Julia es un nombre figurado, pero su historia no. Su adiós, no esperado, ha conmocionado a los sanitarios leoneses, especialmente a quienes tuvieron un contacto más estrecho con su persona. «Ha sido una de las historias más duras», reconocen.
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A sus 38 años esta mujer, ... madre de una familia numerosa, fallecía víctima de coronavirus SARS-CoV-2 en un proceso complicado con el paso de las horas hasta un fatal desenlace. Fue un camino recorrido de forma fulminante.
«Era una mujer aparentemente sana», recuerdan. Sana y negacionista. Julia nunca quiso que le inoculara vacuna alguna, lo mismo que su marido. Ellos renegaron en todo momento de la medicina y su batalla contra la vacuna fue más lejos de lo que se pudiera imaginar.
En el colegio en el que estudian sus hijos los profesores reconocen que siempre fue una mujer contraria a las medidas preventivas, disconforme con el uso de las mascarillas y visiblemente molesta por el frío provocado en las aulas ante la necesidad de ventilación.
Incluso, se recuerda desde su entorno, en una ocasión tuvo que intervenir una patrulla de la Guardia Civil para calmar los ánimos como consecuencia de las discrepancias derivadas de la pandemia, sus efectos, y las medidas de contención.
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Ella respaldaba sus posiciones negacionistas exhibiendo el paso del tiempo y la lejanía sobre la enfermedad, la misma que estaba machacando a la sociedad civil. Pero, con el tiempo, a Julia le sorprendió un catarro, al que más tarde se sumó fiebre y malestar general. Un cuadro clásico de invierno que, sin embargo, en esta ocasión se agravaba con problemas respiratorios leves.
Las primeras pruebas diagnósticas confirmaron un positivo por coronavirus. Pruebas que, finalmente, fueron ratificadas en al menos otras dos ocasiones. La situación, siempre fue a peor desde el primer momento.
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Julia, que había rechazado cualquier vacunación previa, se enfrentaba a una situación de lo más comprometida con el paso de las horas. Un efecto de la covid-19 es la inflamación del músculo cardíaco (miocarditis), incluso afectando con un mayor daño cardiaco a las personas con el virus.
«Esa miocarditis le provocó una grave disfunción biventricular», ha remarcado Sanidad de forma oficial.
El final fue vertiginoso. Reconocen los profesionales sanitarios que se hizo todo lo humanamente posible para evitar un desenlace de ese tipo. «Hay compañeras que han derramado un buen número de lágrimas por este caso», reconocen.
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Su funeral fue un choque de emociones, pero también un valle para el desconsuelo. El mismo desconsuelo que se multiplicaba al conocer que su marido insistía en la versión negacionista frente al virus, pese a encontrarse contagiado y con asistencia hospitalaria.
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La realidad de la pandemia provoca escenas de extraordinaria dureza, más cuando el desenlace final quizá pudo ser evitado. En el complejo asistencial leonés sus profesionales se lamentan por la pérdida «de una vida tan joven y con tanto futuro por delante». Un lamento que se eleva por un mal que, seguramente, pudo ser evitado.
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Mientras, Sanidad insiste en la necesidad de la vacuna como elemento de protección más allá de las creencias contrarias, desvocadas por un cúmulo de desinformaciones y falsas noticias. «La vacuna protege», no se cansas de repetir. Una evidencia que, si es obviada, pone en serio riesgo la vida de las personas.
El dato final, en todo caso, es aterrador: el 80% de los fallecidos por covid en los hospitales de León eran personas no vacunadas.
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