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El turno de última palabra permitió al acusado de la brutal agresión a su exmujer en mayo de 2020 relatar sus sentimientos, recordar lo que vivió con la víctima y reconocerse como una persona «controlada» que no era dueño de sí misma.
En una declaración alterada, y emocionada por momentos, Pedro Muñoz inició pidiendo «perdón» al magistrado por «perturbar» el normal funcionamiento de la vista. «Fue una cuestión de indignación y nervios», justificó.
En su lado más emocional, el acusado de tirar a Raquel Díaz por el balcón de su casa de Toreno aseveró lo «deshumanizado» que ha sido el proceso de casi cuatro años en los que se ha visto «transparente» y llegó a contar al juez que estos días se ha sentido «importante» cuando se ha dirigido a él como acusado.
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«He querido a Raquel muchísimo, durante mucho tiempo» y por ello ha esperado al juicio para contar su versión. Y alzó la voz para señalar que «si Raquel se ha vuelto loca» no entendía cómo sus palabras pueden acabar condenándole. Así buscó justificar el cambio en el relato que la víctima realizó en la primera sesión. «Ella hizo una declaración onírica, basada en sueños y pesadillas, y eso es lo que determina lo que yo la hice».
Muñoz trató de defenderse de los delitos de homicidio o asesinato en grado de tentativa, además de lesiones agravadas, de las que se le acusa. «Yo no tengo ninguna animadversión a Raquel. La he querido más que a nadie en la vida y puede que la siga queriendo. La he salvado la vida, literalmente», señaló debido a la llamada que alertó al 112 del estado en el que se encontraba su mujer tras la presunta agresión.
En un extenso turno de última palabra, el político bercianista apuntó a las tres veces que intentó divorciarse de Raquel: «Dos veces fueron por desesperación y la última en la cárcel porque mis hijos me amenazaron con no volver a verme». Y, apostilló, que el amor «no siempre es suficiente para salvar a la persona que amas», volviendo a exponer los problemas que atribuye a la víctima con el alcohol.
En su apelación a la sala, el supuesto verdugo se hizo ver como víctima. «Yo era una persona controlada, no era dueño de...», finalizó ahí. «He sido controlado y, como eso no llegó a buen puerto, implicó a la policía, al notario y a su anterior abogado», acusó a Raquel Díaz.
Además describió como relación «tóxica» lo vivido en esa pareja: «Es una relación en la que se controla, se manipula y difama y no te enteras hasta que estás en la cárcel acusado de cosas que no sabes ni que han pasado». Y esto lo aprovechó para arrojar la sombra de la sospecha a «media provincia». «La mentira necesita cómplices, como aquí. Cuando una persona dice una mentira y crea una historia, se convierte en una espiral que no puedes parar y que ha implicado a media provincia».
Por último, reconoció que había sido difícil para él «mantener la cordura» durante una prueba que quedó vista para sentencia, que no se conocerá hasta después de Navidad.
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