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El acoso es una conducta hostil que se da entre una o varias personas contra otra y eso siempre ocurre cuando no hay un adulto presente. Esta es la definición general que hacen del acoso desde la Policía Nacional de León. Pero dentro de esta ... situación hay muchas ramificaciones, ya que se puede manifestar con agresiones físicas o con otro gran número de delitos que se enmarcan dentro del acoso.
«Tenemos la violencia psicológica, como los temas de los motes ofensivos; tenemos el maltrato emocional, exclusión social, exclusión discriminatoria -por la raza-, tenemos la violencia sexual en la cual hay coacciones para obligar a otra persona», explica Roberto Carlos Carrera, uno de los profesionales de la Policía Nacional de León, que junto con Laura Estrada López imparten charlas en los centros educativos de la capital.
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El problema que ahora surge es que en los últimos años este acoso ha pasado a otro plano. En muchos casos los nuevos acosadores se sirven del supuesto anonimato que otorga internet para enfrentarse a las víctimas. El ciberacoso ha crecido tras la pandemia y cada vez afecta a niños en edades más tempranas. En este sentido, desde la Policía Nacional de León explican que es mucho más peligroso, ya que el acceso a la víctima y los problemas que en ella se generan no frenan en ningún momento del día, pero lo peor es que el agresor no es consciente del daño que está ocasionando.
«Esa creencia que en Internet todo se puede hacer, de que somos anónimos y que no se puede identificar al autor» es lo que desde el grupo de la Policía Nacional creen que es la motivación de muchos ciberacosadores. Pero el problema resida en «el agresor no desarrolla esas conductas empáticas porque no tiene a la víctima delante».
Laura Estrada lo explica con sencillez: «Si golpeas a alguien ves el daño físico que le haces, pero no se ve si el acoso en de manera 'offline'». En muchas ocasiones, los agentes consideran que el ser anónimo «da ese impulso de sentirnos más grandes, más líderes». Además, el ciberacoso se da a través de «plataformas a las que puede acceder cualquier persona» a lo que se suma que, en esos casos, «la difusión puede ser tan letal».
Qué motiva a un niño de 12 o 13 años a acosar y agredir, en las diferentes modalidades, es una pregunta que la sociedad se hace y para la que los especialistas sí tienen respuesta. En muchas ocasiones el problema nace con la educación que ha recibido esa persona. «Un acosador hace esto para generar polémica, para crear un conflicto o simplemente llamar la atención», explican los agentes asegurando que puede haber más motivos como «entretenerse, ser gracioso o hacer daño».
A pesar de que estas causas puedan variar y se aconseja «bucear en los perfiles de cada acosador» para saber realmente qué hay detrás, Estrada entiende que el problema viene de «unos roles familiares y unos conflictos» y lamenta que «a veces el modelo que tenemos en casa; el decir 'no pasa nada' o 'esto es una chorrada'» provoca que el menor vea en esas conductas algo «normal».
«El niño luego lo proyecta, porque al final el acosador es un niño que proyecta una serie de conductas y de educación», lamenta la policía nacional que ha visto este tipo de casos en los colegios leoneses.
Desde el grupo de la Policía Nacional que trabaja contra el acoso y el ciberacoso en las aulas reconocen que «en la gran mayoría de los casos hay un problema de fondo que luego cuando nosotros hacemos un seguimiento de ese acosador o de ese agresor vemos que detrás de eso hay unas conductas implantadas, hay unos roles familiares». Un trabajo que se debe hacer desde la educación, pero no desde el colegio sino de la familiar. «Muchas veces se comporta así ese niño porque tiene la validación de unos modelos familiares», aseguran. Normalizar ciertas conductas en el hogar, puede llevar a que los más pequeños de la casa las interioricen como naturales.
Una situación en la que hay cuatro partes implicadas. Por un lado el acosador, por otro la víctima, también están los llamados espectadores y finalmente los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad que intervienen tras tener conocimiento del delito. Hay muchas claves para reconocer a las víctimas, tanto en el entorno familiar como en el escolar, pero lo importante es que sepan que no son culpables.
En este sentido, Roberto Carlos Carrera se muestra tajante y asegura que «la víctima tiene que saber que no lo está haciendo mal ella, sino lo están haciendo mal los otros». El problema es que a veces no se ve el resto del apoyo, pero debe pensar que «tiene una acosador o varios, pero que tiene la gran mayoría de apoyo que son todos sus compañeros».
Para poder salir de esta situación, entra en juego la ayuda que la víctima pueda recibir por parte de los espectadores, aquellas personas que, sin entrar a formar parte activa en el acoso y las agresiones, son conocedoras de ello. «A los niños les inculcamos y les formamos en esa prevención de que son el papel crucial, porque muchas veces una víctima cuando llega al punto de desgaste psicológico no es capaz ni de identificar ese acoso ni de poder discernir si está bien o mal», afirman los profesionales.
Con el tiempo y los diferentes estudios se van conociendo nuevas formas de detectar los casos de acoso en los niños y uno de ellos llega desde la Sanidad.
En pediatría ya se diagnostica el síndrome del lunes y es cuando «los niños el viernes desconectan de ese ámbito educativo del acosador, en caso de acoso offline, pero llega el momento de volver al colegio y están malos, siempre la excusa es que estoy malo el lunes».
La importancia de la educación es vital para cortar con estos comportamientos que aún se siguen normalizando en muchos entornos familiares. Situaciones a las que no se da importancia y que pueden derivar en un acosador menor de edad con antecedentes penales y una víctima con problemas que han llegado a derivar en el suicidio.
«Tenemos que escuchar a nuestros hijos y saber que hay un daño, hay que coger las riendas y no normalizar ni decir que eso ha pasado toda la vida», explica la agente. Estrada insiste en la importancia de evitar comentarios «que nos encontramos a veces nosotros en las reuniones de que yo no quiero un hijo blandengue o que toda la vida hemos hecho esto en el patio, que se hayan empujado por las escaleras no es tan importante para que avisen a la policía».
Las condenas, tanto a los menores de 18 años que las cumplen como a los padres de los menores de 14 años que aparecen como tutores legales, suele ser lo que ayuda a entender la gravedad de estas situaciones. Ante una sociedad que se debe comprometer, la Policía Nacional pide implicación de todos para evitar el acoso y el ciberacoso.
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