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De sol a sol al frente de la lucha.
La plantilla de Vestas recrudece sus medidas de presión e inicia un campamento permanente a las puertas de la factoría tras el anuncio de cese de la actividad y posterior cierre.
Los dos turnos que llevan ... sucediéndose a lo largo de estos dos meses se desdoblarán en tres para así garantizar la presencia laboral durante las 24 horas. Siempre mirando a la fábrica, la misma a la que cada día durante años han acudido para incorporarse a su puesto de trabajo.
Hoy empapelada con carteles de 'Se vende', con proclamas de indignación; una factoría que se difumina ante los ojos por las llamaradas del piquete de neumáticos que mantiene bloqueado su acceso.
Es la forma de mostrar su indignación, de denunciar que se sienten juguetes rotos a mercede de una empresa. Y nada cambia. Ni tan si quiera el compromiso de Junta y Gobierno de luchar. Creen que ya es demasiado tarde.
Ni un halo de esperanza se deja sentir entre la plantilla de Vestas. La negatividad o, según puntualiza, el realismo pesa ante cualquier respuesta o movimiento por parte de los políticos.
«Han reaccionado tarde», es la respuesta que se repite entre los trabajadores, que lamentan que los políticos hayan esperado a mover ficha hasta que los trabajadores no «han dado un poco de guerra. Está claro que si no, nadie te hace caso».
Es el lamento de Rubén Sánchez, uno de los trabajadores que mantiene vivo el campamento instalado a las puertas de la factoría con el objetivo de evitar la salida de las máquinas y materiales, la única posibilidad de hacer fuerza. «En cuanto den salida a la producción, estamos perdidos sobre todo 15 máquinas que solo pueden fabricar en León».
RUBÉN SÁNCHEZ, 10 AÑOS EN VESTAS
JUAN CARLOS SÁNZ GONÁLEZ, 10 AÑOS EN VESTAS
Mantiene el ánimo intacto, aunque reconoce que ya son dos meses en huelga que dejan sentirse en las economías de sus compañeros. «Hay que pagar hipotecas y muchos compañeros tienen familias pero no hemos recibido ayuda alguna», señala Rubén, que confía que el anuncio de cese sirva para «abrir los ojos a los compañeros que están en casa porque o luchamos o esto pegará el cerrojo».
Al igual que Rubén, Juan Carlos Sánz González, lleva 10 años trabajado en Vestas, y también se muestra convencido que, a estas alturas, de nada servirá la mediación del Gobierno o la Junta. «Han llegado tarde porque ya no se va a poder hacer nada. Vestas tiene un plan y no lo va a cambiar. Ya no quiere subvenciones ni ayudas, solo el trasladado de la producción».
Como a la plantilla, cree que la multinacional danesa ha «engañado» a las administraciones y por ello no oculta el «cabreo» que comparte con todos sus compañeros. «No creo que nos dejen entrar por lo que pueda pasar. O ser firma algo o no habrá paz ahí dentro».
SEVERIANO SASTRES, 10 AÑOS EN VESTAS
PABLO MARTÍNEZ, 12 AÑOS EN VESTAS
Severiano Sastres, que ha estado vinculado una década a Vestas, ve la cosa «muy cruda» y por ello duda que puedan conseguir algo. «No van a llegar a ningún puerto. Han actuado muy tarde porque no se han fiado de nosotros y al final nos la han colado».
Pese a todo, se sienten animados y con fuerza suficientes para continuar al frente de la lucha, para dar el do de pecho. «Queremos un puesto de trabajo, en León no hay fábricas, no tenemos donde continuar porque no hay trabajo ni para nosotros ni para nuestros hijos, esto se está muriendo. Hay que luchar por algo, sentados aquí podemos hacer algo, en casa nada».
Lucha que encara Pablo Martínez, un joven de 32 años que lleva ligado a Vestas desde los 20. Asegura que la plantilla de León es de «élite». Es más, recuerda que él ha trabajado tanto en China como en Brasil trasladando y aportando sus conocimientos en otras plantas. Por lo que lamenta que la decisión de cierre «no sea una cuestión de calidad sino de dinero».
«Les damos mil vueltas pero prefieren gastarse dinero en el transporte para llevarse las piezas que tienen aquí y no producirlas que pagarnos a nosotros. No vemos solución alguna», señala Martínez, que remarca la dificultad ahora para buscar una alternativa laboral en León. «Aquí nos pusieron una guinda muy bonita y ahora nos la quieren quitar de mala manera».
Una lucha marcada, ante todo, por el sentido del humor de estos trabajadores que no pierde a pesar de que cada día ven como el futuro, ese que durante años se dibujaba en el interior de la factoría de Vestas, se esfuma por completo.
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