Ha pasado tiempo desde aquel 28 de octubre de 2013 y las familias de los fallecidos siguen esperando una sentencia judicial. Recursos, apelaciones, trámites burocráticos han retrasado la celebración de un juicio que todavía no tiene fecha. «Se les llena la boca diciendo que estamos ante un país maravilloso en el que cumple la Constitución, yo pido que me lo demuestren sino yo no creo en el país», recalca Moure quien apunta que «está muy grabado el olvido al que nos tienen sometido»
Antes de fallecer en un accidente que «estaba televisado, todo el mundo lo sabía pero nadie hizo nada», su hijo dijo que si moría en la mina alguien defendería su causa. Este testigo lo recogió Moure, que junto a Toñita su mujer, han luchado porque «se hiciera justicia».
La mina, entre el amor y el odio
No trascurre el tiempo, no existe el reloj desde aquel fatídico día, invencible de moral, Moure se levanta cada día con la ilusión de que se haga justicia. En este tiempo ha tenido que aprender quienes son los 'compañeros de verdad'. «La mayor desilusión me la he llevado porque de todos los compañeros que estaban el día del funeral quedan muy pocos, el resto si te he visto no me acuerdo. Con la justicia no te puede desilusionar, ya sabes cómo funciona».
Minero de profesión, con este trabajo guarda una relación de amor-odio del que siempre ha sido consciente que «el valor humano solo lo tienen los trabajadores; los dueños no, si uno fallece hay otros 2.000 llamando a la puerta para entrar», reflexiona Moure quien cuenta como anécdota que «el director se enorgullecía de no conocer la mina, solo de saber sacar la tonelada de carbón más barata».
35 años y cuatro meses estuvo bajando a la mina Moure que como buen minero no descansará hasta quitarse de encima la losa de la injusticia, mientras tanto seguirá subiendo al monte donde en medio de la tranquilidad y apartado de la sociedad busca la paz a ritmo de los sonidos que emite una vieja armónica que tiempo atrás hacia sonar su hijo.