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La enfermedad de Lyme es una infección bacteriana que se contrae por la picadura de una garrapata infectada. Al principio, la enfermedad generalmente causa síntomas como un sarpullido en la piel, fiebre, dolor de cabeza y fatiga. Pero si no se trata temprano, la infección puede extenderse a las articulaciones, el corazón y al sistema nervioso.
Esta enfermedad es notoriamente difícil de diagnosticar. La picadura de una garrapata infectada puede pasar desapercibida, ya que es indolora y puede no presentar síntomas inmediatos. Las señales de la infección pueden tardar semanas, meses o incluso años en manifestarse, y suelen ser inespecíficas y fácilmente confundibles con otras enfermedades.
Esta dificultad en el diagnóstico ha llevado a que muchos pacientes sean derivados a psiquiatría, bajo la sospecha de que sus síntomas son el resultado de somatización, en lugar de reconocer la verdadera causa bacteriana.
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Desde las instituciones públicas se han lanzado campañas de concienciación para educar a la población sobre cómo reducir el riesgo de picaduras de garrapatas, especialmente durante los meses de verano, donde hay mayor actividad de estos parásitos.
Medidas como usar ropa protectora, aplicar repelentes de insectos y revisar cuidadosamente el cuerpo y la ropa después de estar en áreas propensas a garrapatas son esenciales para reducir la incidencia de la enfermedad.
La enfermedad de Lyme ha mostrado un patrón preocupante en León, con un aumento en los casos registrados en los últimos años. Este año no se ha registrado ningún caso, pero Sanidad advierte de que se presenta un verano complicado. El año pasado se registraron en la provincia leonesa ocho casos, según datos aportados por la Junta de Castilla y León.
Esta situación ha generado inquietud entre los especialistas y las autoridades sanitarias que reconocen la necesidad de una respuesta más efectiva para proteger la salud de la población.
Cuando una garrapata infectada pica a una persona, puede transmitir la bacteria al torrente sanguíneo, lo que da inicio a la infección. Los síntomas pueden variar y, por lo general, «aparecen en etapas, aunque las etapas pueden superponerse. Además, algunas personas no presentan síntomas de la etapa temprana habitual», apuntan desde Mayo Clinic.
Los primeros síntomas de la enfermedad de Lyme suelen aparecer entre 3 y 30 días después de la picadura de la garrapata. Esta etapa de la enfermedad, donde los síntomas son limitados, «se denomina enfermedad localizada temprana». Estos suelen incluir episodios de fiebre, cansancio extremo, rigidez articular, dolor muscular e hinchazón de los ganglios linfáticos.
Sin tratamiento, la enfermedad de Lyme puede empeorar, por lo que la segunda fase suele ser ser más grave y generalizada. Es lo que se conoce como enfermedad de diseminación temprana. En esta etapa, se suman nuevos síntomas, entre los que destacan sarpullidos, rigidez en el cuello, debilidad muscular en el rostro, latidos cardíacos irregulares, debilidad en las manos o los pies e hinchazón en los tejidos del ojo o del párpado.
En la tercera etapa, pueden aparecer síntomas de las primeras etapas y aparecer otros nuevos. Esta etapa se llama diseminación tardía de la enfermedad. «En los Estados Unidos, la afección más común en esta etapa es la artritis en articulaciones grandes, especialmente en las rodillas. El dolor, la hinchazón o la rigidez pueden durar mucho tiempo. O los síntomas pueden aparecer y desaparecer», explican.
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