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Pedro Sánchez no tenía dudas de que Esquerra Republicana iba a mantener su colaboración, pero una sensación de alivio se instaló en los escaños socialistas al conocerse al filo del mediodía que los republicanos mantenían su abstención, imprescindible para que la investidura salga adelante ... el próximo martes. Los números que deberían reflejar ese día el marcador del Congreso son 167 votos a favor del candidato socialista, 165 en contra porque a última hora Coalición Canaria pasó de la abstención al 'no', y 18 abstenciones. Una igualdad que augura una votación de infarto y que se reflejó hoy en un debate áspero, pero de escasa altura, y con mucha descalificación y escasa argumentación.
El diputado de Teruel Existe salió pasmado por la dureza del debate. Era su estreno, y Tomás Guitarte decía en los pasillos de la Cámara que estaba «escandalizado por el lenguaje» empleado en el hemiciclo. «Los ciudadanos no entienden muy bien estas cosas, pero me han dicho que es lo que pasa y hay que aguantar», comentaba entre resignado y enfadado. No era para menos, incluso entre diputados bregados en estas lides se reconocía que los enfrentamientos de Pedro Sánchez con Pablo Casado, Santiago Abascal e Inés Arrimadas habían sido de un voltaje que no se recordaba. «Trata mejor a los independentistas que a los constitucionalistas», le afeó la líder de Ciudadanos. En resumen, fue una auténtica tormenta parlamentaria, que preludia una legislatura de pedernal.
Pese a las grises perspectivas legislativas para el día después de la investidura, el candidato socialista y su grupo acudieron al duelo reconfortados por la seguridad del éxito. Esquerra había dado garantías a Sánchez de que no habría sorpresas en la convocatoria extraordinaria de la dirección de su partido en Barcelona, y así fue. El vicepresidente del Govern y coordinador de los republicanos, Pere Aragonès, anunció tras la reunión que mantenían «la apuesta por la vía política», y que «la negociación, la mesa de diálogo y la consulta no van a desaparecer» a pesar del «golpe de Estado» protagonizado, a su entender, por la Junta Electoral Central al acordar la inhabilitación del presidente de la Generalitat tras ser condenado por desobediencia por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña.
La investidura de Pedro Sánchez
María Eugenia Alonso
Ramón Gorriarán
Miguel Ángel Alfonso
Puesta esta vela al candidato socialista, Esquerra puso otra a Quim Torra al respaldar hoy mismo en el Parlamento catalán una resolución para ratificar al presidente catalán en su cargo. Una iniciativa firmada por las tres fuerzas soberanistas, JxCat, ERC y la CUP, y que incluyó además todas las joyas del discurso soberanista, «fin de la represión, reconocimiento del derecho a la autodeterminación del pueblo de Cataluña, amnistía de los presos, libre retorno de los exiliados».
La investidura se dirimió hoy en dos frentes, el de Barcelona, del que el PSOE salió airoso, y el del palacio de la carrera de San Jerónimo en Madrid, en la que Sánchez salió con más de un rasguño en sus cuerpo a cuerpo con los líderes del PP, Vox y Ciudadanos. Casado, Abascal y Arrimadas siguieron un mismo hilo argumental, las «mentiras» del líder socialista y su empeño en llevar «al abismo» la unidad de España.
Y es que el debate catalán y el acuerdo alcanzado con Esquerra fagocitó el pacto de gobierno de PSOE y Unidas Podemos que, en teoría, debería haber sido ser el eje del debate de investidura. La oposición conservadora, a la luz de las intervenciones de sus líderes, pareció estar más dispuesta a asumir una «España roja» que una «España rota», como dijo allá por 1935 en este mismo Congreso el diputado de la derecha José Calvo Sotelo, asesinado en los albores de la Guerra Civil. De nada sirvieron las admoniciones de Sánchez. «No se va a romper España y no se va a romper la Constitución. Lo que se va a romper es el bloqueo» o «no estamos en vísperas del apocalipsis».
Era de esperar que la calculada ambigüedad del texto pactado por los socialistas con Esquerra proporcionara munición suficiente a Casado, Abascal y Arrimadas, y así fue. Se habló poco de fiscalidad o de macroeconomía, nada de cultura, y apenas de educación y de medio ambiente
El líder del PP, además de exigir la activación del artículo 155 de la Constitución en Cataluña ante la «rebelión» de Torra, denunció que España está al borde «de un derribo constitucional» y dio por hecha la extinción del socialismo comprometido con la Carta Magna. Metido en faena, recuperó el discurso duro y sin concesiones de la campaña de las elecciones de abril, y tachó a Sánchez de «sociópata, irresponsable, mentiroso, presidente 'fake', fatuo, patético, arrogante y falto de dignidad». Abascal también rebuscó en el fondo de armario de los epítetos descalificativos: «Estafador, villano, mentiroso, personaje sin escrúpulos, villano de cómic, político indigno, charlatán y timador».
Pero también salieron a flote debates que parecían zanjados, como el fin de ETA, que enfrentó a Sánchez y Casado con la irrupción de la diputada Teresa Jiménez Becerril, hermana de Alberto Jiménez Becerril, concejal del PP de Sevilla asesinado en 1998 por la banda terrorista, para denunciar la entente del PSOE con EH Bildu. También afloró por obra y gracia de Abascal la Guerra Civil, con el oro de Moscú incluido. Arrimadas apostó asimismo por un cuadro catastrofista, vaticinó que España quedará reducida a «escombros» por la complicidad con los independentistas y volvió a alentar una revuelta en los escaños socialistas contra su líder.
Sánchez combinó la dureza con la ironía en el duelo con Casado, al que agradeció su «contribución a la convivencia». Más beligerante se mostró con el líder de Vox, con el que entró por primera vez en un cara a cara, para rebatir «las falsedades» de la extrema derecha. «Ustedes -reprochó a Abascal- mienten más que hablan, y mira que hablan bastante». Con Arrimadas empleó un tono un tanto displicente, e invitó a la líder de Ciudadanos a que «abandone la coalición del apocalipsis» con PP y Vox.
El reverso de la moneda estuvo en los amables duelos con Pablo Iglesias -«Pedro, es un honor caminar junto a vosotros en esta coalición histórica»-. Y también con Gabriel Rufián, con el que Sánchez se limitó a ratificar su acuerdo y a limar alguna diferencia. «Si no hay mesa de diálogo, no habrá legislatura», avisó el portavoz republicano, y Sánchez, de inmediato, respondió que «la comisión se va a crear, no vamos a tener problema por esta parte». «Hablemos, dialoguemos», redondeó Rufián. Con el portavoz del PNV, Aitor Esteban, solo faltó cortar la tarta de la boda. El nacionalista vasco ofreció «colaboración leal y sincera». Sánchez se lo agradeció con una franca sonrisa.
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