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Soraya García, en Segovia.
Soraya García, en Segovia. Antonio de Torre

Soraya García, arquitecta

Los que se quedan
Las flechas de Cupido cruzan tierras castellanas

Emigró desde Cervera de Pisuerga a Segovia cuando conoció, a mitad de camino, a su marido; después otra pareja ha seguido sus pasos: «Una vez que has experimentado la calidad de vida, no la quieres perder»

Viernes, 25 de octubre 2024, 08:16

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El viaje de Soraya García desde el norte de Palencia a Segovia, convertida con los años en un segundo hogar, no solamente ha permitido al padrón de Castilla y León conservar una habitante, sino que ha creado un vínculo familiar entre la ciudad del Acueducto y Cervera de Pisuerga. Dos lugares unidos en matrimonio a través de su historia, que no fue la última, pues dos amigos comunes protagonizan desde hace cuatro años una secuela igual de feliz. Así fue cómo esta arquitecta de 32 años dibujó los planos de una nueva vida, un puente entre dos lugares que comparten más de lo que salta a la vista.

No fue la primera migración de Soraya por Castilla y León. Todo empezó cuando conoció al que ahora es su marido, Javi, estudiando Arquitectura en Valladolid. Al terminar sus estudios, ella trabajó en gestión de patrimonio en Aguilar de Campoo y él volvió a Segovia para arrancar su carrera en el estudio en el que sigue actualmente. La brecha se redujo gracias a un traslado a Valladolid. «En vez de quedarme allí, prefería estar con él». Al principio iba y venía, pero terminó asentándose en Segovia y consiguió trabajo en Cuéllar en Trazo, una empresa de construcción en la que afirma tener la oportunidad de crecer laboralmente. «Tenía claro que quería vivir en Cervera o Aguilar, cerca de mi familia y de mis amigos, o en Segovia, cerca de los suyos. No estar en tierra de nadie. Pensando en el futuro, en tener familia, me parece muy difícil salir adelante estando lejos de tu casa».

Así que Soraya desembarcó en Segovia en 2018. Pasó de una vida diaria en tren a trabajar brevemente en el estudio de su marido. «Nunca hemos querido trabajar juntos porque no queríamos poner todos los huevos en la misma cesta. Si algún día le va mal a uno, que esté el sueldo del otro en casa». Separar espacios evitó sobrecargar la relación y su vida no planteó otros lugares más grandes. «Habiendo vivido en un pueblo, pasar a una ciudad grande…. Una vez que has experimentado la calidad de vida, no lo quieres perder. No me gustaría dar un paso atrás».

«Me parece muy difícil sacar adelante una familia estando lejos de tu casa»

Eso no resta un ápice de ambición en lo profesional para alguien que se define como competitiva. «Si me tuviera que ir a Madrid, tengo muy claro que no viviría allí, aunque tuviera que ir para ganarme el sueldo». Se quedó en Castilla y León por la tranquilidad, el día a día, la naturaleza, el vínculo que conecta su infancia en Cervera con los paseos por la Alameda del Parral, su lugar favorito en Segovia. «Cuando estoy agobiada, me voy allí; si quiero ver árboles, me doy un paseo por Valsaín para olvidarme de que estoy en una ciudad. Necesito conectar con el verde».

Unas similitudes que extiende a los hábitos. «La gente de Segovia es bastante abierta, muy sencilla, de pueblo». Porque ella esgrime el carácter acogedor de su grupo de amigos en Cervera: «En cuanto va a alguien nuevo, enseguida está la cuadrilla. No somos un pueblo tan pequeño; la gente se queja primero de que los inviernos son muy fríos, pero luego se engancha de la forma de ser». Algo que ella ha aplicado a su vida en poblaciones más grandes, tanto en la ciudad como en Cuéllar. «Si me cruzo todos los días con la misma persona desde donde aparco hasta el trabajo, la saludo». Por eso un compañero de trabajo se sorprende porque se hace amiga de la gente. «¡Es que soy de pueblo! Cuando voy en Segovia a la carnicería, me llama por mi nombre y le pregunto qué tal está. No me gusta la impersonalidad de las ciudades, no saber quién tienes al lado».

Soraya y Javi se casaron en julio de 2023 en La Granja de San Ildefonso y compraron un piso en enero en El Salvador. «Estamos asentados del todo». Aunque coge el coche a diario para trabajar en Cuéllar, agradece perderlo de visita. «El viernes, lo echo en la cochera y me muevo andando». Su principal grupo social parte de los amigos de su marido. «Son solo chicos, pero ya por edad, muchos están con novia». Sí echa en falta relaciones que no hayan partido del entorno de su marido. Como Elena, su «amiga del tren», con la que coincidía diariamente y compartía circunstancia vital: alguien de Plasencia que terminó enamorándose, casándose y trabajando en Segovia. Ahora ya toman café sin necesidad de circular entre raíles. Una vida social que complementa con pilates o gimnasio.

Y un reto por delante: los vínculos con Cervera. «Lo gestiono un poco mal, peor de lo que me gustaría». Hija única, tiene en su nueva casa una habitación para que sus padres se queden cuando vienen de visita. «Tengo una abuela mayor en el pueblo, con alzhéimer, y noto eso de ir menos a menudo y que deje de conocerme. Noto que me pierdo cosas por no estar allí todos los días».

«Todo el mundo sabe si se encuentra con alguien de Cervera porque lo vais diciendo», bromea su marido

Gracias a esos movimientos, una amiga suya conoció a un amigo de su marido justo antes de la pandemia y surgió el amor. «Cuando quedamos para una barbacoa, pues guay, porque yo estoy con mi amiga de toda la vida, aunque ella vaya como novia de otro amigo». No se conocían, pero ambos vivían en Madrid. Y allí siguen. «Ahora la veo más en Segovia que en Cervera». No es el único vínculo, ni tampoco el primero: una tía de su marido se casó con el tío de su mejor amiga.

Quizás estaba escrito que Soraya haría un día las maletas sin hacerlas del todo. «Cervera me conecta con mi infancia, me hace recordar momentos felices». Ventajas de no mudarse al sudeste asiático, aunque vaya poco. No solo habla de la conexión con la naturaleza, sino con sus vecinos. «Las de toda la vida me tratan con muchísimo cariño, soy como su nieta. Saludar a unos y a otros, estar cerca de la gente». Piensa en el pantano, por sus vistas. Y recuerda sus visitas en verano al 'Mentirote': así bautizaron un banco al que salían los vecinos después de haber cenado para contar anécdotas, historias, mentiras. «Cuando era pequeña, no era consciente de la suerte que tenía de compartir eso. Yo era la niña del barrio, la más pequeña. Y hoy echo de menos esa cercanía de los vecinos, que tampoco eran familia. Me he sentido arropada por mucha gente».

En comparación, admite que el contexto de Segovia es más frío, pero habla de ella como «una ciudad bonita en la que vivir» y destaca su comodidad. «Estás cerca de Madrid; si quieres más jaleo, lo tienes todo a mano». Ve muy parecido el carácter de sus dos hogares. «Los dos son como muy de su tierra». Y cuenta cómo su marido le dice: «Jobar, todo el mundo sabe si se encuentra con alguien de Cervera porque lo vais diciendo». Claro. Ella cuando va a Londres no se limita a decir que viene de Palencia o del norte de España. Cervera de Pisuerga, nombre y apellidos. «Y yo creo que los segovianos también están igual de orgullosos de serlo».

Aunque vea cada día un Acueducto milenario, Cervera es su primer amor, pero no el último.

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