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Andrés Esgueva, en la cocina del restaurante Ambivium, donde trabaja.
Andrés Esgueva, en la cocina del restaurante Ambivium, donde trabaja. Rodrigo Ucero

Andrés Esgueva, cocinero

Los que se quedan
De campeón de hockey a promesa de la alta cocina

A sus 23 años ya apunta alto en la gastronomía castellana y leonesa. Trabaja en el restaurante Ambivium y sueña con abrir su propio proyecto en su Aranda de Duero natal

Laura Negro

Valladolid

Viernes, 25 de octubre 2024, 08:14

Desde muy temprana edad, Andrés Esgueva González tuvo muy claro que su sueño era triunfar en el hockey línea. Para este joven de 23 años y natural de Aranda de Duero, su vida giraba en torno a los campos de juego, los patines, los estudios y su panda de amigos. Su pasión, su empeño y su habilidad a la hora de controlar el disco le llevaron a lo más alto de este deporte, en el que llegó a ser campeón de la Liga Élite y de la Copa del Rey. Sin embargo, la vida tenía otros planes para él. En 2019, un esguince de rodilla truncó aquel sueño de juventud.

Obligado a apartarse de su pasión deportiva, Andrés se encontró con un inesperado vacío que, sin saberlo, sería el comienzo de una nueva vocación. Fue en esos momentos de inactividad forzada, que además coincidieron con el confinamiento, cuando comenzó a buscar algo que lo distrajera. Ver vídeos de cocina era su forma favorita de pasar el tiempo. La ciencia que hay detrás de la combinación de sabores y el arte de la presentación le fascinaron por completo y lo que comenzó como una simple distracción, pronto se transformó en una gran ilusión.

Decidido a aprender, Andrés empezó a experimentar en la cocina de su casa. «Tuve que dejar el Grado Medio de Deporte que estaba estudiando, porque era demasiado práctico y tenía que asistir a rehabilitación. La cocina siempre me había atraído porque soy de buen comer. Me encanta ver MasterChef y en mi casa siempre ha habido cultura del guiso. Yo intentaba realizar las recetas que veía, aunque muchas no me salían bien», reconoce.

«La cocina, como el deporte de alto nivel, exige superación y trabajo en equipo»

Fue entonces cuando se dio cuenta de que preparar platos para sorprender a los suyos no era tan diferente del deporte que tanto amaba. Ambos requerían disciplina y gran precisión. Por ello, convencido de que había encontrado su nueva vocación, decidió matricularse en un Grado Medio de Cocina en el IES Diego de Praves, en Valladolid. Desde el primer día, Andrés descubrió entre los fogones un mundo lleno de posibilidades. Su entusiasmo lo impulsó a continuar su formación con un Grado Superior en la misma disciplina. «La cocina se asemeja bastante al deporte de alto nivel. Hay mucha presión por intentar superarse a uno mismo. Siempre está la ambición por seguir aprendiendo y, además, es un trabajo en equipo, porque uno solo es imposible que lo abarque todo», opina.

A pesar de su juventud, Andrés acumula ya una experiencia importante en el mundo de la alta cocina. Actualmente, trabaja como cocinero en el prestigioso restaurante Ambivium, de la Bodega Pago de Carraovejas en Peñafiel. Este restaurante, que cuenta con una estrella Michelin, ha sido el escenario donde Andrés ha podido poner en práctica sus conocimientos y aprender de algunos de los mejores chefs del país. Actualmente sigue formándose en la escuela de profesionales Alcazarén en Valladolid. «Las prácticas del Grado Medio las hice en este restaurante y ese verano tuve la suerte de quedarme aquí trabajando, pero tuve que dejarlo para continuar con el Grado Superior. El año pasado, la Escuela Alcazarén y el restaurante Ambivium me dieron todas las facilidades para compaginar estudios y trabajo», dice agradecido. «Aquí estoy rodeado de grandísimos profesionales con muchísima experiencia. Yo intento ser una esponja para absorber todos los conocimientos posibles. Mi objetivo a corto plazo es seguir aprendiendo y trabajar para ayudar al equipo a conseguir la segunda estrella Michelin», añade.

«Quiero seguir aprendiendo y colaborar en la segunda estrella Michelin»

Los guisos en su casa siempre han estado muy presentes y tiene en su abuela Benita a su mejor maestra, aunque reconoce que nunca le dejó meter demasiado la mano en la cazuela. «Me protegía mucho porque le daba miedo que me cortase con los cuchillos o me quemase con el fuego, así que tenía que conformarme con mirar cómo lo hacía ella y como mucho, meter la cuchara de vez en cuando a ver si pillaba algo del guiso. A mi abuela le hace mucha ilusión cocinar a sus nietos, sobre todo el conejo, que es su plato estrella. Nadie lo hace como ella», dice orgulloso.

Los arroces son su otra debilidad y reconoce que cuando se junta con amigos, alguna paella «siempre cae». Este joven tiene muy claro que su futuro está en la innovación y la excelencia culinaria. «Sé que algún día cumpliré mi sueño de montar mi propio restaurante en Aranda de Duero. Mi familia siempre ha sido una parte muy importante de mi trayectoria tanto deportiva como laboral. Por eso, emprender en mi lugar de origen es una manera de devolverles todo ese apoyo. Creo que a ellos les puede llenar de orgullo que abra un restaurante en Aranda. Eso es a lo que aspiro, pero no tengo prisa. Ahora lo que me toca es aprender y aprender», subraya con determinación.

Promesa de la alta cocina

Su talento no ha pasado desapercibido para el sector. Recientemente, Andrés fue finalista en los XII Premios Promesas de la Alta Cocina de Le Cordon Bleu, un prestigioso certamen que trata de reconocer los resultados académicos y potenciar el talento de los futuros cocineros que se están formando en las escuelas de toda España. No resultó ganador, pero participar en una prueba tan exigente en la que tuvo que preparar un plato en cuatro horas utilizando técnicas e ingredientes como el pichón, el arroz y una guarnición vegetal, fue para él una grandísima experiencia. «Ser seleccionado como finalista fue un reconocimiento al esfuerzo realizado en los años anteriores. Pero no sólo mío, sino también el de todas las personas que me rodean», remarca.

Además de su abuela Benita, Andrés Esgueva tiene otros grandes maestros que le están guiando hacia la excelencia culinaria. Uno es su profesor Enrique Ortega, del IES Diego de Praves. El otro, Cristóbal Muñoz, jefe de cocina del restaurante en Ambivium. «Yo antes era de los que pensaban que la alta cocina suponía pagar un pastizal y al final quedarte con hambre. Gracias a ellos ahora veo la alta cocina como mi método de aprendizaje continuo. Mi máxima ilusión», dice.

El destino, que un día alejó a Andrés del hockey, le ha mostrado una nueva cancha donde puede jugar, experimentar y brillar, los fogones. Próximamente comenzará sus estudios del máster 'on line' de Creatividad y Producto Gastronómico Sostenible que compaginará con su trabajo. Él lo tiene claro: «La cocina es mi pasión», remata.

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