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La soledad no deseada es uno de los principales problemas sociales. Con el paso de los años son muchas las personas mayores que se ven afectadas por esta problemática que sacude a más del 12% de la población y que se eleva en las edades más tardías hasta alcanzar casi el 26% en las personas más vulnerables que superan los 65 años de edad, en la provincia leonesa.
La «gran soledad» definida así por María José Nespral, profesora jubilada de Educación Infantil, es una soledad que va más allá de lo físico. Un estado de bloqueo y miedo en el que «no tienes con quien compartir las cosas buenas de la vida».
La docente lleva años viviendo sola después de que su hija comenzara a hacer su vida y formase su familia. Pero para ella la soledad nunca ha sido un inconveniente.
Acostumbrada a una vida social activa y a la realización de distintas actividades y talleres dentro de la capital, ocupa sus días mediante la ayuda a los demás. La vida en la docencia le llevó a crear grandes relaciones de amistad que ha seguido conservando con el paso de los años. Personas que formaron parte de su pasado siguen acompañando sus pasos en el presente y disfrutando con ella cada día.
Las relaciones familiares en muchas ocasiones son parte de la «fórmula» para evitar el sentimiento de soledad. Un contacto diario, visitas, llamadas y mensajes que atraviesan las pantallas para llegar al otro lado del teléfono.
Pero son muchos los hogares que no reciben llamadas. Una necesidad de «escucha» que en la mayoría de los casos no se llega a solventar debido a la falta de relación con familiares o amigos.
En la provincia son muchos los leoneses que, debido a la despoblación de las zonas más alejadas a la capital, se ven solos en sus hogares. Una situación que se ve dificultada además en ciertas zonas de montaña debido a las malas conexiones y también los accesos en épocas sobre todo invernales.
El miedo a que «te pase algo» se suma al que «nadie te escuche». Un tema viral en el que son más de 43.000 personas de más de 60 años las que viven solos y cerca de 12.000 de más de 80 de las que entre el 15 y el 20% viven solas y otro 15 por ciento lo hacen acompañadas por personas de su edad.
El miedo a la dependencia y la aceptación de necesitar a alguien para las tareas habituales es un paso «muy difícil» que dar.
La actividad mental y física genera que el paso de los años no sea un «gran» problema. Habituada a su rutina habitual María José confiesa buscar alternativas o llamar a sus amigos cuando quiere salir de la «soledad» que no busca.
Rosario Quintanilla lleva años jubilada del sector de la educación. Allí se conocieron ambas, dando clase. Años de trabajo en los que crearon una gran amistad.
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Después de más de 20 años viviendo sola sabe la importancia de relacionarse con gente pero también la de saber estar en soledad. Las personas mayores que se encuentran en los pueblos de la provincia viven una situación más complicada. Con menos recursos y sin apenas actividades en zonas de alta despoblación son muchos los habitantes que se pasan días sin contacto con nadie.
Sin acostumbrarse a una soledad que no escogen intentan buscar «alternativas». «Muchas de las personas que viven en estas zonas tienen un estado de dependencia para todo tipo de servicios», asegura Quintanilla que, en parte, realiza trabajos de apoyo a personas mayores en toda la provincia.
Dificultades de locomoción, complicaciones climáticas o falta de conexiones agravan una situación de las que la mayoría de las personas mayores no está dispuesta a rechazar.
La «dependencia» o el «pedir ayuda» son dos trámites muy importantes que se suman a la distancia de donde reside esa ayuda. Traslados para visitar el médico, compra de medicamentos, revisiones e incluso, algo tan simple como comprar en un supermercado.
Una de las grandes labores de estas dos ex docentes es la de ayudar a las personas mayores con el programa de Cruz Roja Voces en la Red.
A través de la instalación de Alexa en domicilios de forma totalmente gratuita consiguen contactar con ancianos de todos los puntos de la provincia para así luchar contra la soledad no deseada y permitir a las personas mayores envejecer el mayor tiempo posible en su casa, el lugar del que la mayoría de ellos rechaza irse.
Mediante llamadas las dos amigas han conseguido establecer vínculos más allá del sonido del teléfono. Un tono que rompe el silencio para convertirse en una «vía de rescate» a todos aquellos que a diario no tienen con quien compartir su día a día.
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