El Ejido anuncia desde su parroquia que Cristo ha resucitado

No hubo consuelo para la Real Hermandad de Jesús Divino Obrero. Las caras eran un auténtico poema tras revivir la pesadilla del día anterior. Bien es cierto que hoy se desayunaron con esperanza ante una lluvia fina y algún pronóstico optimista. Sin embargo, a la hora de salir el cielo volvía a descargar lo suficiente como para impedir que la Procesión del Encuentro cerrara con gloria la pasión leonesa.

El Ejido no pudo anunciar a todo León que Cristo vive. Lo tuvo que hacer de forma más íntima, en su parroquia, donde las capas se tuvieron que descolgar y los capillos morados aparecían retirados antes de que el párroco lo pidiera para celebrar la pascua de resurrección.

La lluvia volvió a dejar en casa a Jesús Divino Obrero y la Cruz Gloriosa, San Juan, las Tres Marías y el Cristo Resucitado no pudieron acudir a su encuentro en la plaza de Regla. Tampoco volaron palomas ni los vecinos de la capital celebraron un acto declarado de Interés Turístico Local.

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La abadesa-presidenta repitió las mismas palabras, que se clavaron en el corazón blanco y morado de los papones de la hermandad. Agradeció a todos los que habían acudido a la llamada del Divino Obrero y se emocionó al recordar todo el trabajo de los últimos días para que la Real luciese desde su barrio y por todo León.

Lágrimas y caras de tristeza en unos bancos de la parroquia que estuvieron repletos de hermanos. No cabía la pena en muchos de ellos, que recibían abrazos de alivio de sus allegados y a sus oídos llegaban mensajes que apenas escuchaban.

Una pequeña procesión por el pasillo central inundó de emoción a los cofrades. La Banda de Música de Jesús Divino Obrero interpretó un par de marchas para tratar de que la música amansara la amargura, pero ni por esas.

La Hermandad recreó el acto del Encuentro con la homilía del párroco, que hizo lectura del texto preparado ex-proceso para recitar ante la Catedral de León. «Lucid la mantilla blanca, levantaos los capillos. Cristo ha resucitado», dijo con fuerza para recibir el aplauso de los presentes. Después se interpretó la Marcha Real y acto seguido el Himno de la Alegría que repartió besos y abrazos entre los asistentes, tal y como hubieran hecho si María hubiera encontrado a su hijo vivo junto al sepulcro.

Así concluía una Semana Santa 2024 que ha quedado marcada por el agua y las suspensiones, pero que Jesús Divino Obrero ha vuelto a transformar en alegría y gloria porque Cristo vive.