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La papeleta no es sencilla. Se trata de gestionar un núcleo de convivencia de varias decenas de personas, casi en su totalidad universitarios, que viven bajo el mismo techo. El brote de la residencia Doña Sancha o la fiesta en la azotea del Colegio Mayor San Isidoro han permitido observar lo rápido que se puede perder el control sobre estos jóvenes.
Son las residencias universitarias, y tras los últimos acontecimientos, están bajo la lupa, por lo que muchas han optado por aplicar el toque de queda para evitar que sus estudiantes entren y salgan entre las 23.30 y las 7 horas.
Esta nueva medida se suma a un amplio protocolo que pusieron en marcha de cara al inicio de curso. Cambios que Adrián Álvarez, director de la Residencia La Asunción y presidente de la Asociación de Residencias Universitarias de León (REULE) explica: «Lo que hicimos fue intentar salvaguardar la salud de los estudiantes y de los trabajadores desde el acceso, tanto con desinfección de manos y calzado, pero también con un registro de la temperatura dos veces al día que se guarda durante un mes», indica.
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La batalla principal se libra en las zonas comunes, por ello, «hemos reducido el aforo» de las misma, por lo que «en salas donde antes entraban 40 residentes, ahora solo puede haber 15». Pero el principal foco es el comedor, «interpretamos que es el punto más débil porque allí todos nos quitamos la mascarilla para comer». Así, las mesas han quedado reducidas a una capacidad de cuatro personas, que deberán registrarse mediante un código QR:
«Con esta idea sabemos con quien desayuna, come y cena, lo que facilita la labor de rastreo», apunta Álvarez, quien además señala las cámaras de seguridad que se han instalado por toda la residencia. «Hemos reforzado la seguridad para facilitar esa trazabilidad que permita llegar a los contactos estrechos»
En un núcleo de convivencia tan grande, el incumplimiento de las medidas y recomendaciones sanitarias puede provocar un preocupante brote que afecte a la totalidad de los residentes, tal y como se ha podido comprobar en algunos de los centros de León. Por ello, y para evitar «despistes», la Residencia La Asunción ha actualizado su código de comportamiento para los usuarios:
«Hemos adaptado el reglamento interno que ya teníamos con sanciones para los incumplimientos de las medidas anticovid. Por suerte, de momento no hemos tenido que aplicarlas, salvo un par de amonestaciones por incumplimientos leves», explica Adrián Álvarez, que asegura que aunque no permitirán ninguna imprudencia dentro de las instalaciones, de momento les ha bastado con aplicar un control exhaustivo: «Hubo más problemas los primeros días, pero más achacable a la adaptación. Ahora ya casi no es necesario».
La hora de la verdad llega con la aparición de un posible positivo entre los universitarios: «En cuanto tenemos noticias de un posible contagio, contacto estrecho o residente con sintomatologia compatible, ya sea porque nos notifican que es contacto estrecho o el propio residente nos advierte que ha estado con un positivo, procedemos al aislamiento del residente en cuestión y se comienza a hacer un rastreo interno con estas herramientas para dar con sus contactos estrechos y valorar, junto a las autoridades sanitarias, si el tiempo de exposición es suficiente para realizarse una prueba», explica el director del centro.
Una de las particularidades que tiene la Residencia La Asunción es que además de ser una residencia universitaria, ofrece alojamiento a numerosos deportistas de alto nivel.
Ya sea combinados nacionales de diversos deportes como gimnasia rítmica, piragüismo o halterofilia; jugadoras del Cleba, Olímpico de León o Baloncesto Femenino León; o atletas de diversas disciplinas conviven en su día a día con los estudiantes de la Universidad de León, lo que obliga en ocasiones a prestar más atención en algunos detalles:
«Es diferente. Ya sea por equipo, grupo de entrenamiento o disciplina, se suelen aislar en pequeñas burbujas para protegerse más. Por ejemplo, suelen comer entre ellos, no se mezclan tanto», explica Álvarez. «Muchos de ellos también compaginan el deporte con sus estudios, y hacen de eslabón entre ambos. Ahí pedimos responsabilidad con las medidas y sobretodo intentar mantener un círculo de contactos lo más pequeño posible para poder cortar la propagación en caso de que exista un positivo».
Pablo compagina sus estudios con el atletismo. Y tiene claro que por ello, debe ser doblemente responsable frente al coronavirus. «Entrenamos solo seis, pero tenemos que cuidarnos, porque entrenamos sin mascarilla y como haya un caso, todo el equipo se contagia», explica el atleta. «Vivimos con la mascarilla puesta, solo nos la quitamos en la habitación, donde solo puede entrar el que vive allí, nadie más».
Consciente de que no es solo su salud la que está en juego, Pablo asegura que aunque «no siempre es fácil», para convivir en sociedad en tiempos del coronavirus «todos tenemos que hacer sacrificios para aprender a estar en esta nueva normalidad».
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