David Tornero y Paula Fernández posan junto a una pancarta que honra a la patrona de los mineros, Santa Bárbara, en la Escuela de Minas de la Universidad de León. Sandra Santos

Día de Santa Bárbara, patrona de los mineros

La generación que vio morir la minería: «Duele ver así nuestros pueblos. Dan sensación de vacío»

Paula y David son dos jóvenes de Villablino y Ciñera que explican cómo ha sido el declive de las cuencas leonesas y tratan de exteriorizar que supone tener sangre minera: «Es difícil de explicar para alguien que no proviene de las cuencas, pero es muy especial. Es un trabajo que iba más allá»

Miércoles, 4 de diciembre 2024, 08:14

En un pequeño paseo por los elementos que la Escuela de Minas de la Universidad de León expone en sus pasillos, vinculados a la explotación de minerales y, en concreto, del carbón, Paula y David, dos jóvenes leoneses hijos de mineros, miran hacia a sus adentros mientras en su interior suena 'Héroes del sábado', de la M.O.D.A. y su estrofa final: «No te olvides de dónde vienes».

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Paula Fernández, de 28 años y natural de Villablino, y David Tornero, de 30 años y natural de Ciñera, saben de buena mano que es la minería. Ellos no han estado en el tajo, no han pasado horas bajo tierras, a oscuras y con una altísima humedad, picando carbón. Pero por sus venas corre la sangre minera: padres, tíos y abuelos de ambos han sido mineros e, incluso, el abuelo de Paula falleció en el accidente del Pozo María, en Caboalles de Arriba, en 1979.

«Es difícil de explicar que es eso de tener 'sangre minera' si no provienes de ello. Pero es algo muy especial. La minería no es solo el trabajo en sí, es todo el compañerismo, toda la comunidad que se creaba. Si a un minero le faltaban las botas y no se las daban, nadie entraba a trabajar», explica Paula, con David atendiendo: «Es que eran hermanos, no compañeros de trabajo. Lo veo ahora cuando mi padre se reencuentra con alguien con quien trabajó. Pueden haber estado 20 años sin verse, pero se reencuentran y ves una conexión especial».

Unas cuencas que «se fueron dejando morir»

Así exponen ambos, en una conversación distendida con las maquetas de dos explotaciones mineras cercanas a la localidad natal de David presidiendo: una es del pozo Aurelio del Valle, en Santa Lucía, donde hace apenas ocho años cuatro mineros se encerraron en una de las últimas grandes reivindicaciones laborales del sector; la otra es el pozo Emilio del Valle, conocido como 'Tabliza', donde fallecieron en 2013 seis mineros a causa de un escape de grisú.

Los dos han visto como sus valles, sus cuencas y sus pueblos perdían vida de forma paulatina. «No hay una señal concreta, sino que vas viendo cómo se le va dejando morir», señala Paula. David vio cómo su pueblo «iba decayendo» a raíz de un runrún que empezó por el club de fútbol, dependiente de la empresa minera, la Hullera: «Empezó a haber impagos en el equipo y eso ya no tenía marcha atrás, veías que todo iba a ir a peor».

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Así, siendo ellos aún adolescentes, en su etapa de estudiantes, se percataron de que no iban a poder elegir si hacer su vida en su pueblo o no. Paula, directamente, era consciente de que no iba a tener la oportunidad de elegir porque «la mina era para los hombres, era impensable que una mujer entrara a trabajar y, si quería hacerlo en las oficinas, me iba a tener que ir a estudiar fuera». David señala que nunca lo valoró «realmente» porque «sabíamos que se iba a acabar y no había otra cosa para vivir».

Sin alternativas

Y es que, insiste David, son zonas a las que es difícil darles una alternativa y recuerda que Ciñera «existe por la mina, no había tradición ganadera, por ejemplo, anteriormente, ni un negocio que pudiera nutrir a toda la zona». Paula sí que ha detectado en Villablino intentos de atraer industria y «algo llega, pero no con la suficiente capacidad de crear los empleos que daba la mina».

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«Había pocas alternativas, pero no se hizo nada por ellas. En estas zonas hay gente que se ha quedado a las puertas de la prejubilación, después de 20 años haciendo lo mismo y que se quedan en la calle, con una formación obsoleta y que se han quedado sin nada», recalca David.

