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Reconoce que se encuentra en una nube y que le costará tiempo recuperar el pulso de la normalidad. Este miércoles Olga Fernández, madre del primer astronauta leonés de la historia, era un manojo de nervios.
«Es tanto el esfuerzo que ha hecho, tanta ... la dedicación y tanto el sacrificio realizado que haber llegado hasta aquí y ser elegido lo compensa todo», ha reconocido.
Durante las últimas semanas la tensión, remarca, ha sido máxima. «Todo era como muy secreto, no se podía decir nada y lo único que pensaba es en que llegara el día y que se supiera si era elegido o no», añade.
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E. S. Domínguez
Ahora, sentencia, con el orgullo de madre por todo lo alto, recuerda los tiempos de Pablo en el Antonio Valbunea y en el IES Eras de Renueva. «Siempre fue buen estudiante», asegura.
En su evolución hubo una intensa presencia en la Universidad de León, un erasmus que le llevó a Polonia y una larga trayectoria profesional que le ha hecho pasar por diferentes paises y empresas.
«Él ya participó en la puesta en marcha del robot Rober y cuando nos comentó que iba a estas pruebas nos parecía que era algo imposible, pero lo ha conseguido», añade.
Olga espera que Pablo pueda volver en verano a León, como todos los veranos. Le espera su pueblo, Sabugo, una aldea «de la que siente un orgullo enorme. Él es omañés de pura cepa y ese carácter seguro que también le ha ayudado».
Ahora a Olga, que estuvo acompañada por sus mejores amigos durante el proceso de elección de este miércoles, le espera disfrutar con orgullo de la carrera profesional de su hijo que, por el momento se ha convertido en el leonés, que más lejos ha logrado llegar... hasta el espacio.
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