Tras encajar el portazo de Pablo Casado a la prórroga del estado de alarma, Pedro Sánchez dio a escoger al jefe de la oposición entre apoyar la ampliación o asumir la responsabilidad por «el caos» que asolará España. Fue casi una hora de conversación ... tensa en la que cada uno, según la versión ofrecida por la Moncloa, expuso con crudeza sus argumentos para no llegar a ningún acuerdo.
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El presidente del Gobierno lanzó a su ministro con más peso político a «presionar» al PP, así lo reconoció José Luis Ábalos, acompañado de la máxima autoridad en la lucha contra la pandemia, el titular de Sanidad. Sánchez confía en que el Congreso apruebe el miércoles la prórroga del estado de alarma, pero no quiere un triunfo pírrico en el que la suma de abstenciones y rechazos supere los votos a favor. Sería un revés político aunque consiguiera el objetivo de ampliar el periodo de restricción de libertades.
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Ábalos hizo un segundo intento de colocar a Casado contra las cuerdas con una amplia panoplia de advertencias sobre «el desastre» que se produciría. «No aprobar o desentenderse de la aprobación del estado de alarma es tanto como condenarnos a un caos sanitario y económico del que tendrán que responsabilizarse. Tendrán que responder ante los ciudadanos si hay más contagios», avisó el ministro de Transportes y secretario de Organización del PSOE. A su lado, Salvador Illa añadió oscuridad al cuadro: «Mejor no hacer experimentos que nos pueden llevar al caos. El estado de alarma es imprescindible».
El titular de Transportes también intentó tocar la fibra sensible: «Es un apoyo a España, no al Gobierno. No es legítimo acorralar a un Gobierno y que los ciudadanos paguen las consecuencias sanitarias y económicas». El PP, continuó, es «corresponsable» de la gestión de la crisis sanitaria porque «cogobierna» al estar al frente de cinco comunidades autónomas. Tiró asimismo de argumentos de bolsillo. Sin estado de alarma no se podrían prolongar los ERTE ni mantener los subsidios sociales ni la flexibilización de los alquileres ni las ayudas a los autónomos ni la liquidez a las pymes ni los créditos avalados por el Gobierno. Estas medidas, subrayó Ábalos, están en vigor en la medida que está restringida la libertad de movimientos, y si deja de estar limitada también desaparecerían las contrapartidas. Son vasos comunicantes.
Para el PP, este argumentario no es más que «un chantaje» para presionar a la oposición y que secunde la prórroga. «No es ético, es inmoral», se quejó Casado. El líder del PP cree que hay alternativas al estado de alarma, como la ley de salud pública o la de seguridad nacional, que, a su entender, permitirían mantener la restricción de movimientos. «No hay ninguna alternativa y nadie la ha planteado», replicó Ábalos.
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El Gobierno no quiere que el PP se refugie en el burladero de la abstención, quiere tenerlo a su lado, como en todas las votaciones anteriores. «Nos da igual que se abstenga como que vote no» porque en ambos casos «eludiría su responsabilidad». Sánchez no quiere la soledad mitigada con apoyos minoritarios. Necesita un respaldo sólido para una desescalada plagada de incertidumbres. Un triunfo por la mínima, además de ser un baldón, dejaría al Gobierno en una situación de debilidad, que en circunstancias normales daría alas a la presentación de una moción de censura o precipitaría un adelanto electoral. Pero no es el caso.
Los cálculos de la Moncloa son que con los 160 votos favorables de PSOE, Unidas Podemos, Más País, Compromís, Partido Regionalista de Cantabria y Teruel Existe serían suficientes para conseguir la luz verde del Congreso. Los socialistas además no descartan volver a contar con el respaldo del PNV, con el que ahora mantienen un diálogo fluido tras algunos encontronazos. También esperan sumar a Ciudadanos en su línea de diferenciarse del PP. Con esos apoyos alcanzarían la mayoría absoluta. El Gobierno, en todo caso, no contempla un frente en contra con apoyos superiores. Cree que el PP, si desoye sus apelaciones al consenso, a lo sumo que podría llegar es a abstenerse. Sería una bofetada política para Sánchez, pero no un desastre institucional.
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Todo apunta a que la estrategia de Casado se centra en subrayar la debilidad del Gobierno para rentabilizar esa fragilidad en el futuro. En la Moncloa señalan que el PP es el único gran partido de oposición de los grandes países de la UE que no acompaña al Gobierno. Ábalos, por si acaso, afirmó que el Gobierno «no está débil, otra cosa es que le quieran debilitar, y tiene la moral alta». Descartó asimismo que Sánchez vaya a someterse a una cuestión de confianza.
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