Con la mochila cargada y las expectativa altas aunque dispuesta a dejarse sorprender, la leonesa Yolanda Morán ponía rumbo a mediados de octubre a África. Junto a su amiga Olga Robles, experimentada en la ruta que conecta España con Ruanda, la extrabajadora de banca ya jubilada iniciaba su viaje para conocer en primera persona el proyecto que tantas veces escuchó mencionar a su amiga, el Inshuti Kibuye. En enero de 2016 nació el proyecto de la Asociación Inshuti ('amistad' en kinyarwanda, uno de los idiomas oficiales de Ruanda) que echaría a andar en julio de 2019 en forma de escuela infantil.
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Levantada en el pequeño pueblo de Kibuye, bañado por las aguas del lago Kivu, la escuela es el proyecto más personal de Ángela Huergo, presidenta y alma máter del colegio. Psicóloga asturiana con un estrecho vínculo con León llegó a África hace años junto a su marido, y quedó prendada de su gente. Gracias a la ayuda de amigos y familia y con la voluntad de dar una oportunidad educativa a los niños de la zona creó la escuela infantil, que ayuda ya a más de 170 menores, a los que se educa y alimenta.
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Conocedora de esta historia a través de su amiga Olga y una vez que la prejubilación le dio el tiempo para hacerlo, Yolanda hacía las maletas para presenciar el día a día de la asociación, los niños, el país y la escuela. «Son niños felices dentro de lo que tienen, pero aquello es el tercer mundo auténtico», recuerda una vez de regreso en casa. Reconoce que vuelve de Ruanda «impactada» con «todo» lo que ha visto y vivido en las dos semanas que ha pasado en África. Porque es un cliché, pero es la realidad: «Con poco se puede ayudar tanto... son niños y familias que no tienen nada, apenas para comer, y te das cuenta de cuánto tenemos aquí que nos sobra y cuántas cosas hacen falta allí».
La educación es el pilar fundamental de la escuela. Desde pequeños, tratan que los niños y niñas adquieran al menos nociones básicas de escritura y lectura, al tiempo que se intenta fomentar, en las medidas de las posibilidades de cada uno, que sigan cursando primaria y secundaria. Además de la enseñanza a los niños, en Inshuti hay talleres para que las madres de los menores también se formen y aprendan a coser. De hecho, una de las formas de financiarse, además de con las aportaciones de socios y donaciones, es con la venta de artesanía que se realiza en estos talleres.
Entre risas, recuerda Yolanda que, ante la actividad frenética del colegio, le decía a Ángela que «ella sola no iba a poder salvar África». «Ella siempre me decía que lo sabía, pero que si podía hacer algo, aunque fuera poco, y les daba algo de felicidad el tiempo que estuvieran en el colegio con eso ya era feliz». En su regreso a León ha traído la mochila cargada de carteras y bolsos realizados en Kibuye para ayudar a la financiación del centro, con el recuerdo ya para siempre en la retina de los niños. «Ha sido muy gratificante esta experiencia. Sus miradas, manos, abrazos... nos han llegado al corazón».
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