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La Semana Santa de León; siempre igual, siempre distinta. Y tan distinta en esta ocasión.
La Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno se la jugó a modificar el momento culmen de la pasión leonesa y el resultado fue decepcionante.
Muchas voces críticas a la salida de la Plaza Mayor ante un acto del que se expulsó a los once pasos que daban volumen al Encuentro entre la Madre Dolorosa y San Juan, en el que este año tampoco pudo participar el hijo, el titular de la penitencial, el Nazareno.
La ausencia del paso que más devoción genera en la ciudad, del Señor de León, fue lo que más llamó la atención -y menos gustó- a las centenares de personas que acudieron a la plaza.
Una plaza que, además, no contó con la cantidad de público que había citado en anteriores ocasiones, con menos sillas disponibles y grandes espacios sin ocupar.
El momento culmen, cuando los dos últimos pasos se encuentran en la vía de la amargura, fue similar a ediciones anteriores. Los braceros de San Juan rindieron con su genuflexión ante el palio de la virgen nazarena en un momento que paraliza el tiempo en la antigua urbe regia legionense.
La marcha Dolorosa volvió a enmudecer a los asistentes a la espera de ese gesto de reverencia a la Madre Dolorosa, con su hijo ausente en esta ocasión, y el discípulo cumplía a las órdenes de las notas de la Banda de Música de Nuestro Padre Jesús Nazareno.
Enlazando las marchas de 'Oh, Pecador' y 'La niña de Santa Ana', los aplausos iban y venían ante el baile de ambos pasos, que se unían y despegaban, una vez tras otra, como manda la tradición iniciada en el puesto de los huevos ya desde el siglo XIX.
Sin embargo, la estampa no era la misma. Con la intención de acortar la procesión, en cuanto a su duración, el resto de pasos fueron circulando por el pasillo central y abandonando la escena, hasta quedar fuera de cualquier mirada, ya en la Plaza de Regla, cuando comenzara el acto del Encuentro.
Y especialmente notable fue la ausencia de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Su trono sevillano, antaño de los de San Gonzalo, brilla, y no solo por el color. Lo hace por poseer la capacidad de mejorar cualquier fotografía y tener una mirada que embruja a los leoneses a su paso por sus calles.
El Encuentro quedó desdibujado, descafeinado, perdiendo buena parte de la esencia que le convirtió en postal de enmarcar de la Semana Santa de León. Una pérdida para la ciudad que ha acabado en decepción de los leoneses y que debe exigir una revisión por parte de la cofradía.
Triunfal, gigante, aún más, como solo él sabe disfrazar la Semana Santa en verso, en belleza e inspiración espiritual, permitiendo conectar su mirada con el interior de cada leonés.
La entrada de Nuestro Padre Jesús Nazareno en la Plaza Mayor fue de las de rememorar con el paso de los años.
No solo fue su figura, sino la magistral elección de marchas, concadenadas, mezcladas, que llevó el éxtasis a una plaza entregada al Señor de León.
Toque de oración, como marca la tradición, para iniciar el recorrido con una sorprendente marcha Dolorosa que se convirtió en Orando al Cielo, una de las piezas que no fallaban en el Encuentro. Pero ahí no acabó la acertada decisión de la Agrupación Musical del Nazareno: la marcha siguió con la Saeta, regresando a Orando al Cielo para culminar el corazón de la Mayor con Alma de Dios.
Apoteósica entrada del Nazareno en el que sí fue el momento culmen de la Semana Santa leonesa.
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Abel Verano, Lidia Carvajal y Lidia Carvajal
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
José A. González y Álex Sánchez
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