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Si la semana pasada contábamos el origen de la calle Cid, su odonimia, su historia y comentábamos varios de los edificios emblemáticos que a su arteria principal se asoman, hoy es menester utilizar este artículo como corolario de todas las leyendas, narraciones y hechos que convirtieron a la zona del Cid en lo que hoy es realmente.
Como decíamos, la calle, que antes se llamó Santisidoro y Recoletas, posee varios enclaves importantes que hacen desviarse a las miradas de los transeúntes de la ciudad de León que por su empedrado pasean. Así como la Fuente de la Legión, la casa de Guzmán el Bueno, la casa del Cid Campeador, incluso el Palacio de los Guzmanes.
Pero hubo una propiedad que resaltó, por encima de las demás, por su extensión y su importancia; el convento de las Agustinas Recoletas, que luego hubo de expropiarse y reconvertirse en Cuartel Militar. Conozcamos cómo se produjo dicha transición entre edificio y jardín y acerquémonos a la historia de la Puerta de la Reina, un verdadero misterio que a más de uno sorprenderá por su curiosidad.
Estas fotografías son preciosas instantáneas que nos sirven para comprender la magnitud de una edificación ya desaparecida y lugar en el que se instala después el Jardín Romántico o del Cid. A la izquierda pueden ver, todavía, pues la fotografía está hecha hacia 1940, el Instituto General y Técnico, al que le dedicaremos uno de los esperados artículos del Flâneur incansable que recorre los Edificios Emblemáticos de León.
Después de Convento, pasó a ser hospicio, Cuartel Militar y, por último, dependencias de la Intendencia Militar. En 1970, tras una reunión, los representantes del Gobierno Militar cedieron el inmueble al Ayuntamiento, devolviéndolo después de casi cien años de la cesión anterior por parte del Ayuntamiento. Comenzaron, entonces, las labores de derrumbamiento del Cuartel, o del Convento, acción retratada en las mágicas fotografías de Fernando Rubio.
El último elemento que cabe destacar de la concurrida zona del Cid, es el Jardín romántico, que fue inaugurado por el entonces alcalde, y el embajador de Nicaragua, don Justino Sansón Balladares, quien financió la demolición del convento y el saneamiento de la finca para ser re transformada en jardín. Como escaparate cultural y artístico, en él se exhiben obras de arte tales como el monolito dedicado a Rubén Darío, restos hidráulicos de Puerta Castillo, un busto en honor a Ángel Barja y, en el exterior, una estatua de bronce realizada por Amancio González en 1998 llamada Figura sentada con pájaro muerto.
¿Pero, creían ustedes que ya habíamos terminado de investigar la famosa calle del Cid? No sean tan impacientes. Ha llegado el momento de esclarecer el asunto, pues existe, al final del Cid, un elemento discordante y anacrónico, que no pertenece a su fisonomía odónica ni a su entramado callejero. Exacto, lectores y lectoras, es la famosa Puerta de la Reina.
La reconocen, ¿verdad? ¿Qué pensarían si les dijera que el edificio sí que estuvo pensado, mientras se desarrollaba el proyecto, para ocupar esta localización, pero que la preciosa puerta barroca, la fachada que ustedes contemplan, era la entrada de una fábrica de textiles y que ocupaba otro lugar en el callejero de León?
Resulta y acontece que, en el siglo XVII, el rey Fernando VI, ordena construir, en León, la fábrica de lienzos, hilaturas y alfombras que ocupará la manzana de lo que hoy es el emperador y la Biblioteca Pública.
Ese lugar, que en el siglo XVII distaba mucho de parecerse a lo que es hoy en día, ya que ni las calles ni los edificios son proyecciones fidedignas, tenía una gran extensión, pero había un elemento decorativo y ornamental muy característico: una espectacular fachada de piedra.
En honor a la reina, María Bárbara de Braganza, que se casó con Fernando VI a la edad de dieciocho años, se levantó esta maravillosa portada con un arco y dos medallones centrales que representan al rey y a la reina. Flanqueando a estos, los escudos nacionales y coronando el complejo las estatuas de las bellas artes y el comercio.
La Puerta de la Reina, actual calle que conecta independencia con Santa Nonia, era un lugar apartado del centro de la ciudad donde, antiguamente, se llevaban a cabo las ejecuciones públicas. Los malhechores encontraban la muerte a manos del verdugo y la Puerta de la Reina, que todo lo veía, era testigo de esos castigos.
Conforme el tiempo avanzaba y el desarrollo de León aumentaba, y aunque la calidad de los materiales era muy buena, tanto la Puerta de la Reina, como la fábrica habían caído en un completo abandono. Por ello, en 1948 se arranca la puerta del edificio, quedando este decapitado, como ven ustedes, y se traslada, piedra a piedra, a su nueva localización, en la calle del Cid.
¿Conocían esta increíble historia? ¿Sabían que la puerta de la Audiencia tenía un origen tan curioso? Le pido ahora, querido lector, unos minutos de su tiempo para que hable conmigo, para que detalle su experiencia y sus anécdotas en el cajón reservado para los comentarios, aquí en el periódico, o en redes sociales, donde también leeré con gusto todo aquello que quiera compartir con todos los amantes de la historia de León.
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Daniel Casado Berrocal
La puerta de la fábrica textil se cerró para siempre, pero una metáfora yace ahora en la calle del Cid, que resucitó el maravilloso trabajo de los artesanos para darle una segunda vida a una preciosa y delicada Puerta de la Reina.
Nos despedimos, a paso lento, de la Calle del Cid, para perdernos de nuevo por el callejero leonés, en busca de nuevas historias y leyendas que prendan la llama de la ilusión y encuentren regocijo los lectores, quienes con henchido valor, se aferran a las fotografías antiguas para recordar el pasado glorioso de la ciudad de León.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
José A. González y Álex Sánchez
Clara Alba y José A. González
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