Luz para las Palmas y el Gran Poder mecidos por el solemne Dainos y la Redención

La tarde se iniciaba bajo los rayos del sol del ocaso que incidían sobre las hermosas tallas del Gran Poder. Hasta cinco pasos lucieron por el centro de León una pasión que ya corre por las venas de vecinos y turistas que esperan con devoción el resto de días grandes.

Ya con los últimos rayos de sol rozando el horizonte, se comenzaba en San Francisco a entonar el inmemorial Dainos, señor, buena muerte. Una de las procesiones más autóctonas y solemnes de la Semana Santa leonesa que invitaba a la oración y al silencio de los fieles que disfrutaban de una última jornada primaveral antes de la llegada del frío.

Y bajo la luz de una luna más brillante que nunca, la Redención salía en procesión. Una de las citas más esperadas cada año por los amantes de la pasión leonesa que no dejó a nadie indiferente.

Bajo un sol de justicia y un cielo azul que invitaba a lucir las mejores galas y salir a las calles ramo y palmas en mano, miles de leoneses abarrotaban el centro de León este Domingo de Ramos.

Con las palmas al cielo los más pequeños disfrutaban de una de las procesiones más queridas y auténticas. La borriquilla volvía a reunir a familias impacientes por ser testigos de su entrada en la capital.

El obispo bendecía en una abarrotada plaza de San Marcelo las palmas que los asistentes agitaban al cielo dando así inicio a la semana de pasión en la capital.

Los rayos de sol de la tarde calentaban la ciudad en una tarde de Domingo de Ramos que invitaba a procesionar. Desde San Lorenzo, el barrio que los vio nacer, los cofrades del Cristo del Gran Poder volvían a iniciar la primera de sus procesiones en esta Semana Santa de 2024. Haciendo gala de sus túnicas negras y perladas los papones avanzaban por una ciudad que esperaba impaciente su paso.

Tras el emblema de la cofradía se intuía en el horizonte el paso de Los Apóstoles, la primera de las cinco tallas que lucieron bajo el sol de marzo. Al compás marcado por la banda y con un nutrido grupo de paponines saludando a los espectadores la procesión avanzaba y encaraba la entrada al entorno de la Catedral. Juan, Pedro y San Pablo lucían a los pies de la Pulchra.

En un pasillo amarillo agitado por las palmas y los ramos y regado de pasión y fe hacía entrada el Cristo del Gran Poder, obra de Melchor Gutiérrez con la que se representa su entrada triunfan en Jerusalén. Entre aplausos y miradas cargadas de ilusión los fieles admiraban el ascenso desde puerta Obispo de la talla, magníficamente portada por los braceros.

Seguía a este paso el de la Expulsión del Templo, también obra de Gutiérrez y que representa a un Jesús incrédulo tras desterrar a los mercaderes. Le seguía la talla de San Juan, tras la que desfilaba la banda de Jesús Divino Obrero, para dar pie al último paso: el de la Virgen del Gran Poder, que con su manto oro y grana levantaba pasiones.

«Dainos, señor, buena muerte». Carraca, matraca y corneta en cada parada para iniciar el rezo que cada Domingo de Ramos invoca el santo rosario en una de las citas más solemnes y devotas de la capital leonesa.

Ya entrada la noche en el ocaso del mes de marzo la Inmemorial Procesión del Dainos -antaño del Santo Rosario de la Buena Muerte- iniciaba su recorrido a las puertas de San Francisco tras finalizar el sobrio acto en el interior del templo.

La Cofradía del Santísimo Cristo de la Expiración y del Silencio comenzaba su marcha cargada de simbolismo por el centro de la capital. Cientos de leoneses cómplices acompañaban la melodía de la dulzaina que daba inicio al Dainos, señor, buena muerte. Un cortejo al que se unían los hermanos de las cofradías de La Sobarriba que desde las 18.00 horas se reunían frente al crucero de la plaza del Grano para participar como viene siendo habitual en la marcha organizada por la Orden Franciscana Seglar.

Al paso de las mujeres que entonaban el rosario aprendido de memoria seguía el Dainos, talla nazarena de túnica morada con la cruz a cuestas que era mecida por los braceros al son del rosario y el cortejo en una de las procesiones más respetuosas y simbólicas de la capital leonesa este Domingo de Ramos que da inicio a la pasión.

La noche se tornó más fría que el día, pero no pudo con la pasión de los leoneses por la Redención. El recogimiento y la tradición volvieron a darse la mano en la Procesión de Nuestro Señor Jesús de la Redención, que llenó el perímetro de la Plaza del Grano de fieles leoneses. El bullicio y el jaleo de los momentos previos se fue apagando y León volvió a cerrar su Domingo de Ramos por todo lo alto.

El traqueteo de la Cofradía de Nuestro Señor Jesús de la Redención se apoderó de la capital y la noche le dio un sentir especial a una de las procesiones más queridas y admiradas.

«A vosotros os llamo hermanos de la Cofradía de Nuestro Señor Jesús de la Redención». Una frase y tres golpes secos dieron inicio a la procesión. La puerta del convento de las Madres Benedictinas se abrió y la Redención comenzó ahí su particular recorrido por las calles de la capital.