupción, arrasando todo lo que encuentra a su paso.
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Soler es uno de los científicos que el CSIC ha desplegado sobre el terreno. Entre otras cosas, algunos recogen muestras, otros analizan el aire y un equipo realiza el «primer estudio que se hace sobre el terreno en el mundo» sobre el impacto que los ríos de lava tienen en la biodiversidad de la zona.
Hay muchos aspectos de la erupción por analizar y muchas incógnitas sobre la evolución de las coladas. Lo que los expertos tienen claro es que la destrucción en los terrenos arrasados por el volcán es «absoluta a todos los niveles». «Lo que es el suelo, diversidad y ecología, simplemente desaparece. Todo ha quedado sepultado con cinco metros de roca encima», explica Soler en declaraciones a este diario.
Recuperación. «Si se dan las condiciones en 20 o 30 años aparecerán líquenes y después alguna planta»
Reconstrucción. «Es más fácil convertir la zona en protegida y dar suelo a los afectados en otra parte de la isla»
Una vez solidificada, la zona afectada por la colada se convertirá en lo que se conoce como un malpaís. Esto es, un terreno de roca fragmentada sobre el que es muy difícil caminar.
Estas zonas pueden ser restauradas de forma parcial para el cultivo echando camiones de tierra, añade Manuel Nogales, delegado del CSIC en Canarias. De esta forma se puede crear un suelo «artificial» que permite, por ejemplo, sacar adelante una explotación de plátanos.
La recuperación natural de la zona tardará «miles de años». La alteración de la roca comenzará en 20 o 30 años. Si se dan determinadas condiciones, primero aparecerán líquenes y años después alguna planta. Pero la realidad es que en La Palma -explica Soler- hay zonas devastadas por lavas datadas en 1585 que siguen sin servir para el cultivo. La única zona que puede ser recuperada como suelo agrícola es aquella sobre la que cae la ceniza volcánica o el picón.
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Esta arena puede actuar como un «protector estupendo» ya que retiene la humedad y el agua. Es lo que se llama La Geria, que en Lanzarote sirve para acoger uvas -los vinos de la isla son muy famosos-, higueras y otros frutales.
Algunos políticos han sugerido la posibilidad de recalificar los terrenos para permitir la reconstrucción de las viviendas de los afectados. Soler subraya que mover o romper parte de la colada es posible, pero considera que sería más fácil «comprar suelo en otra parte de la isla» y convertir la zona en protegida.
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Nogales insiste en que si no se han producido víctimas mortales en La Palma ha sido gracias «a la respuesta de la ciencia» desde el momento en el que se produjeron los primeros movimientos sísmicos, que ya venían avisando de la erupción.
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