Los premios no solo sirven para dar reconocimiento sino que también dan visibilidad. Y es en eso en lo que van a utilizar el premio Princesa de Girona a la Escuela del Año otorgado al centro leonés Gumersindo Azcárate.
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Con un alumnado cuyos padres en ... su mayoría son migrantes o de etnia gitana hay un empeño por lograr una integración real y eso es lo que quieren mostrar. «Que vean una realidad diferente a la que estamos acostumbrados donde hay mucha variedad, aquí hay niños rumanos, ucranianos, rusos gitanos, payos, etc. Lo que queremos mostrar es que la diversidad ayuda a convivir, a aprender los unos de otros, a llevarnos bien, a poder tener expectativas y a estar motivados», explica Rebeca Rodríguez Guerrero, secretaria del centro y tutora de tercero de educación primaria.
Detrás de este galardón hay años de trabajo, un tiempo en el que eliminar prejuicios y transformar el modo de trabajo. Aquí no hay deberes y casi no hay libros, la tecnología juega un papel fundamental al igual que la variedad cultural. Una escuela que iguala a niños muy diversos. «Es una manera diferente de trabajar porque nosotros ya estamos apartando libros, estamos con diferentes proyectos y yo creo que al final puedes dar a cada niño lo que necesita, no se puede dar a todos lo mismo, cada uno va creciendo según su ritmo», apunta Rodríguez Guerrero.
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La realidad está presente y así nacen proyectos como el huerto ecológico en el que los niños realizan todo el proceso desde sembrar o plantar hasta recoger los frutos. «Lo que pretendemos es fomentar iniciativas medioambientales porque sabemos la problemática que tenemos en estos momentos con el cambio climático y con ello favorecemos que los niños aprendan qué podemos hacer para favorecer el medio ambiente», explica Elizabeth García González, tutora de segundo de primaria y responsable del huerto escolar.
Una realidad que gana futuro gracias al empeño de los profesores por generar un proyecto que facilita la inclusión en la que los niños acuden a sus aulas con ganas e ilusión y eso se traduce en un mayor aprendizaje.
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Una realidad que forma parte de la ciudad de León aunque en muchos casos esta ciudad le de la espalda. «Cuando vienes aquí por primera vez tienes muchos miedos e inseguridades, tienes que cambiar muchos aspectos a la hora de dar clase. Hay gente que cree que este tipo de población no puede llegar a brillar, algo que no es cierto por lo que tenemos que darle las mismas oportunidades porque las expectativas son muy buenas», afirma Rebeca Rodríguez Guerrero.
Hoy se respiraba felicidad en el Gumersindo Azcárate por un reconocimiento a un trabajo de años, pero no dejaba de ser un día más en este centro en el que sin llamar la atención son uno de los grandes motores de la integración.
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