«Había pocas alternativas, pero tampoco se hizo nada por ellas»

Porque lo que sienten estos pueblso es «abandono». «Son de las pocas zonas por las que vas y no te dicen que la culpa es de uno o de otro, sino de todos. Todos los partidos han pasado por el Gobierno y todos han puesto su granito de arena para esto. Nadie ha hecho nada para evitarlo», afirma Paula.

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El recuerdo de sus pueblos: «Duele, incluso»

En esta conversación, estos dos jóvenes leoneses, que coinciden en ser profesionales del sector ferroviario, recuerda cómo era el trabajo de sus padres cuando ellos eran pequeños. Paula rememora los «nervios» que le entraban a las 16:00 horas, momento en el que su padre salía de trabajar. «Lo normal es que llegara a casa pero pensaba '¿y si no?'. En el colegio, a veces, venían a buscar a compañeros y les sacaban de clase porque había habido algún accidente», señala.

David, de hecho, recuerda un accidente que tuvo su padre cuando él era muy pequeño y en el que le tuvieron que dar varios puntos en la cabeza: «Me impresionó verle llegar a casa con toda la cabeza vendada».

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Recuerdan, también, sus pueblos hace 20 años. «Si salía un coche nuevo, estaba en Villablino. Y había muchas actividades para niños, incluso una discoteca para menores», explica Paula, mientras que David pone el foco en el parque de Ciñera: «Estaba siempre a rebosar».

La imagen, hoy día, es muy distinta: «Solo hay trapas vacías». Coinciden en el sentimiento que les produce la situación: «Pena, tristeza y nostalgia». «Duele, incluso», apunta David, que cada vez que pasea por Ciñera siente una «sensación de vacío».

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«Siento que han eliminado los escenarios de mi vida»

«Pasas por delante de un lugar donde viviste alguna experiencia y sabes que eso no va a volver a pasar. Los lugares de tu infancia y adolescencia ya no existe. Es como que hubieran eliminado los escenarios de tu vida», añade Paula. Es una reflexión compartida por ambos, porque David insiste en que en Ciñera «se ha volatilizado la vida, va camino de ser un pueblo fantasma». «Cunado los jubilados dejen de estar, se cerrará la hostelería y se acabará todo», sostiene Paula.

Es el gris panorama que ven en sus pueblos, en los que crecieron y en los que aprendieron esos valores del orgullo minero que ahora utilizan en su día a día. La lucha y la unión, insisten, son las principales enseñanzas que se han llevado de esa cultura minera que vivieron desde pequeños. «Veías que se preparaban cuando pasaba algo malo o iba a llegar algo malo. Era una cohesión muy fuerte».

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El legado que dejarán a sus descendientes

En el día de Santa Bárbara, este 4 de diciembre, se acuerdan aún más de su tierra, de su pueblo y de su gente. No era un día más en las cuencas, sino un día especial: «Un minero podía no ir a misa en todo el año, pero en Santa Bárbara ahí estaba. Era sagrado», expone David, mientras que Paula tiene grabada la imagen de la procesión del Cristo de los Mineros, que sigue saliendo en Villablino pujado por antiguos mineros ataviados con el mono de trabajo: «Se deja claro de dónde venimos».

Ahora, en los hombros de Paula y David, y de centenares de hijos de mineros que siguen portando esa sangre minera, cae la responsabilidad de que ese espíritu se mantenga vivo en generaciones posteriores.

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«Yo quiero llevar a mis hijos, cuando los tenga, a la mina, a las que están y a las que no están. Y les juntaré con su abuelo para que les cuente absolutamente todo», señala Paula. «Y a los museos que hay con alguien que entienda, por ejemplo, mi padre. Será también su cultura y su legado», apunta David.

«Pero sobre todo la lucha, el legado de solidaridad y el espíritu de superación. Eso es lo que más les va a servir», apostillan ambos mientras observan uno de los martillos picadores expuestos en la escuela de Minas.

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Ni Paula ni David bajaron al tajo, pero saben bien qué es ser minero. Porque es una profesión que, pese a no existir como tal hoy día, pese a que las explotaciones están cerradas, sigue viva por la cultura y los valores que transmitió en las cuencas. Y que ahora ellos, la generación de los hijos de mineros que vieron cómo estas cuencas entraban en un profundo e irrevocable declive, mantienen viva rememorando esa letra de la M.O.D.A.: «No te olvides de donde vienes».

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