Día Nacional de Las Lenguas de Signos Españolas
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Día Nacional de Las Lenguas de Signos Españolas
«Nací siendo sordo y eso era algo nuevo en mi familia»«Mi padre me decía que no hiciera caso a las burlas», explica Miguel Crespo, socio de la Asociación de Personas Sordas de León. En el Día Nacional de Las Lenguas de Signos, el delegado de medios audiovisuales ha querido plasmar el relato de una vida llena de obstáculos que, para él, siempre han sido fáciles de resolver a base de constancia y esfuerzo.
Miguel nació sordo. Una situación totalmente nueva para sus progenitores, ya que nunca se habían enfrentado a tener que estudiar una nueva forma de comunicar hasta la llegada de su hijo.
Desde niño siempre fue una persona curiosa, que cuando ingresó en el colegio para sordos de Astorga comenzó a entender que había más niños como él. «Al principio me sorprendió llegar allí y ver a otros niños sordos jugando y hablando en lengua de signos», explica. Una situación a la que rápidamente se acostumbró y con la que encontró «su lugar».
A pesar de que la profesora era oralista, todos los niños del centro se apoyaban entre ellos con las lenguas de signos. En su casa la situación era diferente, sus padres no conocían el lenguaje ni la manera de relacionarse con un niño sordo, pero gracias a las relaciones sociales entre los padres del colegio las familias empezaron a normalizar una situación «muy enriquecedora» para ambas partes.
Su madre comenzó a hacer mímica para poder comunicarse con él, mientras que, para su padre, la situación era más complicada aunque nunca le dejó de apoyar. A través de las ganas que su madre ponía en entenderle, conseguía entablar conversación con su padre hasta la llegada de su hermana, que años más tarde llegó a su vida.
Ella se formó estudiando la manera de comunicarse con su hermano ya que, aunque oyente, quería conocer lo que su hermano quería o necesitaba o, simplemente, entenderle al jugar con él.
Al finalizar su etapa formativa en el colegio para personas sordas con 17 años, Crespo tenía claro que su principal objetivo era encontrar trabajo rápidamente, algo que según recuerda no le costó mucho ya que no buscaba algo específico sino comenzar a ahorrar.
Junio llegó y con ello las vacaciones hasta septiembre, donde la llamada de la directora del centro volvió a sonar en su casa. Pero ya era tarde, para Miguel no había vuelta atrás, quería arrancar en el mundo laboral lo antes posible y en el momento que había encontrado trabajo no estaba dispuesto a dejarlo.
La llegada a la Asociación cuando llegó a León fue «todo un descubrimiento» debido a que descubrió que también había personas adultas sordas fuera del universo que había conocido en el mismo colegio. «Me sorprendió darme cuenta de que había más gente como yo aquí», añade.
La relación entre personas oyentes «es un esfuerzo al que no solo yo tengo que poner ganas». La forma de adaptar el lenguaje aunque no sea a través de la lengua de signos facilita la comunicación para ambas partes pero, en la mayoría de los casos y de las salidas que Miguel realiza, suele llevar con él a personas sordas con las que tratar durante todo el viaje.
Su primer contacto con el mundo laboral fue en el mundo de la joyería. Recuerda este puesto como un mero inicio pero no algo con lo que estuviese muy agusto. Los años fueron pasando y la vida laboral de Crespò tuvo varias paradas hasta, al final, encontrar el puesto en el que se jubiló con los años.
Años de esfuerzo trabajado con personas oyentes que no sabían ni entendían las lenguas de signos pero, en los que muchas veces, se apoyó. En sus compañeros encontró «una pequeña familia» aunque a veces tuvo el pensamiento de «tirar la toalla» por no sentir del todo su sitio. A pesar de ello, decidió seguir luchando y apostando por tener un trabajo y ganarse la vida el mismo.
Las miradas o las burlas formaron parte de algunas situaciones de su vida. Anécdotas que él mismo siempre quiso dejar atrás sin importar ni afectar a su futuro. «Nunca he hecho caso, siempre he sido fuerte porque para mi mi objetivo era el trabajo», indica. Algo que su padre le enseñó de pequeño es la capacidad de lucha y enfoque en lo que él quería. «Mi padre me decía que fuera constante y que me centrara en el trabajo y es así como he tirado para adelante», añade. Una labor nada fácil pero que ha conseguido crear la persona que es hoy.
Los años fueron pasando y la llegada de la etapa de finalizar su trabajo llegó. Con 56 años debido a la jubilación anticipada por discapacidad auditiva Crespo pudo empezar a disfrutar del tiempo total de sus días, algo que sus compañeros cada vez que le veían le recordaban la «suerte» que tenía.
Pero la suerte para él es esa. El sacrificio en su día a día es continuo. Algo tan «normal» como ir al médico se vuelve todo un infierno para Miguel. «Necesito un intérprete para la mayoría de las gestiones», explica. La dificultad de explicar por qué acude al doctor, qué le duele o simplemente tramitar una cita son varios puntos de conflicto en su día a día.
El contacto con el intérprete lo realiza a través de mensajes de WhatsApp donde cita al profesional los días que este necesite de forma totalmente gratuita y acuerda el lugar de la cita así como la hora. Se trata de un gasto que asume la Federación de Asociaciones de Personas Sordas que facilita en gran medida la actuación del mismo.
Los avances en tecnología no solo han sido un gran paso a la hora de comunicar sino que, también, han sido la «salvación» para las personas sordas ya que gracias a las videollamadas pueden establecer conversaciones sin la necesidad de ver a la persona de forma física, algo «impensable» hace unos años donde la única forma de interactuar era viéndose. «Mi madre aparecía en mi casa cuando quería algo porque no había otra manera de hacerlo», indica.
Miguel Crespo tiene claro dónde encontró «su sitio» en la capital. La Asociación de Personas Sordas de León fue la principal forma de «sentirme en casa». Barbara Tejerina, coordinadora de la APSL ha sido testigo del avance y sentimiento de integración de todos los socios.
Con más de 60 miembros, la asociación no solo atiende a las personas sordas, sino también a todas las personas usuarias de la lengua de signos de la provincia de León. «Brindamos un servicio de intervención social con estas personas y sus familias para facilitarles el día a día en ámbitos fundamentales de su día a día», asegura. Algo a lo que se suma presentarse como un centro de encuentro e interacción entre todas las personas que se encuentran en esta situación.
Con edades que abarcan desde los 26 años, la asociación quiere llegar a todos los jóvenes que aún no se atreven a acercarse. «Queremos que entiendan la importancia de pertenecer al movimiento asociativo», añade. Algo que refleja la identidad de la cultura de la lengua de signos que se genera a raíz de usar una lengua minoritaria perteneciente a un grupo minoritario dentro de un mundo que «no habla su idioma».
La Asociación, que permanece abierta todas las mañanas de 10:00 a 12:00 quiere acercar en el Día Nacional de las Lenguas de Signos una realidad que «enriquece» a cualquier persona que decida conocerla ya que «desbloquea a nivel de expresión corporal» un lenguaje que hace la vida más sencilla a todos.
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Abel Verano, Lidia Carvajal y Lidia Carvajal
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
José A. González y Álex Sánchez
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